jueves, 29 de julio de 2010

Refranes enderezados


1. Se dice el pecado y también el pecador.

2. A caballo regalado, que lo mantenga su tía.

3. Nunca es tarde si la picha es buena.

4. A rey muerto, ¡viva la República!

5. De la suerte de la fea, la bonita se cachondea.

6. A río revuelto, se ahogan los pescadores.

7. De aquellos polvos vienen estos críos.

8. No dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana.

9. Afortunado en el juego, se compra los amores.

10. Zapatero, vete al carajo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Mi vida


Mi vida es una lápida en el cielo.
Un devenir de brumas transparentes
por el jardín de la melancolía.

Mi vida es una búsqueda de nada.
Un canto de bellísimas palabras
que caen en el mayor de los olvidos
antes de que su eco se disuelva.

Camino por el mundo y no camino;
me lleva mi desidia por las calles
en una dirección, pero sin rumbo,
y cada vez que llego a mi destino
no encuentro nada nuevo. Tan sólo la certeza
de que doblando todas las esquinas
me espera el mismo sino
de voces apagadas,
de amaneceres muertos.

domingo, 25 de julio de 2010

Domingo playero


Desde muy temprano el domingo empiezan a llegar a la playa los señores y señoras domingueros y domingueras, ellos con sus mondongos y ellas con sus domingas. Se trata de un día especial en que la playa se viste de sombrillas multicolores, jaimas dignas del rey de Abisinia, suegras, cuñaos, neveras portátiles, tupergüeres, abuelitas, niños de todas las edades, y todos ellos distribuidos en clanes compuestos por varias familias que ocupan cientos de metros cuadrados impenetrables para los que no pertenecen al clan.

Desde muy pequeño me ha fascinado ese espectáculo dominguero, y lo he disfrutado desde mi aburrida sombrilla unifamiliar. Lo que más me llamaba la atención era la capacidad de esos sujetos para comer. Cuando yo llegaba a la playa a las once de la mañana estaban comiendo; me subía a las dos y seguían comiendo los tíos. Al bajar a las cuatro estaban liados con la tortilla de patatas, y a la hora del partido de fútbol en la arena mojada, a eso de las ocho y media de la tarde, la mayoría de ellos seguían con sus sombrillas desplegadas y las jaimas de paredes transparentes sin desmontar dando cuenta de los postres. ¡Venían a la playa a comer! Es algo que no me cabía en la cabeza; para eso que se quedaran en su casa, pero yo creo que lo que les gustaba era comer tortilla con arena, filetes empanados en arena, ensaladilla de arena, y así todo. Es una sensación que no se puede tener en la ciudad, donde es difícil conseguir tanta arena.

Y no digamos la bebida: cienes y cienes de litros de cerveza, y el agua ni la prueban. Como mucho tinto con casera. El truco para no emborracharse es ingerir ingentes cantidades de comida, que se “chupa” todo lo que beben. Así lucen esos barrigones, ellos y ellas. Hasta la hija postadolescente que suele acompañarles y retoza aburrida y rebozada en la arena está bien entradita en carnes.

Se pueden contar muchas más cosas de los entrañables domingueros: la abuelita que sientan en una silla y se queda allí inmóvil toda la jornada, como la abuela de Psicosis; las conversaciones de fútbol entre los cuñaos, los tatuajes cada vez más frecuentes incluso entre los señores bien entrados en años (¡cómo pasa el tiempo!), el despliegue de mesas plegables, que se juntan y parecen un tablao flamenco, y muchas otras cosas más que los hacen imprescindibles. Los domingos de playa no serían los mismos sin ellos.

miércoles, 21 de julio de 2010

Fauna playera


El chuloplaya
: también llamado pecholobo, este espécimen es fácil de distinguir. Va ataviado con un bañador marking-paquete y jamás usa camiseta para poder lucir sus trabajados músculos. Si uno se fija detenidamente descubre que lleva una prótesis debajo del bañador. Normalmente es un calcetín enrollado, de ahí que jamás se bañe.

