Cualquiera es capaz de escribir un diario como lo hizo Jünger, cinco años en las trincheras, rodeado de granadas, matando enemigos, corriendo entre cadáveres y con la vida pendiente de un hilo. Lo difícil es hacerlo como yo, desde un sofá.
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A mí este Jünger me recuerda cada vez más al barón de Münchhausen.
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¿Cómo habrá evolucionado el pensamiento de un hombre que nació en la época del imperio austrohúngaro, luchó como oficial en la Primera Guerra Mundial como imperialista convencido, también en la Segunda Guerra Mundial a su pesar, en las antípodas de los ideales de Hitler, y que fue testigo de todos los acontecimientos posteriores del siglo XX, incluyendo la guerra fría, el imperialismo americano y la caída del muro de Berlín? ¿Saldría a la calle con 95 años para festejar la caída del muro? ¿Qué pasaría por su cabeza el día que murió, a punto de cumplir 103 años?
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Cuando estemos muertos, ¿nos acordaremos de cuando estábamos vivos? Porque lo que es yo, no recuerdo haber estado muerto.
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El tiempo no hay que aprovecharlo, sino dejar que pase tranquilamente sobre nuestras cabezas mientras nos tomamos un cubatita tumbados en una hamaca.
2 comentarios:
El primero y el último, querdio mío, me los pido para mí.
(y lo de "escolafríos", o como coño lo escribiera, en fin...que no es que no tenga remedio, es que me supero)
Abrazos, querdio R.
J.
Tuyos son, querdio, pero no me los descalabes.
Un abrazote (sin premio).
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