lunes, 3 de septiembre de 2012

Eco



La oréade de Citerón sigue danzando por las cuevas, por los valles y los ríos de Beocia. Todas las mañanas se despierta con la esperanza de unos sones que pongan voz a sus mudos anhelos. Desde que le vio sólo vive por su nombre; no hay  castigo mayor que no poder nombrar a la persona a quien amas. Tan cruel como no poder jamás consumar ese amor que sientes por lo que viste reflejado en la lámina del agua. La estirpe de las ninfas es humillada y diezmada por los reyes del Olimpo. Ella repetirá hasta el fin la palabra del último mortal, y luego se hundirá en el lago para encontrarse con su amado.

2 comentarios:

Dyhego dijo...

Monsieur Ridao:
El caso es que hay más de uno con ese síndrome.
Salu2.

José Miguel Ridao dijo...

...y ahora resulta difícil saber cuál es el síndrome, con el cambio de título, jeje...