Los jartibles de las palas: estos sujetos o sujetas acuden a la playa exclusivamente para golpear una pelotita en un tuyamía que no tiene fin. Lo demás no les importa en absoluto. Ellos visten bañador de flores sin camiseta, y ellas bikini a juego con el bañador de su partenaire. Es especialmente interesante observar el vaivén de sus domingas cuando corren en pos de la pelota.

El dominguero cervecero: este sujeto llega a la playa, jinca el culo en el nylon y ya no hay quien lo mueva de allí. La silla se sitúa estratégicamente al lado de la neverita portátil, de la que extrae una a una las latas de Cruzcampo a una velocidad pasmosa. Normalmente actúa en compañía de uno o más cuñaos.

Las tías en top-less: se dividen en dos categorías: aquéllas que no se sabe cómo no tienen vergüenza de enseñar sus huevos fritos y las otras, que son las que interesan, que milagrosamente apuntan los pitones hacia arriba. Pueden ser con relleno o sin relleno, pero últimamente la silicona se va imponiendo.

Los niños-croquetas: tienen entre 7 y 12 años, algo entraditos en carnes, y dedican toda la jornada de playa a revolcarse en la arena cerca de la orilla, de modo que uno no sabe si está viendo un niño o una ortiguilla de Chipiona bien fritita.

La parejita de tortolitos: cuando llegan a la playa extienden su toalla –una sola- y se tumban en ella muy juntitos. Al poco tiempo comienzan las carantoñas y los besitos, y cuando la cosa se pone más seria él se coloca boca abajo y ella le da a él besitos en el cuello y en la orejita, y le susurra palabritas. Si nos fijamos detenidamente el cuerpo de él levita levemente a la altura del ombligo, como si una palanca hidráulica tirara de él hacia arriba. Nuestras sospechas se confirman cuando abandonan la playa bien entrada la tarde y comprobamos que en el lugar que él ocupaba parece que alguien ha clavado una sombrilla.

La parejita pornográfica: es una versión evolucionada de la anterior. Comienzan igual, pero pronto se dejan de tonterías. Ni besitos ni susurros. Él no se coloca bocabajo, sino bocarriba, y ella se abalanza rauda en lo alto, le mete la lengua hasta el colodrillo y permanecen así unos minutos. Después le mete mano disimuladamente, detalle que al buen observador no le pasa desapercibido, y el bultaco comienza a hincharse. En ese momento ella se sienta a horcajadas con una sonrisa picarona que él no puede corresponder, tan concentrado está en lo que pasa. Si no fuera por el bañador ella saldría disparada hacia arriba.

Los niñatos de la pelotita: suelen actuar en manadas de unos veinte individuos. Hacen unas porterías con montículos de arena y montan un partido de fútbol en menos que canta un gallo. Les súa la polla que haya gente paseando, o niños jugando, ellos a lo suyo. Se cuenta como gol tanto pasar la pelota entre los dos montículos como pegar un balonazo a una vieja en tor bebe. Alguna vez he tenido que retirar a mis retoños ante la visión de una pelota viniendo hacia ellos y quince tíos detrás en estampida, pero en el fondo los comprendo; no hace tanto que yo era uno de ellos.

El mirón playero: existen dos categorías: el que mira por vicio, que espera con fruición el momento de bajar a la playa para marcar a todas las tías que se le ponen a tiro, y el mirón por aburrimiento, como yo por ejemplo, que ante el coñazo que supone un día de playa se dedica a clasificar especímenes para su blog.

No-lecturas playeras


Dicen que el verano es la mejor época para leer. Se supone que la playa es ideal para esta actividad tan placentera, que el resto del año cuesta trabajo cultivar debido al estrés laboral. Así, observo las sombrillas llenas de señores y señoras enfrascados en sus lecturas de un libro, un periódico, una revista o un folleto del Carrefour. Yo tengo una teoría: todos fingen descaradamente. En la playa es imposible leer, y el que diga lo contrario miente.

