Está en la sierra de Huelva, en Alájar. Perdida entre colinas, no se divisa hasta que el camino llega a su final. Dice la leyenda que no la tomaron los franceses; la buscaron pero no dieron con ella. En tiempos de la emigración sus habitantes la abandonaron, pero aún resuenan sus ecos en las callejuelas empedradas. Amalia me cuenta que iba todos los días a la escuela andando por ese camino, con lluvia y frío, pero no le importaba. El pueblito era una gran familia, y cuando sólo había un huevo que comer los niños se turnaban para mojar el pan en la yema, y después jugaban y reían. Los hijos y nietos tienen ahora todoterrenos en los que se puede llegar por un carril que han abierto. Algunos han vuelto y arreglan sus casas para pasar los fines de semana, pero la vida de antes ha desaparecido. Sólo en agosto, cuando la Virgen de la Salud, la aldea recupera en parte la alegría de las fiestas de antaño, y los niños que la dejaron sienten nostalgia y recuerdan tiempos más pobres pero quizás más felices, o a lo mejor es que el tiempo borra las desgracias y hace que sólo recordemos los buenos momentos. Cuando camino hasta allí o contemplo esta foto me da la impresión de que el tiempo se ha detenido en Los Madroñeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario