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miércoles, 17 de octubre de 2012

Apuntes (181): Ya está aquí la Navidad


Siempre pasa lo mismo: nos plantamos después del puente del Pilar en mangas cortas. Con fresquito por la mañana y todo lo que quieras, pero en cuanto sale el sol en mangas cortas, y los abrigos criando naftalina en los armarios. Después dicen que por Andalucía hay dos estaciones nada más. Gran error de miopes cegados por los grandes calores del verano: el tiempo otoñal es sumamente agradable, incluso más que el de primavera, y dura sus dos buenos meses. 

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Primer síntoma de Navidad: esta mañana, mientras hacía la compra en Mercadona, que como todo el mundo sabe no necesita publicidad gratuita, he visto unos palés abandonados en medio de una calle vacía, listos supongo para que los empleados comenzaran a rellenar las estanterías con su contenido. Al acercarme he comprobado que se trataba de turrón de Alicante marca Hacendado. Siento una debilidad tremenda por el turrón duro, y siempre espero el momento en que llega a las tiendas. No he esperado a que las tabletas ocuparan su sitio: he cogido una directamente del palé y la he pasado por caja. Después del café estrenaré mis particulares Navidades dulces. Quién sabe: a lo mejor soy el primer comprador de turrón de la temporada.

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Por cierto que al pasar por caja, como llevaba diez o doce cartones de seis litros de leche en el fondo del carro, he ido a hacer lo que acostumbro: sacar uno y que la cajera lea el código de barras, pero me ha dicho que necesitaba ver el carro vacío: he tenido que sacar todas las cajas y volverlas a meter otra vez. Aclaro que no tengo demasiada mala pinta, dentro de lo que cabe. Lo que es la crisis... Tampoco me extraña demasiado: en el instituto están desapareciendo las grapadoras que se utilizan en la jefatura de estudios, y eso que están marcadas con un letrero en tinta indeleble.

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Al referirme al personal que trabaja en caja en Mercadona, la mayoría mujeres, ¿sería poco adecuado decir cajeras, por lo que de denigrante tiene para el género femenino el que se les identifique con una profesión menor? ¿Habría que emplear el genérico cajeros? ¿Debemos recurrir al engorroso cajeros y cajeras? ¿Quizá deberíamos utilizar el género de la última persona que nos atendió? ¿Debemos descartar cajer@as para no pecar de gilipoll@s? Grandes preguntas sin duda, que requieren las mentes de grandes sabios para responderlas, de los que abundan en nuestra eficiente Administración Pública andaluza.

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Y para terminar con mis peripecias marujeras (perdón si alguna Maruja se ofende), confieso que el otro día hice un comprón en Lidl, y todos los productos eran made in Germany. Con lo que es la Merkel a día de hoy para nosotros... Anda que si esto fuera Francia, iba a hacer negocio Lidl, y Media Markt, por las cajilas...

martes, 16 de octubre de 2012

De limpiadoras y limpiadores


Hoy me he topado en la prensa con un nuevo y curioso ejemplo de uso del lenguaje pretendidamente no sexista:

Los limpiadores de institutos reclaman el pago de sus salarios


Hay que joderse. Cada vez está más claro que al escribir hay que cogérsela con papel de fumar. Yo, en mis andurriales, a lo mío, denunciando las mariconadas y las gilipolleces.

Por cierto que en la foto, como no podía ser menos, aparece una señora limpiando.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¡Chino ni chino...!


Aviso: Esta entrada está escrita prescindiendo de consideraciones puramente racionales y rechazando el papel de "ciudadano del mundo".

Esta mañana, al recoger a mis hijos del colegio, una señorita muy aparente me ha entregado un folleto que he cogido distraído, a primera vista una academia de idiomas. Seguía andando con el papel en la mano y al cruzarme con un amigo me dice: —¿Qué, vas a estudiar chino? ¡Chino! Pues era verdad: en el folleto ponía "Shangai Academy" (no sé por qué coño tienen  que utilizar el inglés, si lo que enseñan es chino). Los tíos preparan para los exámenes oficiales "HSK" de la República Popular de China -supongo que será algo así como el First pero en versión mandarín-. ¡No somos nadie! Parece que fue ayer cuando vimos a los primeros comerciantes chinos arribar a nuestra piel de toro, que nos parecían hasta exóticos, y ahora están en el taco, los chinos se pasean en manadas por nuestras ciudades, sin mezclarse jamás con la raza occidental, trabajan como bestias, heredan las tarjetas de la Seguridad Social -a ver si hay cojones de pedir el carnet a un chino y decirle que ésa no es su foto-. ¡Y encima tienen la desfachatez de enseñarnos su lengua en nuestro propio territorio! Como si nosotros fuéramos a ir a China todos los meses... ¡Que aprendan ellos español, en sus horas libres! O inglés, que lo habla todo el mundo (menos nosotros).

