jueves, 19 de marzo de 2015

Tener o no tener... pelo



Ante el ataque perpetrado el otro día por mi hijo Ignacio sobre mi asendereado aspecto actual, quiero traer hoy una imagen de los tiempos remotos en que las lanas tapizaban mi cráneo, y así mis hijos sabrán lo que les espera en el futuro. Obsérvese la prestancia, la intrepidez, el aplomo y, por qué no decirlo, la chulería que desprenden mis 22 años. No oculto que el tiempo tan sólo ha mejorado y añadido solera al producto, aunque, eso sí, al precio de un ligero clarear en mis venerables sienes.

¡Y esa indescriptible camisa de palmero, por Dios!

martes, 17 de marzo de 2015

Daguerrotipo


¡Qué misterioso encanto el de las fotos que nos llegan del pasado! Es como si cobraran forma las sombras del siglo XIX, cuando aún no existían imágenes, ni máquinas, ni ferrocarriles, ni asfalto en los caminos. Ésta que muestro es del año 1840, uno de los primeros daguerrotipos que se conservan en el estado de Baviera. La ocasión conmemorada, el cumpleaños del compositor y organista bávaro Max Keller, que posa con su esposa en el centro de la imagen. Detrás aparecen miembros de su servicio doméstico y de su familia, como muertos antiguos transportados al siglo XXI por el milagro de una técnica entonces rudimentaria. Pero quien atrae poderosamente la atención es la mujer de la primera fila a la izquierda, con el cabello oscuro severamente partido y expresión ausente. Dicen, y quiero creer que así es, que se trata de una antigua amiga austriaca de la familia llamada Constanze, Weber de soltera, que solía visitar con frecuencia Altötting, donde fue tomada la imagen. Constanze estaba viuda de su primer marido, al que dio seis hijos, desde hacía ya medio siglo. Nada fuera de lo normal, salvo que ese primer marido al que sobrevivió tanto en el tiempo se llamaba Wofgang Amadeus Mozart. El rostro palpable de esa mujer contempló y besó al genio, y el velo del tiempo se descorre para enseñárnoslo.

domingo, 15 de marzo de 2015

Halffter acerca la ópera a las aulas


Gracias al entusiasmo y al intenso trabajo de mi compañero y amigo Pepe Galeote, un grupo de más de cien alumnos de bachillerato de mi centro, el Instituto Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaíra, ha podido vivir una experiencia artística de primera magnitud en torno al estreno de la ópera Dr. Atomic, de John Adams, yo diría que bastante más enriquecedora que la de cualquier asistente a una de las funciones.

El "primer acto" de esta inolvidable función arrancó hace justo un año, cuando Pedro Halffter, director artístico del Teatro de la Maestranza, acudió a nuestro centro gracias a las gestiones del profesor Galeote, y en el salón de actos encandiló al respetable (sobre todo a "las" respetables) con una conferencia acompañada de demostraciones al piano. Los chavales no salían de su asombro, e incluso uno subió al escenario para tomar la batuta de manos del maestro y proceder a dirigirle, con escaso éxito por cierto. Al final el maestro, que también quedó encantado con la respuesta de los alumnos, prometió llevarlos a la ópera a una de las funciones de la próxima temporada. El título elegido fue nada menos que uno del siglo XXI, la ya citada Dr. Atomic, un reto para la orquesta, los cantantes, la escena y, no hay que olvidarlo, especialmente para los oyentes, cuyo oído está habituado a las armonías de Verdi y Puccini, pero no a disonancias ni a conflictos éticos en lugar de los consabidos enredos de alcoba. El maestro sabía lo que hacía, pues los oídos de la gran mayoría de nuestros alumnos estaban "vírgenes" en este tipo de música, y por tanto libres de prejuicios.