Todas las mañanas me bajo con mi flamante periódico encartado en la silla de playa y cuando pongo la sombrilla y me siento me dispongo a leerlo. Pues ahí se queda el intento, en la disposición. Enseguida los niños empiezan a hacer hoyos en la arena que amenazan seriamente la solidez de los cimientos de la sombrilla. Ya os podéis imaginar dónde van a caer las paletadas de arena: justo en lo alto del periódico. Muy pronto se aburren de los hoyos y quieren ir a bañarse, y allí que voy yo con mi silla a la orilla a continuar (mejor dicho a empezar) la lectura. Resulta imposible: llamadas de socorro, conatos de ahogamiento, pares y pares de zarpas mojadas en el periódico… Consecuencia: cuando el periódico regresa a casa al mediodía se ha convertido en una empanada de letras con agua y arena.

Se puede argüir que esto me pasa a mí porque tengo niños pequeños, pero estoy en condiciones de afirmar que no es cierto. Os imaginaréis que yo también he sido listo, sin niños y sin cargas, y tenía todo el tiempo para mí. Antes de empezar a trabajar me pasaba tres mesazos seguidos en la playa, y desde luego aprovechaba para leer mucho. Las obras casi completas de Dostoyevski, sin ir más lejos. Pero me las leía en casa, no en la playa. Y bien que lo intentaba: todos los días me bajaba con el libraco de Crimen y Castigo, pero nada. Uno que llega a la sombrilla y me invita a dar un paseo, otro que por qué no nos bañamos, mi madre… “niño, no leas tanto que se te va a caer el pelo” (¡Qué razón tenía!) y el libro de Dostoyevski en la misma página. Eso sí, llenito de arena.

Así que ya sabéis: si estáis de vacaciones y veis a alguien muy interesado en un libro a la orilla del mar es un farsante. Seguramente se trata de un parapeto para observar a las tías en top-less o a las amigas buenorras de sus hijas. Mucho aire de intelectual, pero na de na. Habría que ver si más de uno sólo tiene las tapas y el título bien grande, para dar el pego.

lunes, 19 de julio de 2010

Inspiración playera

He pasado unos días sin atender el blog y ahora, con la vuelta a las andadas, me encuentro con que de nuevo debo inspirarme todos los días. Menudo coñazo eso de inspirarse, con lo tranquilo que andaba yo dejando pasar el tiempo, leyendo un libro o paseando, sin tener que fijarme en cada detalle a ver si me servía de inspiración para un poema o al menos para un texto ingenioso que colgar en el blog. El trabajo del inspirante es muy sacrificado, os lo aseguro; el que lo es lo sabe. Siempre hay que andar en guardia, y con libreta y bolígrafo cerca, o un teclado de ordenador. No es cuestión de dejar pasar un ramalazo de las musas, esas señoras que parece ser que existen y visitan a los artistas. ¿Quién cree esas patrañas? Es una mentira: uno no está expectante, vienen las musas y le inspiran, sino que se dice: "Uff. Ya va siendo hora de que escriba algo, que llevo todo el día haciendo el vago. A inspirarse tocan". Y entonces empieza la concentración, pensar intensamente en algo, aunque sea en las musarañas, coger un papel o una pantalla, como es mi caso, y empezar a escribir con oficio. A las musas hay que violarlas, como me dijo un día mi amigo Jurado. Un poco bestia, pero es así.

La playa no es el mejor sitio para inspirarse, como estoy comprobando estos días. Baja uno con los niños tempranito por la mañana y a eso de las 12 se agolpan miles de sombrillas en una franja de un par de metros; mira que esta playa es grande, cien metros más de arena hasta el paseo marítimo, pero lo suyo es estar todos juntitos, oliendo la crema bronceadora del vecino.