Desde luego, nos reíamos de Napoleón con lo del gigante dormido y vaya si se ha despertado, el muy cabrón...

Eurogomorra


Advierte el cardenal Rouco Varela de los peligros que supone el proyecto Eurovegas para la moral, sobre todo de los jóvenes, y las hordas anticlericales del país han saltado a la yugular de la Iglesia como movidas por un resorte. El cardenal ha dicho lo que es su obligación decir, y se entiende menos el escándalo que suscitan sus palabras que la complacencia con que la sociedad ha acogido un complejo que va a generar miles de puestos de trabajo cubriendo unas necesidades tan poco edificantes como el juego o la prostitución más o menos encubierta. Echo en falta un análisis moral, al margen de la Iglesia, de este proyecto tan "ilusionante" que han peleado a dentelladas Cataluña y la Comunidad de Madrid, como una especie de maná que vendrá a paliar las graves carencias de empleo. Un maná que, a diferencia del bíblico, no cae del cielo, sino de un magnate norteamericano, genuino representante del capitalismo más rancio, ése en que los ricos pagan pocos impuestos y se hace la vista gorda a minucias como los ataques de Israel a Palestina o la válvula de escape de la prostitución para ciudadanos blancos, republicanos y a los que sobra el dinero. Claro está, el hombre ha visto el cielo abierto con la crisis europea, y prevé un aumento de la clientela llevada por la desesperación propia del que juega su última baza en la vida a romper la banca en un golpe de suerte. Todo muy ético, muy moral, del mismo color que la moral republicana. Por eso he querido traer hoy las palabras de Rouco, porque tiene más razón que un santo, aunque seguramente no lo sea: a cambio de un puñado de puestos de trabajo con la excusa de la crisis, la Sra. Aguirre, tan conservadora ella como Adelson, se ha vendido, ha vendido a su comunidad y ha vendido el bienestar de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Los beneficios de esta sucursal de las Vegas irán a parar precisamente a la Gomorra original. Aquí quedarán hoteles, casinos, millones de horas de trabajo remuneradas, todo con el objeto de cubrir una necesidad, la del juego, que condena la Iglesia, condeno yo y condena cualquier persona para la que la ética signifique algo. Una actividad no ya estéril, sino dañina, pero el gobierno y la mayor parte de la sociedad vuelve la vista hacia otro lado, hacia los miles y miles de platos de lentejas que el señor Adelson ha comenzado ya a dispensar en los comedores sociales de ésta cada vez más empobrecida y sumisa patria nuestra.

martes, 11 de septiembre de 2012

De toros, pollos, godos y otros animales


Se considera un avance fundamental de nuestra civilización la abolición de espectáculos considerados bárbaros, como por ejemplo tirar una cabra desde lo alto de un campanario o alancear un toro hasta la muerte por los campos de Tordesillas. Los ingleses, que como se sabe son mucho más civilizados que nosotros al no provenir su cultura del Mediterráneo, se escandalizan con la caza de un zorro, prohibida desde hace años pero practicada impunemente por miles de cazadores que no quieren perder sus tradiciones, ahora menos que nunca. Si hablamos de nuestra Fiesta Nacional la cosa se pone fea: cada vez son más los que levantan la voz clamando contra un barbarismo propio de la época de las cavernas. Rara vez se paran mientes en que esta fiesta hunde sus raíces en la civilización minoica, por lo que cuenta con una tradición de cinco mil años, época en que los bretones, sajones y demás pueblos barbáricos andaban dando barrigazos por los bosques del norte de Europa, cazando lo que pillaban con hachas de sílex. Digo yo que griegos, españoles, italianos y, si me apuran, los búlgaros descendientes de los tracios, podemos estar orgullosos de nuestros orígenes, de nuestra cultura, de nuestros mitos y de todo lo que han aportado los distintos pueblos que han pasado por nuestras tierras, empezando por los helenos y los fenicios para dar paso a romanos, godos (ahí está nuestro único lunar), árabes y un sinfín de personajes de origen más o menos dudoso que nos han hecho ser lo que somos, con nuestras virtudes y también nuestros defectos. Y viene todo esto a lo que contaba al principio de la lucha sin cuartel contra tradiciones como la de los toros. Resulta que en cuestión de unas décadas nos hemos vuelto tremendamente sensibles a la sangre de ese noble animal manchando su lomo, o al espectáculo de la muerte en directo. Sin embargo, comemos todos los días con la compañía de un telediario que nos muestra cadáveres desfigurados después de un atentado terrorista, o niños abandonados en medio de la calle. Recientemente veía un vídeo en que un niño era atropellado en China por un camión y nadie se acercaba a socorrerle: su cuerpo seguía tendido en el suelo ante la mirada indiferente de transeúntes y conductores. Probablemente no llegemos aquí a ese grado de inhumanidad, pero cuando vemos emplear la violencia cerca nuestra, en un atraco o simplemente un hombre pegando a su mujer, nadie se acerca a mediar, por miedo a salir mal parado. Ese civismo que manifestamos oponiéndonos a los toros se convierte en inoperancia, en tolerancia del mal, cuando salimos a la calle. Se pone la excusa de que la sociedad no está para meterse en peleas, pero la sociedad somos nosotros: esa misma sociedad que se echa a la calle pidiendo el fin de la Fiesta podría reservar algo de energía para defender también algunos derechos de las personas, y no sólo con la ley. No es bárbara la Fiesta: es cruel, como la vida, y en ella mueren animales que de otro modo no habrían vivido. Bárbaro es comer un filete de un pobre pollo de granja torturado horriblemente durante su corta vida mientras vemos desfilar delante de nosotros las injusticias más grandes en el mal nuestro de cada día.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Una crisis de barrigas llenas