El "segundo acto" fue hace dos semanas, en que se organizó una mesa redonda en el instituto donde intervinimos profesores de distintas áreas, aportando diversas perspectivas a la ópera. Aparte de la imprescindible visión musical aportada por la profesora María José, fue muy instructiva la presentación de los profesores de física, Cristina y Jesús, explicando los fundamentos teóricos de la bomba en una serie de transparencias que "hasta los de letras" entendieron a la perfección. El apartado histórico corrió a cargo de Fernando, que explicó el contexto en que se desarrolló el proyecto Manhattan, al final del cual los alemanes ya se habían rendido pero quedaba el peligro japonés. Al final de su intervención hizo esta inquietante pregunta a los alumnos: "Si vosotros hubierais estado en el lugar de Truman, ¿habríais dado la orden de tirar la bomba?". A continuación otro compañero de historia, Pablo, nos hizo disfrutar refiriendo la anécdota del "incidente", por así llamarle, de Palomares, evocando las impagables imágenes del Sr. Fraga bañándose con  su flamante Meyba en compañía del más atlético embajador americano. Manuel, nuestro compañero de Lengua, nos abrió los ojos ante la riqueza literaria de la ópera, donde desfilan poetas como Donne o Baudelaire, además de fragmentos del Bhagavad-guitá, no en vano Oppenheimer, padre de la bomba y personaje principal de la ópera, era un hombre cultísimo y políglota, que llegó a aprender sánscrito para leer el poema hindú en su texto original. Otra intervención muy interesante fue la de Antonio, profesor de clásicas, que nos ilustró sobre los orígenes griegos del átomo y la energía atómica. No sé quién aprendía más, si los alumnos o los profesores que allí estábamos. Un servidor, por su parte, hizo de malo de la película, y defendió el proyecto Manhattan con fríos argumentos económicos basados en el coste de oportunidad. En mi poco humilde opinión la bomba salvó millones de vidas humanas, por no hablar de los aspectos materiales, y la tecnología se habría culminado antes o después, incluso con más peligro. Al final de la intervención de los profesores se inició un acalorado debate con los alumnos, y he de decir para mi satisfacción que una mayoría estaba de acuerdo con mi tesis (como muchos no me conocían de nombre, se refirieron a mí como "el maestro que ha defendido la bomba", título del que no sé si sentirme orgulloso).

Y pasamos al tercer y cuarto actos, ya en el teatro la semana pasada, en el preestreno, fuimos los únicos autorizados a entrar (¡gracias, maestro Halffter!). Después de todo el trabajo realizado estábamos en condiciones de disfrutar de una partitura magnífica, como también fue espléndido el trabajo de la Sinfónica de Sevilla dirigida en el foso por Halffter. La puesta en escena, importada de una producción de Karlsruhe, fue especialmente brillante en el primer acto, con un juego de luces y escenas por detrás de un velo de tul situado en la boca del escenario y sobre el que se proyectaban diversas imágenes de dibujos y textos originales desclasificados sobre la bomba. A mi juicio en el segundo acto el desarrollo escénico fue demasiado monótono, condicionado sin duda por lo onírico y simbolista del libreto. Los cantantes, no obstante, rayaron a gran altura, especialmente el barítono protagonista, que interpretaba a Oppenheimer, y la mezzo que hacía de Pascualina, con un hermoso color de voz de contralto. Tuve la suerte de ver el primer acto desde la primera fila del patio de butacas, "camuflado" entre un grupo de chavales, y en el aria final Oppenheimer salió del escenario, avanzó hasta nosotros, se detuvo justo delante mía y, milagrosamente, desgranó esa maravilllosa música con texto del poeta John Donne (aquí, mi traducción). No tengo el vídeo de la función, pero sirva de muestra éste de otra distinta.



En resumen, una experiencia inolvidable para todos, y que la generosidad del maestro Halffter promete que se repita en el futuro. ¡Gracias maestro! ¡Gracias, Pepe!

jueves, 12 de marzo de 2015

John Donne: Holy Sonnet XIV


Golpea mi corazón, Dios trinitario,
No sólo llames, soples, brilles, sanes;
Derríbame para ascender y erguirme.
Rompe, pega, quema y hazme hombre nuevo.
Yo, como una ciudad rendida a otro,
Lucho por admitirte mas oh, en vano;
Podría defenderme la razón,
Pero está presa y es débil o falsa.
Tanto yo te amo y quiero que me amen,
Pero estoy prometido a tu enemigo;
Divórciame, desata o rompe el nudo,
Llévame a ti, enciérrame, que yo,
Si no me hechizas nunca seré libre,
Y nunca casto, si tú no me fuerzas.




Batter my heart, three-person'd God, for you
As yet but knock, breathe, shine, and seek to mend;
That I may rise and stand, o'erthrow me, and bend
Your force to break, blow, burn, and make me new.
I, like an usurp'd town to another due,
Labor to admit you, but oh, to no end;
Reason, your viceroy in me, me should defend,
But is captiv'd, and proves weak or untrue.
Yet dearly I love you, and would be lov'd fain,
But am betroth'd unto your enemy;
Divorce me, untie or break that knot again,
Take me to you, imprison me, for I,
Except you enthrall me, never shall be free,
Nor ever chaste, except you ravish me.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Apuntes (191): Algunos aforismos


La verdadera grandeza va siempre revestida de humildad.

 ~

Es preferible escribir mal a no escribir, porque te hace pensar.

 ~

Y sin embargo, es mejor no pensar que pensar mal.

~

Sería interesante que alguien hiciera un estudio histórico desprejuiciado sobre los paralelismos entre Alejandro Magno, Napoleón, Hitler y Stalin.

~

La felicidad consiste en contemplar el futuro como una promesa en vez de una amenaza.

~

Me sigue dando miedo mirar a los ojos de la gente; hay siempre allí un abismo que me atrapa.

sábado, 7 de marzo de 2015

Je crois entendre... des anges




El aria Je crois entendre encore, de la ópera Les Pecheurs de Perles de Bizet, tiene una extraña cualidad: quien la escucha se ve invadido por una especie de dulzura que se va transformando en unas lágrimas que pugnan por salir al exterior a medida que avanza su interpretación. Pocas páginas tan hermosas se han escrito, y a la vez tan difíciles de cantar. Todo lo hermoso es difícil. Kraus lo hacía fácil. Se le perdona que equivocara la letra al principio, ¿quién le da importancia ante una interpretación de una belleza sobrehumana? Lo único que no se entiende es la frialdad del aplauso final. Seguramente el público estaría narcotizado. ¡Quién pudiera haber escuchado a Gayarre! ¡Quién pudiera haber aplaudido a este Alfredo Kraus de 40 años!

jueves, 5 de marzo de 2015

De negros y Economía


La humanidad se divide en dos grandes grupos: los que saludan efusivamente a los negros que venden pañuelos en los semáforos y de vez en cuando les dan una propina, y los que están hartos de ellos y suben la ventanilla cuando el coche se aproxima a la luz en rojo. Bien pensado hay un tercer grupo, que a escala global es el más numeroso: el de los mismos negros que venden los pañuelos. Para aclarar la metáfora (en realidad se trata de una sinédcoque, pero no quiero que me acusen de pedante), cámbiese negro por persona de color (blanco, negro, marrón, amarillo...); es decir, persona a secas, y cámbiese que venden pañuelos en los semáforos por que se buscan la vida como pueden, y en muchos casos no la encuentran (la vida), por lo que acaban muriendo jóvenes (de hambre, de enfermedades que se habrían evitado con una simple vacuna...). Es la vieja cuestión de siempre entre los que tienen las habichuelas resueltas y los que tratan de apañárserlas. A los primeros les suele molestar tener por vecinos a los segundos, mientras que éstos si pueden se tiran al palo y ven una jauja donde otros pelean cada día a dentelladas en sus cuellos blancos para ganar no el pan, sino una cesta de oro donde situarlo. Acabo de leer en un periódico inglés de internet unas declaraciones de todo un director del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en que anuncia 'The Best Economic News In Human History'. ¡Ja! ¿Y cuál es la maravillosa nueva? Pues el progreso tecnológico, cómo no habíamos caído antes, que elevará el nivel de vida de todos y cada uno de los habitantes de la Tierra. La escasez, pues, no será ya un problema gracias a esta revolución tecnológica que deja en pañales a la industrial. ¡Pobre ciencia económica, condenada a los libros de historia! No hay nada como sacar frases de un contexto para reírse de una persona importante y hacer titulares. Algo habrá de verdad en todo ello, es cierto, pero me temo que el "para quién" producir seguirá siendo la pregunta no resuelta por la venerable Economía, empecinada en el qué y el cómo. Los negros seguirán vendiendo pañuelos en los semáforos, y los que no llegaron a jauja pasarán miseria, si no hambre, y guerras, y crueles enfermedades. Algo hemos avanzado, pero ellos (los "negros") van caminando hacia atrás.