No deja de sorprenderme que en el agua y paseando por la orilla se encuentra uno a cantidad de gente en paños menores. Estamos ya acostumbrados, pero no puedo evitar pensar qué sucedería si me encontrara a más de uno (o sobre todo una) vestidos de tal guisa por las calles. Algunas visiones me paralizarían y entraría en trance erótico, pero ante otras huiría despavorido. En la playa, sin embargo, lo vemos todo natural: la abuela de ochenta años con el biquini de croché y la tía buenorra en tanga con medio culo tatuado con el conejito de playboy. ¡Las cosas que dejamos ver a los niños! Y después en casa sólo les permitimos ver Bob Esponja. ¡Hay que ser hipócrita!

Ante semejante panorama es imposible que me inspire. Estoy tan confundido y obnubilado que mi capacidad de pensar se atrofia y, por ende, la de escribir. En esas condiciones sólo se puede sentir, y casi siempre es asco lo que siento. Podría escribir un poema sobre la decrepitud del cuerpo humano una vez pasada cierta edad, lo efímera que resulta la belleza (siempre adivino en las carnes adolescentes las opulencias futuras llenas de manteca colorá), los niños llenando y vaciando el agua de los cubitos, como el de San Agustín pero pegando alaridos, o sobre cualquier otra entrañable escena que se vive en nuestras costas los meses veraniegos, pero no sé por qué no me animo. Es como si la playa me trajera hastío, unas ganas terribles de no hacer nada pero a la vez un creciente estupor anta la raza humana, a la que pertenezco.

domingo, 18 de julio de 2010

Amigos... ¿para siempre?

Perder un amigo es siempre una desgracia. Da igual cómo suceda: por una pelea sin sentido, por un malentendido, por un alejamiento progresivo o simplemente por su muerte. El caso es que se pierde algo valioso, labrado durante años con paciencia, un tesoro al que acudir en los malos momentos y con el que disfrutar en los buenos; un saber que siempre está ahí, a tu lado en silencio. Los amigos son compañeros de fatigas, muchas veces más cercanos que los propios hermanos, precisamente porque los has elegido tú, no te vinieron impuestos. Los lazos de sangre son otra cosa; los de amistad tienen una afinidad no fraternal, una especie de compañerismo y apoyo incondicional. Tampoco se parece en nada la amistad al amor conyugal. Es otra cosa, algo que se tiene o no se tiene, y sólo lo mantiene el que lo cuida con esmero, porque la amistad se hace con el roce, con las vivencias compartidas. Quien tiene un amigo en Nueva York y no lo ve en 20 años ya lo ha perdido, por mucho que se escriban, por mucho que se hablen por teléfono. En ese sentido la amistad es como el amor, que requiere el contacto físico.

Hablo de la amistad verdadera, no de ésa de la que se ufanan los que dicen tener cientos de amigos, y que seguramente no tienen ninguno. Es un tópico decir que los amigos verdaderos se cuentan con los dedos de una mano, pero es también una gran verdad. A lo mejor hay algún privilegiado que empieza a contar con la segunda mano, pero te puedes dar por satisfecho con un par de dedos de la primera. Por eso duele tanto cuando se corta uno.

sábado, 10 de julio de 2010

Greguerías blogueras

Hace casi cuatro meses que Juanma me sugirió seleccionar en una entrada mis bloguerías que son greguerías más o menos puras, siguiendo el espíritu propuesto por Ramón Gómez de la Serna; es decir, un decálogo de greguerías blogueras. Aquí lo ofrezco, aunque un poco tarde.