“Esta crisis es un desastre; se está convirtiendo en una tragedia; no sé cómo vamos a acabar…” ¡Y un jamón! Eso, literalmente, que aquí todo el mundo sigue comiendo jamón, aunque sea de york, así que de drama nada, al menos de momento. En todas las crisis y cataclismos sociales que ha experimentado el mundo occidental, una gran parte de la población era analfabeta, no tenía acceso a servicios sanitarios algunos y pasaba hambre con mucha asiduidad. Ha sido históricamente esa masa de desheredados la que ha acudido a la llamada de una revolución, de una guerra o cualquier otra forma de agresión más o menos legítima al orden establecido, y no nos engañemos: ese pueblo enardecido no tenía ni ideales, ni sed de justicia social, ni conciencia de clase: ¡lo que tenía era hambre! Una panda de hambrientos tomó la Bastilla, y también el Palacio de Invierno, y claro, después vino lo que vino… más hambre. Durante la crisis de 1929 en Europa se pasó hambre, y muy especialmente en Alemania: fueron esos alemanes hambrientos los que, convenientemente aleccionados sobre las injusticias del Tratado de Versalles, auparon a su mesías de andar por casa, que por desgracia para la humanidad pronto mostró su afición a dar paseos fuera.

Los que leéis esto lo hacéis con los estómagos bien llenos; yo mismo, que tanto pontifico, escribo repanchigado en el sofá con el portátil encima de la panza después de jincarme dos chuletas de cerdo tamaño mano. Una parte del subsidio del desempleo que se paga en España se gasta en regímenes de adelgazamiento. Los “indignados” van a cenar a casa de sus padres. Aquí los únicos que saben lo que es el hambre son una mínima parte de los inmigrantes, que la pasaron en su país de origen pero ya la han olvidado hace tiempo, y eso que ganan poco. El intrépido Sánchez Gordillo y sus compinches del SAT, ésos que van por ahí llevándose comida para repartir entre los hambrientos del país, tienen unas caras gordinflonas y saludables, que ya habrían querido para sí sus antepasados pisoteados por los señoritos. Ahora los que pisotean son los políticos, y los sindicalistas, y no le mientes tú a nadie en Andalucía que van a quitar el PER, porque te sueltan un tremendo eructo con aroma a morcón ibérico 5J a la mayor gloria de la Junta.

Si se quieren ver los rostros del hambre mirad al tercer mundo, donde no tienen ni fuerza para levantarse; mirad las caras enjutas de nuestra Guerra Civil y la posguerra; mirad, incluso, las colas de seres famélicos que hacían cola perfectamente trajeados para obtener la sopa del día en la Norteamérica de los años 30. Mientras nuestras caras no se parezcan a ésas aquí no se moverá nadie; lo más que se va a hacer es votar algo distinto y cruzar los dedos.

lunes, 30 de julio de 2012

¡Que se acaba el PER...!


