Es famosa la paradoja de Aquiles y la tortuga planteada hace dos mil quinientos años por el filósofo griego Zenón de Elea. En ella Aquiles, el de los pies ligeros, acepta encantado el reto que le propone una tortuga para ganar una carrera. Se pacta que la tortuga tenga una considerable ventaja sobre Aquiles, lo que sin duda no va a impedir que el héroe aqueo la adelante en un santiamén y avance triunfante hacia la meta. Sin embargo, Zenón plantea el siguiente sofisma: para que Aquiles alcance a la tortuga se dirigirá al punto que ésta ocupa, pero al llegar allí la tortuga habrá recorrido un trecho, aunque corto dada su velocidad. Aquiles se dirigirá a la nueva posición ocupada por la tortuga y le pasará lo mismo, pues se habrá vuelto a mover, y así hasta el infinito, ya que la tortuga seguirá moviéndose del lugar que ocupa indefinidamente, y llevará a Aquiles pegado a sus talones (¡una premonición de su muerte!), sin alcanzarle nunca. Otra posible formulación del problema sería considerar que Aquiles debe recorrer en cada momento la mitad de la distancia que les separa. Una vez recorrida esta mitad recorrerá de nuevo la mitad del espacio que ahora queda entre él y la tortuga, y así sucesivamente hasta el infinito, pues siempre quedará media distancia que recorrer.
Podemos plantear una paradoja parecida considerando la vida humana y el espacio temporal que nos separa de la muerte: siempre llegaremos a un punto en que quedará la mitad de ese tiempo, hasta el infinito, luego podemos decir que el hombre es inmortal.
Mañana daré cuatro posibles soluciones a este "acertijo", a ver si entre todos desmontamos las argucias de este astuto griego (si es que no tiene razón).
5 comentarios:
Vamo a ve, chavá, la muerte es una canina, no una tortuga, no me times. Así que no se va a mover a una nueva posición (si acaso te puede dar un guadañazo desde lejos). Entonces, si no avanza y nosotros hacia ella sí, llegará un momento en que la mitad del tiempo que queda sea igual que el tiempo que queda, esto es: cero patatero y festín de gusanos (con las dos manos).
Atiende, chavá: tú te vas a morir algún día, ¿no? Bueno, pues supongamos que te llega la hora el 1 de enero de 2101 (por aquello de que hayas vivido en tres siglos distintos). Hasta llegar a esa fecha te quedan, prescindiendo de lo que falta del día de hoy y contando los años bisiestos, exactamente 32.203 días. Para llegar a esa fecha debes vivir previamente la mitad: 16.101 días y medio, y ahora otra vez la mitad: 8.050 días y 18 horas, y así tienes que ir viviendo esas mitades de tiempo, sin llegar a la fecha nefanda; vamos, que nunca llegará tu hora.
Ting Dain Küeing?
Monsieur Ridao:
Estas cosas no me las creo ni harto de vino.
Es como la historia del pollo asado y los dos comensales. Yo me como uno y tu no te comes nada y nos hemos comido el 50% del pollo cada uno.
To eso son trucos pa sacarnos las perras y subirnos el IVA, ya lo verás.
Salu2 tortugosos
Eso me lleva a recordar el problema de la famosa flecha, que si está, en cada momento de su vuelo, inmóvil en un espacio igual a su longitud, ya me dirás cuándo se mueve... Eran majos estos griegos, ¡lástima que no encontraran alivio en sí mismos, que buena falta les haría ahora a su prole!
Un abrazo.
Dyhego: ¿Comensales? ¿No serás tú el que ha tenido la idea del "comensalismo"?
No conocía ese problema, Javier. Más que filósofos eran pajeros mentales y nada pragmáticos. Hace tres milenios se conformaban con el pastoreo, pero hoy que han catado los audis y los aifones van a sufrir un poco más.
Abrazos audifoneros (por aquello del audi y del aifon). ¡Uaaaargg!
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