Hace ya tiempo que no traigo aquí anécdotas de mi hijo Miguel, y no es precisamente por falta de material, sino todo lo contrario. Para enmendarme, referiré un par de ellas muy recientes. Hace unos días iba yo conduciendo y, como de costumbre, los niños viajaban conmigo. Miré por el retrovisor y vi la cara de concentración de Miguel, que siempre es presagio de las salidas más peregrinas. Efectivamente, al poco rato dijo:
- Papá, si mamá estuviera esperando otro hermanito y tú te fueras, ¿desaparecería el bebé?
Una pregunta que tenía doble miga, lanzada con toda la intención. No pude más que responderle que no iba a haber bebé, pero que en el improbable caso de que lo hubiera, seguiría creciendo hasta que naciera. Miguel no quedó muy conforme, y volvió a la carga:
- Pero si ese bebé naciera y tú te vas, ¿podrían venir más bebés?
Sospecho que tenía preparada esta segunda pregunta, ahí quería verme. En ese momento, y siguiendo las tendencias pedagógicas del momento, le podría haber comentado con pelos (con perdón) y señales todo lo referente a la procreación, pero uno es de la vieja escuela, así que me limité a decirle que no, y que él fuera sacando las conclusiones pertinentes, que ya iba bien encaminado.
Esa misma tarde se le cayó un diente que llevaba moviéndose mucho tiempo, y su emoción fue indescriptible, pues a sus ocho años sigue creyendo a pies juntillas en el ratoncito Pérez. Al llegar la noche depositó el dientecito, como es preceptivo, junto a su almohada, pero -¡ay!- el ratoncito (o los ratoncitos) no hicieron esa noche su trabajo, y Miguel me despertó por la mañana temprano con las lágrimas asomando por sus ojos diciendo que el ratoncito Pérez no se había llevado su diente. Yo le expliqué lo que procede en estos casos: que el Sr. Pérez tiene mucho trabajo, que todos los días se caen los dientes a millones de niños, y no tiene sustituto, que a veces enferma, o con tantos recados se despista, o como tiene tan poco tiempo para buscar, a veces no encuentra el diente… Miguel se hizo cargo inmediatamente de la situación, así que se dispuso a poner de nuevo el diente debajo de la almohada, pero cuando llegó la hora de acostarse y fue a buscarlo… ¡¡El diente no aparecía!! Él decía que lo había dejado en la mesilla de noche, pero Yaíma, la chica que trabaja para nosotros, había hecho limpieza de la casa, se conoce que el diente había salido andando. ¡Una tragedia! Mayor aún que la anterior. Pero como los superpapás tienen salidas para todo, su mamá le propuso poner en lugar del diente una nota aclaratoria (ni que decir tiene que el ratoncito Pérez sabe leer), y seguramente, dada la bondad sin límites del personaje, podría hacer una excepción y traer el regalo a cambio de nada. Inmediatamente, Miguel se aplicó con empeño a esta labor, y redactó esta nota:
Ratoncito Pérez la tata me a perdido porfabor busca el diente porque yo no lo encuentro y dejame el regalo porfabor si lo aces graciasComo no podía ser de otro modo, a la mañana siguiente la nota había desaparecido (milagrosamente, vive en mi blog), y en su lugar había un flamante billete de cinco euros con el que Miguel se propuso comprar más riquezas que la lechera del cuento.
Firmado M
P.S. Estoy orgulloso de Miguel: acaba de empezar la primaria y ya escribe como los alumnos de ESO.
12 comentarios:
José Miguel, el mío, de los dos dientes que se le han caído,se ha tragado los dos.
Eso si, esta vez fue el Ratón Pérez el que nos dejó una nota diciendo que nos dejaba el dinero, pero que no iba a rebuscar en ningún sitio el diente. Que nos lo regalaba...
Sin duda, Miguel apunta maneras y será un digno Ridao, capaz de escribir Post Scriptum tan agudos y acerados como los de su padre.
¿Cinco euros?
Un cuarto de abrazo, so tacaño.
¡Hombre Ridao! yo estoy de acuerdo con el Tato.
