De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
Las razones de un escéptico que vive por aquí cerca
-
*A*unque motivos no le faltan, el escéptico se mira al espejo, hace un
esfuerzo, y procura no dejarse llevar por el pesimismo. Es un descreído al
que...
Hace 3 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario