sábado, 1 de noviembre de 2014

Idvos


Pone Galdós en boca de la manchega doña Leandra, en Las Bodas reales, el siguiente monólogo impagable:
Idvos, idvos pronto, que yo haría lo mesmo para no volver, si pudiera; este pueblo no es más que miseria con mucha palabrería salpimentada: engaño para todo, engaño en lo que se come, en lo que se habla, y hasta en los vestidos y afeites, pues hombres y mujeres se pegotean cosas postizas y enmiendan las naturales. ¿Qué hay en Madrid?, mucha pierna larga, mucha sábana corta, presumir y charlar, farsa, ministros, papeles públicos, que uno dice fu y otro fa; aguadores de punto, soldados y milicianos, que no saben arar; sombreros de copa, algunos tan altos que en ellos debieran hacer las cigüeñas sus nidos; carteros que se pasan el día llevando cartas... ¿pero qué tendrá que decir la gente en tanta carta y tanto papel?... carros de basuras, ciegos y esportilleros, para que una trompique a cada paso; muertos que pasan a todas horas, para que una se aflija, y árboles, Señor, árboles sin fruto, plantados hasta en las plazuelas, hasta en las calles, para que una no pueda gozar la bendita luz del sol...
Yo había oído iros, íos, irse, hasta creo que Lola Flores espetó al respetable un "si me queréis, irsen" en la boda de su hija Lolita. Todo, menos la expresión correcta idos; pero este idvos es insuperable. Y qué decir de la pierna larga y sábana corta, sabiduría popular admirablemente expresada, o la referencia a la gente que "no sabe arar", como nuestros políticos y banqueros. Ahora no se gasta papel de carta, pero los teclados de los móviles echan humo, y total, para lo mismo, para no decir nada... Pero lo que más me fascina de esta genial muestra etnográfica es el final: lo de los árboles "sin fruto", cómo iba una manchega a entender esto, si los únicos árboles útiles son los frutales: el resto es monte que únicamente sirve para leña. Y es que el arboricidio es cosa muy antigua, y no precisamente de la ciudad, sino de los rústicos, que acabaron con la selva que cubría la península para dejar pasar el sol y, por qué no, hacer sitio a las andanzas de don Quijote. Ante Galdós hay que descubrirse.

6 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Coincido totalmente: hay que descubrirse. Texto completamente actual.
Saludos
Francesc Cornadó

Er Tato dijo...

Sin duda hay que descubrirse, Ridao.

Y es que, además, lo de los árboles sin fruto por las calles me ha tocado la fibra. Ya escribí hace tiempo, mucho tiempo, en la taberna quejándome de esa puñetera manía de nuestros gobernantes de querer ser tan modernos tocándole los huevos al personal.

Además, allá por Junio de este año escribí una carta a nuestro alcalde quejándome de las tipuanas de los cojones. Y no te lo pierdas, recibí una carta del Jefe de Gabinete del alcalde diciéndome que el alcalde había recibido la mía. Que digo yo, que con un conserje era suficiente para acusarme recibo. Pero se ve que les preocupa más aparentar que están en ello -¡todo un Jefe de Gabinete!-, que estarlo realmente.

En fin, que menudo rollo que te he metido...

Un abrazo, poeta

Er Tato dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joaquín Parellada dijo...

Magnífico fragmento. Tan bueno como el discurso del tío de Fortunata (José Izquierdo, alias Platón)[Parte primera, capítulo IX “Una visita al cuarto estado”, V] o el fragmento inicial de La de los tristes destinos, donde la Pepa Jumos llora la muerte de su novio, Simón Paternina.
¡Qué grandes es don Benito!
Por cierto, amigo Ridao, le voy a poner los dientes largos: mañana tengo entradas para el Dido & Eneas que dirige Robert King en el Auditori de Barcelona. ¿Te animas?
Un saludo,
Joaquín Parellada

Dyhego dijo...

Leí en el instituto a Galdós. Ahora he vuelto a encontrarme con él leyendo los Episodios Nacionales.
Es buenísimo. La prosa, decimonónica, pero bellísima. Y sus apreciaciones, impagables.

Si me queréis, no sus vayáis.

Salu2 i2.

José Miguel Ridao dijo...

Por desgracia es así, Francesc. Incluso ahora es peor en algunos sentidos.

Anda que no, Tato, las tipuanas de los cojones con las florecillas amarillas que dejan el coche con un mejunje por lo alto que no sale ni con agua hirviendo... Ese mes de julio cuando vuelves de las vacaciones y encuentras el coche enterrado bajo un metro de jarabe... De rollo nada.

Bienvenido, Joaquín. Efectivamente, los dientes bien largos, espero que disfrutara esa pedazo de aria de la muerte de Dido, la música más conmovedora y triste del universo.

Compartimos lectura, Dyhego. Yo acabo de empezar la cuarta serie. Voy por "Las tormentas del 48".

Abrazos retrasados.