De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
CRÓNICA DEL DÍA DEL APAGÓN
-
Hombre soy y nada humano me es ajeno.
TERENCIO
El lunes pasado llegué a Montequinto (el barrio de Dos Hermanas donde doy
clase) quiz...
Hace 4 horas