1. La blogosfera es un gran globo lleno de cuadernitos.

2. No hay nada nuevo bajo el blog.

3. Acudimos a un nuevo blog con nuestras mejores prendas.

4. El blog lleva nuestras horas contadas.

5. Epitafio: aquí yace un hombre, su blog y sus ilusiones.

6. La blogueína es el antídoto contra la telebasura.

7. Trogloditas del papel declaran la guerra al blog.

8. Bloguitas bloguitatis et omnia bloguitas.

9. El blog es la zanahoria de los escritores perezosos.

10. Choplog: almeja de bitácora.

viernes, 9 de julio de 2010

Relatividad


- Desde el punto de vista cósmico, que muera un millón de personas no tiene importancia,

- ... y la crisis económica es un chiste,

- ... y nuestros problemas cotidianos se diluyen en el universo,

- ... y el calentamiento global es un humito blanco,

- ... y la presencia del hombre en la tierra es un segundo dentro de un milenio,

- ... y Doraemon es un gato,

- ... y mi blog es un puñado de bytes navegando por el hiperespacio,

- ... pero el amor sigue siendo eterno,

- ... y las estrellas navegan en paz,

- ... y en el espacio reinaba el silencio

- ... hasta el día de San Fermín, cuando retumbó...

- ... ¡¡EL GOL DE PUYOL!!



P.S. Y eso que no soy futbolero...

jueves, 8 de julio de 2010

Oéeee, oée oée oéee

Como veo que nadie habla de fútbol en bloguilandia lo voy a hacer yo. Ya sé que no es muy intelectual, pero qué coño, nos hemos metido en la final de un mundial por primera vez en la historia. Sigo con la misma hipoteca, la crisis continúa y amenaza ir a peor, nuestro presidente del gobierno sigue igual de gilipollas, el jefe de la oposición sigue oponiéndose a todo, como buen funcionario que soy ya me han bajado el sueldo un 8%... pero un triunfo futbolístico produce en los aficionados un inexplicable estado de euforia y una alegría tal que les hace olvidar sus problemas. Yo, además, juego con ventaja, porque no soy nada forofo y el fútbol dejó de interesarme hace tiempo, pero en ocasiones como ésta disfruto con los triunfos de la selección, y si pierde no me afecta demasiado.

Se ha acusado al fútbol demasiadas veces de ser el opio del pueblo, como nueva religión surgida en estos tiempos descreídos. Y es verdad que supone en cierto modo una anestesia de la mente, pero total, para como usan la mente algunos al menos disfrutan de una afición, aunque sea desde el sillón. No me puedo imaginar a muchos fanáticos del balón disfrutando de la buena literatura y de la poesía, pero también es cierto que hay reconocidos intelectuales aficionados al fútbol y que defienden sus valores. No sé si es opio o no, si sirve para camuflar por un tiempo problemas importantes, si da rienda suelta a los instintos primarios con los aficionados más radicales o por el contrario sirve como nexo de unión en torno a unos colores que en este caso han trascendido el ámbito deportivo, inundando de banderas españolas Cataluña o el País Vasco, algo nunca visto. Lo que sí es cierto es que se trata de un fenómeno que mueve masas, de una fuerza social impresionante, y que no puede ser despreciado a la ligera.

¡Viva España! ¡A por los holandeses!

miércoles, 7 de julio de 2010

Ajedreces de luz y sombra

Además de un grandísimo poeta Pessoa era un pensador extraordinariamente agudo, un superdotado capaz de bucear en su interior y extraer conclusiones asombrosas por su profundidad. Muchas veces es difícil seguir el hilo de sus escritos; hay que leerlos varias veces para captar su esencia, y aún así se nos escapan y los vemos desde una perspectiva diferente en cada lectura. Pessoa siempre sugiere algo nuevo; nunca se cansa uno de leerlo. Es un escritor poliédrico y genial.

En el Libro del desasosiego hay todo un mosaico de reflexiones, casi siempre introspectivas, a veces polémicas, otras sorprendentes, muchas de ellas tristes, confesiones íntimas de un ser de sensibilidad única, solitario, cuya cabeza nunca paraba de pensar, de indagar, aplicado a la escritura como un deber sagrado para recoger aunque fuera una parte infinitesimal de lo que se le venía a la cabeza, en su mayoría ideas inaprehensibles, que, como él decía, al sentarse a plasmarlas por escrito desaparecían como por ensalmo. Incluso en una obra tan filosófica como este libro aparece cada cierto tiempo el poeta:

"Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mí alegría es tan dolorosa como mi dolor. Ojalá fuese un niño que echa barcos de papel en el estanque de una quinta con un dosel-rústico de entrelazamientos de emparrado que pone ajedreces de luz y sombra verde en los reflejos sombríos de la poca agua".

