martes, 1 de mayo de 2012

Vilano


Hace unos días, al levantarme sentí algo que no había conocido desde que abrí este blog hace tres años y medio: no me apetecía escribir una entrada, ni comprobar los comentarios de entradas anteriores, ni responderlos. Una especie de vacío literario lleva acechándome un tiempo, y no tiene que ver con esa falta de inspiración que suele aducirse como excusa para no escribir: yo lo he hecho contra viento y marea, he sacado poemas risueños desde la pena, y versos negros escritos con despreocupación; quien me conoce lo sabe. Es algo distinto, cuyas causas no deben ser expuestas en un diario abierto, y que están relacionadas con mi condición de diletante a mi pesar, un deambular sin rumbo por un mundo asombrosamente extenso, inabarcable, que se escapa a cada línea, se dispersa como un vilano de primavera, el mismo que me hace escribir estas líneas que no conducen a ningún sitio, tan sólo me reafirman en la decisión de seguir escribiendo mientras viva, y no justificar mis actos más allá de unos pocos momentos en que siento la necesidad de escribir en alto para oírme bien, más allá del ruido de mi mente, sin dirigirme a nadie ni tampoco esperar respuesta de nadie.