Fernando Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación de Sevilla:

"Me temo lo peor, que el año que viene eliminen el PER"

¡Qué bien! Así a los señores pequeños agricultores andaluces a lo mejor les da por cultivar sus tierras, como hicieron sus antepasados, y aumenta el PIB agrario, que falta hace, y los campos están más limpios y hay menos riesgo de incendio, y el pan que comen se lo ganan trabajando todos los días, y no un solo día cada cuatro años, cuando toca votar, y los pobrecitos que no olían el PER y seguían doblando la cerviz para arañar los frutos de la tierra dejan de cagarse en los muertos de la casta de vagos y maleantes que han creado los señoritos socialistas a golpe de talonario, cargándose los viveros de plantas para sustituirlos por viveros de votos.

martes, 14 de febrero de 2012

La justicia que queremos


El Estado de Derecho es una garantía, y también un complemento indispensable para la democracia. Podemos dar gracias a que vivimos amparados por unas leyes que hacen muy remota la posibilidad de un régimen totalitario, sea de izquierdas o de derechas, lo mismo da, donde el Estado se inmiscuya arbitrariamente en nuestras vidas y controle de modo absoluto la economía, que es la fuente de nuestra libertad. Pero ese Estado de Derecho tiene, cómo no, sus limitaciones e incluso sus peligros. Las leyes han evolucionado de modo apabullante, mientras que la justicia se ha quedado anclada, lastrada por su peso y por la inercia de siglos, con la venda igual de mal puesta que hace cien años. Esto ha dado como resultado que los delincuentes campen a sus anchas, amparándose en unos derechos que no encuentran su contrapartida en la eficacia del sistema judicial. La justicia está dirigida por manos tendenciosas, algo que no es nuevo, pero sí las ventajas que el nuevo Estado de Derecho concede a los criminales para actuar con impunidad. Por esto, y porque estamos en democracia y no hemos de temer asonadas, conviene corregir este estado de cosas, no vulnerando las leyes, por supuesto, ni haciendo que la justicia se aplique desigualmente, sino tratando de equilibrar la balanza, que en estos momentos se inclina abrumadoramente del lado de los malos. Y para ello hay que olvidar rencillas, intereses espurios y rabietas infantiles. Bastaría con que recordemos siempre cuál es el objetivo de la justicia, y pongamos todos los medios para alcanzarlo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Incorrecciones (I): De maricones y mariconeos


Hoy inauguro etiqueta, donde recogeré todas aquellas palabras, expresiones, situaciones, acciones e incluso omisiones que los ejemplares celtibéricos hemos venido usando durante milenios hasta que de repente, al comenzar el siglo XXI, han sido censuradas, hasta el punto de que quien las usa es señalado como un ser indeseable, indigno de la sociedad avanzada en la que vive. Comenzaré la serie con una palabra castiza, de raigambre antigua y que lamentablemente está cayendo en el olvido: maricón.

De toda la vida un maricón es un homosexual, pero generalmente el término se ha reservado para aquéllos a los que se les veía a legua la "pluma", lo que también se daba en llamar una "loca". Estos sujetos van llamando la atención por donde van, con una enorme variedad de gestos como dejar la mano floja, echar la cabeza hacia atrás para hacer volar los cabellos que no tienen, decir a todo el mundo "guapo" y cosas por el estilo. Los homosexuales que no hacen gala de tal comportamiento son simplemente eso, homosexuales, y es cierto que en tiempos pasados han sido perseguidos y humillados, pero actualmente, salvo excepciones, nadie se mete con ellos, y son ciudadanos tan respetables como el que más.

La palabra "maricón" ha dado lugar a numerosas variantes, como "mariconeo", "marica", "maricona", "amariconado", "mariconazo" y muchas otras, casi siempre de carácter festivo, y que se usan como apelativos para todo tipo de personas. Así, por ejemplo, si yo digo a un amigo mío que es "una pedazo de maricona" es porque me ha ganado una carrera, me ha hecho alguna pequeña jugarreta, ha llegado tarde a una cita o algo por el estilo, pero seguramente mi amigo es tela de machote.

Lo lamentable y sorprendente del caso es que hoy día no se puede usar en público la palabra "maricón" o alguna de sus variantes so pena de ser crucificado por las huestes de lo políticamente correcto, pero si yo, pongo por caso, hablo en una entrevista de un maricón famoso, todo el mundo está legitimado para insultarme y tildarme poco menos que de fascista. Sin embargo, la horrorosa palabra "gay" cuenta con el beneplácito de todo el mundo. Así están las cosas.

Ahora podría decir algo muy socorrido: "yo no tengo nada contra los maricones; incluso tengo muchos amigos que lo son". Pero -¡ay!- tampoco esto me está permitido: muchos, y sobre todo muchas, me saltarían a la yugular, así que... ¡coño, ya lo he dicho! Bueno, para eso tengo un blog, para poder hablar, con todo el respeto del mundo, de maricones, de mariconeo y de lo que haga falta, mientras que no me lo cierren - cruzo los dedos-.

P.S. La foto es cosa de Mr. Google, que a veces tiene mucha guasa.