Ajedreces de luz y sombra para evitar el tedio, una constante en su vida. Poesía en medio de la angustia. Algunos poetas han bebido de estas fuentes, pero sólo los más grandes.

martes, 6 de julio de 2010

Escatologías infantiles

Debo reconocer que la escatología, en la segunda acepción que da para este término el diccionario de la RAE, es algo que me apasiona. Estoy convencido de que es consustancial al ser humano el interés por los asuntos escatológicos y el regocijo en ellos. No hay más que observar a un niño para comprobarlo; pocos os habréis perdido la tierna escena de un bebé paladeando con deleite sus propios residuos sólidos, como se dice ahora. No hay cosa que le haga más gracia a los pequeños que hablar de cacas, peos, pipís, culos y demás lindezas. La carcajada está asegurada, y se prestan gustosos al juego elaborando sus propias variantes escatológicas.

Yo, que para muchas cosas me he quedado anclado en la infancia, mantengo unas conversaciones de igual a igual con mis hijos sobre estos asuntos. Por ejemplo, les digo que juguemos al "veo veo", y empiezo rápido: - Veo veo. Ellos responden al unísono: - ¿Qué ves?, y yo: -Un peo. Al principio se reían, pero ahora me protestan e incluso empiezan a dudar si responderme o no; cuando estén en edad de darles premios ya les pondré en su sitio. Otra cosa que hago mucho cuando estoy solo con uno de ellos, por ejemplo con Jaime, es soltar, por así decirlo, un exabrupto retumbante, y cuando aún no se ha apagado el eco digo: - Pero hombre, Jaime, no seas guarro, a lo que éste responde: - No seas mentiroso, papá, has sido tú. Y así nos llevamos todo el día los cinco (mi mujer no se presta al juego). La última adquisición es Gonzalo, que se recorre la casa tirando pedorretas detrás de sus hermanos a sus catorce meses, mientras Jaime le enseña el culo para provocarle. A todo esto, Miguel muestra últimamente bastante menos entusiasmo por estos juegos. De vez en cuando me suelta: - Papá, vale ya, ¿no? Se ve que a sus siete años ya me ha rebasado en edad pudorosa. Él que se lo pierde. En cuanto a Ignacio, participa activamente en todas las actividades propuestas. Si hubiera que ponerle nota yo elegiría "Competencia confirmada", como pone en los boletines modernos, que yo sustituiría por: "Flatulencia confirmada y pedorrencia en vías de adquisición".

P.S. No quiero ni pensar lo que mis hijos irán diciendo de mí en el colegio; debo de tener una fama bien merecida entre sus profesoras.

P.P.S. Me consta que soy el ídolo de alguna de ellas.

lunes, 5 de julio de 2010

Niñatos tuneados

De la amplia variedad de manifestaciones de mala educación y falta de respeto por los demás con que nos deleitan muchos de los jóvenes actuales hay una que me resulta especialmente desagradable y enervante, y es el ruido que arman con los coches discoteca, especialmente por las noches. Hasta en un pueblo pequeño como Alájar no estamos libres de esa lacra, sino más bien todo lo contrario; incluso el problema es peor que en la capital.

