Si hay un fenómeno relacionado con la melancolía, ése es la lluvia. En la antigüedad nadie la ensalzaba: tan ocupados estaban con la épica que no tenían tiempo para nostalgias. Éstas vinieron más bien en épocas recientes, cuando el poeta ha tenido tiempo que gastar, salvado el trámite de las obligaciones cotidianas. Entonces se ha asomado a las ventanas y ha comenzado a soñar, y ha comenzado a llorar. Todos nos imaginamos al viejo Verlaine escribiendo versos iluminados en un café de París con los ojos inyectados en absenta, mientras fuera caía una lluvia machacona y triste. La fée verte, asociada para siempre a esos tiempos brumosos, verdes de lluvia y de licor. Il pleut dans mon coeur / comme il pleut sur la ville. Esa letanía, esa genial metáfora entre lluvia y llanto, corazón y calles parisienses, ha conmovido y siempre conmoverá a los amantes de la poesía. Y después de Verlaine, cuando leo a Bernardo Soares, álter ego de la saudade, no puedo dejar de imaginar las calles de Lisboa mojadas por la lluvia del invierno, el cielo eternamente gris tras la ventana de la oficina del patrón Vasques, el poeta levantando la vista de su correspondencia comercial para soñar, ensoñar, acompañado de esas calles acuosas.
Después de estos dos grandes, que tuvieron buena compañía, la nostalgia pasó a ser una moneda de plata vieja, tan usada que perdió su brillo. Hay más poetas tristes que poetas melancólicos. No hay tristeza en la melancolía. No hay grandeza en la tristeza. Algunos, pocos, han superado la prueba del tiempo, y continúan empapando sus poemas con la lluvia del otoño, del invierno, de todos los otoños y todos los inviernos, y consiguen traducir la devastación que la lluvia produce en las almas en unos pocos versos emocionantes y auténticos, tan auténticos como el temblor de las hojas verdes envueltas por ráfagas serenas de agua limpia.
4 comentarios:
energía al por mayor en tus palabras, haces que me sienta nostálgico de mi melancolía
Me identifico plenamente con tus conceptos de melancolía y de tristeza, José Miguel, lo uno no implica a lo otro de ninguna manera, y aún me atrevo a cambiar melancolía por nostalgia, lo que se acerca más a la creación y menos al dolor que no hace falta que tengamos para parir un texto emotivo.
Toda la semana pasada llovió en este invierno de Buenos Aires, y claro, como yo soy del montón, para no ser menos también escribí mi último poema, "Memorias del agua", que leeré en la tertulia del 2 de septiembre.
Me sentí dentro de tu texto (seguramente porque me pescaste con un poema "ad effectum") pero fue grandioso.
Besotes.
Pues eso ya es mucho, Marcos. Me conformaría con el por menor.
Tienes toda la razón, Liliana, el dolor no es necesario para crear, a diferencia de lo que creen muchos. Es un accidente que te sobreviene o no, y que en cualquier caso es negativo. Espero que cuelgues ese poema.
Ya va llegando tu primavera, seguro que en todos los sentidos.
Abrazos.
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