martes, 15 de enero de 2013

Trogloditas (2)



Fuimos atacados por los garamantes a la caída del sol. Llegaron en sus cuadrigas resplandecientes, entre nubes de polvo dorado, y comenzó la caza. De nada nos sirvió escondernos en las cuevas, porque azuzaban grandes perros que llevaban consigo y nos sacaban a dentelladas. Sentí cómo despedazaban a mi mujer, a mis hijos, a mi pueblo entero, y cortaban su carne en grandes trozos y la cargaban en los carros. Las lanzas y los cuchillos me asediaban, y se clavaban en mi carne, pero yo seguía vivo y podía sentir todo el horror de mi sangre caliente mezclada con la de las otras víctimas, y no sentía dolor, y mi grito se alzaba por encima del estruendo, y mi boca sabía a tierra negra, y no era aire lo que llegaba a mis pulmones, sino fuego, ira y un lamento profundo. Después cesaron poco a poco los sonidos, y abrí los ojos y no vi nada, y me busqué el rostro y no tenía ojos, ni cuencas, ni cara que buscarme. Tampoco tenía manos para tocar mi cuerpo inexistente, pero sigo existiendo en este relato que da noticia de mi raza extinguida, orgullosa y noble, la más sabia que ha poblado la tierra.

4 comentarios:

Dyhego dijo...

Monsieur Ridao:
¿Está usted hablando de los garamantes de la Tierra Media, de la Tierra Entera, de la Tierra de Alájar, de la Tierra de los Andurriales, de la Tierra de Siltolá, de la Tierra de Canora o de qué exactamente?
Salu2 prehistóricos.

José Miguel Ridao dijo...

Son los garamantes de que hablaba Herodoto, cazadores de trogloditas etíopes.

Dyhego dijo...

Pa que veas lo enterao qu'estoy. Si fuera ido al gúguer no me pasara esto de quedar como un ceporro.
Salu2.

José Miguel Ridao dijo...

Y si tú hubieras sido otro, habrías ido ar gúguerl y actuado con toda naturalidad, como si conocieras a los garamantes de toda la vida. ¡No cambies!