Un tio con la agudeza mental de Miguel, al que además su padre olvida de llamar al ratón Pérez la primera noche, creo que merecía un premio mayor.
Enternecedora entrada que a mí me encanta.
Un abrazo
Amo a ve, señores dadivosos: dejando aparte las muelas, cosa discutible, cada niño tiene doce dientes, que se le caerán eventualmente. Pongamos que el primero, por su carácter excepcional, es premiado con 20 euros, y el resto, como hago yo, con cinco euros. eso hace 75 euros por niño. Yo tengo cuatro, luego el ratón Pérez debe disponer de 300 euros. No está mal, dado el estado de la economía. Es una manera de fomentar el consumo, a expensas del bolsillo de Mr. Pérez. Hagan cuentas, señores...
Y gracias a los tres.
Abrazos ruinosos.
¿Y a ti qué más te da si ese potosí lo paga el señor Pérez? ¿O acaso tú también eres de los que cree que el ratoncito Pérez no existe?
Menos abrazos y más soltar la mosca, machote, que eres un machote.
P.S.: ¿Pérez...? ¿Pérez...? ¿No será...? Oye, por si acaso, ten cuidado no vaya a ser que Alfredo P. se te vaya a comer un chiquillo. ¿Seguro que el diente lo tiró la tata sin querer?
Venga, Tato, que no tienes bastante con la creación de dinero bancario para que encima ahora en este país puedan crear dinero los ratones. Parece mentira que seas economista, vamos a tener una hiperinflación ratonera que nos vamos a cagar.
Y sí, ese Pérez huele a chamusquina.
Un abrazo acojonado. Machote, pero acojonado.
Hombre Ridao, bueno va que el Ratón Pérez ande tan ocupado y luego sepa compensar el viaje del diente...Pero que no le explique al niño lo de la semilla con el trabajo que ese tema le está dando a la criatura...
Yo sin embargo lo de los cinco euros lo veo hasta generoso, por aquí suele dejar dos y medio, tres, eso sí, siempre ha contestado todas las cartas.
Un abrazo.
El drama se repite en otros lares, Ridao. En su caso se puede explicar que las trampas de ratones alejan al Ratón Pérez del cuarto del infante, así que, como es listísimo, ha dejado los euros fuera, debajo de un olivo, de una piedra, en el palomar, etc. Oye, vas, y ahí está el regalo.
Abrazos
PS: En todo caso lo de 5 euros me ha impactado, qué nivel, qué riqueza la del ratón en vuestra casa...
Encantadora historia. Espero que Miguel cuando llegue a ESO escriba mejor que muchos de Bachillerato.
Un abrazo.
Ridao,ese Miguel hay que vé lo listo que es,un beso múuuu fuerte pa el,ya lo veo superandote en sabiduría,que eso ya es dificil,pero el Miguel es mucho Miguel.
Me muero de ternura con esta anécdota de Miguel, los niños son inocentes pero de tontos no tienen nada (léase que cree en el
Ratón Pérez, pero no desisten del billete) y eso los hace encantadores.
Cuando mi hijo, Daniel, tenía su edad, vino mi madre de visita y Daniel le dijo: "abuela, se me cayó un diente y el ratón me dejó este billete". Mi madre, abriendo su monedero le dijo: "y también pasó por mi casa y te dejó este otro billete". Dani, la miró extrañado y le preguntó: "¿Y cómo sabe el Ratón Pérez que somos parientes?".
Besos para los dos Migueles.
Blimunda: si el Ratón Pérez le llega a explicar eso a Miguel, dejo de creer en los Reyes Magos.
Aurora: no había caído en esos trucos, y mira que tengo trampas en casa. Pero el problema es que de vez en cuando cae un ratón, y si ese día cae uno y Miguel lo ve, tenemos tragedia planetaria.
Ojalá, tocayo. Por desgracia, mi ironía refleja una situación bien triste, como sabes.
Se lo doy de tu parte, Rocío. El año pasado por estas fechas estábamos en bolivú.
Liliana: tu anécdota es encantadora. La ilusión de los niños es lo más grande. bendito ratón Pérez.
Besos.
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