Hace un tiempo los jóvenes del ámbito rural eran en general más educados y respetuosos, incluso entre las clases más humildes, como resultado de una larga tradición de respeto y saber estar de las gentes del campo, no contaminadas por los malos hábitos de las aglomeraciones urbanas y las malas condiciones de trabajo surgidas desde la Revolución Industrial. Pero hoy las cosas lamentablemente han cambiado. La globalización tiene mucho que decir en esto: los modelos de comportamiento de los jóvenes transmitidos primero por la televisión y más recientemente por Internet y las redes sociales han traspasado fronteras. Y también existe otro motivo muy claro, que es lo fácil que tienen hoy en día la vida muchos jóvenes, a los que, a diferencia de sus padres y abuelos, nunca les falta un techo bajo el que dormir y abundantes cantidades de comida, incluso entre las clases más humildes, por no hablar de caprichos caros que sus progenitores se pueden permitir el lujo de comprarles. Esto es consecuencia del tan alabado Estado de bienestar, que paradójicamente provoca el malestar de muchos ciudadanos descontentos como yo.

A estos cachorros del PER, a estos sujetos despreciables que se gastan todo el dinero que ganan (o ganaban) trabajando en la construcción en comprarse un coche que no pueden pagar y un equipo de música que vale más que el coche. A estos sinvergüenzas de botellón que no respetan el descanso de los demás y que tiran las botellas de Legendario (¡viva Cuba libre!) al suelo para hacerlas añicos y que se claven los cristales en los pies algún niño al día siguiente. A estos desgraciados, a esta basura que despierta a mis hijos a las cinco de la mañana porque tienen que demostrar a todo el pueblo lo potente que es su equipo y lo caro que les ha costado. A esta escoria, a estos parásitos de la sociedad, lo que les hacía falta es que les inflaran a hostias, sus padres o la Guardia Civil, y entonces se les iban a quitar las ganas de dar por saco.

sábado, 3 de julio de 2010

Hielo


Soñando la otra noche me perdía
bajo la costra de un estanque helado,
y al encontrar la luz por donde entré
un loco me arrastraba hasta el abismo
oscuro como el frío de todos los inviernos.

Aquel silencio gélido
tapó con su dulzura mis temores.
Mi vida se apagaba gozosa, acompañada
por mil almas gemelas.

Mejor morir en el jardín oscuro
donde acechan las almas de los genios
que vivir en un mundo de mentira,
una prisión de cielo transparente
de la que nunca pueden escapar
los pájaros inquietos de mi alma.

viernes, 2 de julio de 2010

Mi blog y yo

Este es un blog serio, aunque no lo parezca algunas veces. ¿Que por qué salgo por ahí? Porque en el fondo a los que tenemos un blog nos importa la imagen que damos a nuestros lectores. Algunos ya nos conocen de antes, y pueden descubrir un aspecto nuestro que desconocían: el blog se presta a expansiones, confidencias y despliegues de talentos que difícilmente se manifiestan en el trato cara a cara. La mayoría de nuestros lectores, sin embargo, no nos conocen en persona, y ahí es donde juega esa imagen proyectada a la que aludía antes. Así, los que no me habéis tratado os formaréis una idea de mí construida exclusivamente sobre lo que escribo, bien en las entradas o en los comentarios a las mismas. Seguramente quien lee mi blog y luego me conoce se esperaba otra cosa. Yo suelo ser muy sincero, y empleo un estilo llano, pero en muchas ocasiones hago entradas "serias": poemas, reflexiones, etc., que muestran un lado más, digamos, trascendente de mi persona. Si yo quisiera transmitir una imagen "literaria", en cierto modo elitista, me abstendría de usar la espontaneidad en las entradas y comentarios, y me centraría sólo en ciertos temas. Por otro lado, al alternar entradas jocosas con las serias corro el riesgo de ser mal visto por ciertos lectores que no aprueban estos comportamientos y que consideran que un escritor "serio" no puede permitirse según qué cosas. Sé lo que estáis pensando ahora mismo: !Allá cada cual con lo que piense: hay que actuar sin pensar en los demás! Muy cierto, y precisamente por eso escribo como escribo, pero no puedo dejar de planteármelo. Es más: juraría que todos los que tienen un blog lo tienen en cuenta, bien consciente o inconscientemente.

P.S. Los que me conocen en persona pueden corroborar mi absoluta seriedad y saber estar.