En una de las tertulias de Los Mercuriales de este año leí a mis compañeros este párrafo de la obra Antonio Azorín, del autor con el mismo seudónimo. Entonces se abrió un debate entre los que consideraban el texto una antigualla que hoy en día no tiene ningún interés, puesto que en él no "pasa" nada -hubo quien dijo que se ponía nervioso porque estaba esperando que hablara alguien, o al menos que apareciera en escena un personaje-, y otros, una minoría, todo hay que decirlo, entre la que me encuentro, que opinábamos que la belleza de las descripciones de la naturaleza que hace Azorín justifica su lectura, y que se puede disfrutar mucho de este tipo de literatura que presenta una imagen tan vívida de paisajes, pueblos y tipos humanos. De hecho, todo el libro va en esta línea, y el autor se detiene morosamente en cada objeto que se ofrece a la vista del protagonista. Si estáis interesados, podéis descargaros el libro gratuitamente en la página de Proyecto Gutenberg, aquí.
A lo lejos una torrentera rojiza rasga los montes; la torrentera se ensancha y forma un barranco; el barranco se abre y forma una amena cañada. Refulge en la campiña el sol de Agosto. Resalta, al frente, en el azul intenso, el perfil hosco de las Lometas; los altozanos hinchan sus lomos; bajan las laderas en suave enarcadura hasta las viñas. Y apelotonados, dispersos, recogidos en los barrancos, resaltantes en las cumbres, los pinos asientan sobre la tierra negruzca la verdosa mancha de sus copas rotundas. La luz pone vivo claror en los resaltos; las hondonadas quedan en la penumbra; un haz de rayos que resbala por una cima hiende los aires en franja luminosa, corre en diagonal por un terrero, llega a esclarecer un bosquecillo. Una senda blanca serpentea entre las peñas, se pierde tras los pinos, surge, se esconde, desaparece en las alturas. Aparecen, acá y allá, solitarios, cenicientos, los olivos; las manchas amarillentas de los rastrojos contrastan con la verdura de los pámpanos. Y las viñas extienden su sedoso tapiz de verde claro en anchos cuadros, en agudos cornijales, en estrechas bandas que presidían blancos ribazos por los que desborda la impetuosa verdura de los pámpanos.
José Martínez Ruiz: Antonio Azorín
Ya os imaginaréis en qué consiste el test de Azorín: aquéllos a los que ha gustado el párrafo seguramente disfrutarán de la lectura del libro, y estarían a favor de que la literatura es algo más que acontecimientos narrados, y que se puede disfrutar de una novela en la que no se narren sucesos, ni se expongan reflexiones, ni se profundice en la psicología de los personajes. Los que consideran esto último como imprescindible en la literatura de hoy en día, los que desprecian los libros de Azorín, que no habrían soportado el paso del tiempo, estarían en la otra orilla.
¿Cuál de las dos posturas será mayoritaria? En la tertulia se vio que la segunda. ¿Y vosotros, qué pensáis?
P.S. Vaya pinta de sieso avinagrado que tenía Azorín. Mira que se esmeró Zuloaga, y le dijo que cerrara los ojos al posar, pero ni así. Y feo, de cojones.
20 comentarios:
Yo creo que al describir se elige, se matiza, se destaca o se oculta, nos decantamos de lleno aunque el objeto descriptivo sea un paisaje. Esto es muy psicológico en mi opinión, yo es que soy de las de Azorín.
Yo creo que es una cuestión de sensibilidad. Me explico. Yo me saltaría un párrafo de ese estilo porque jamás me fijaría en detalles así al natural, mirando un paisaje. Es decir, que no me identifico, no me interesa. En cambio, si me metes a un labriego en el cuadro, mi curiosidad empezaría a despertarse. Quiero saber más sobre él, por qué está ahí, qué le pasa. Y seguramente me trague el párrafo entero, pero como un mero trámite necesario para llegar a la chicha del asunto: el personaje, la acción (que no tiene por que ser "activa", basta con que me cuenten cosas de él). No sé si eso me mete en un tercer grupo, pero si tengo que ponerme de un lado u otro, Azorín siempre me ha dado mucha pereza.
Pues vamos uno a uno (dos a uno, yo voto como Blimunda). Teresa: lo que dices de que no necesitas "acción", sino que te cuenten cosas del personaje, pienso que te refieres a las novelas psicológicas del XIX o principios del XX. Ya digo en la entrada que eso también entra dentro de la segunda categoría (reflexiones, pensamientos...).
Monsieur RIDAO:
Descripciones, las justas.
Diálogos, los justos.
No puedo decir si me gusta Azorín porque nunca se me ha ocurrido leer nada de este alicantino. En cambio, el alicantino , Gabriel Miró me interesa bastante. El tercero, Miguel Hernández, tamibén me gusta, vaya.
Salu2.
Me alegra saber que pasásteis una buena velada con los niños correteando por la plaza. Es un lujo que los críos puedan disponer de lugares para jugar. Aprovechad todo lo que podáis la estancia en Alájar: se harán mayores y costará cada vez más ir. Antos nos íbamos al campo los viernes por la tarde, luego los viernes por la ncohe, luego los sábados por la mañana, ahora los sábados por la tarde...
Salu2.
Yo soy totalmente parcial, porque cuando tenía trece años leí "Los pueblos" y me enamoré de ese modo de contar "lo que pasa", sin que "pase nada". A mí Azorín me ha enseñado a mirar y a escribir -lo mal que yo lo haga es responsabilidad mía-.
Nuestra cultura está abocada a la acción, a la distracción, a la novedad por la novedad, a lo transgresor (sé que exagero). Por eso Azorín no puede de sentar como un tiro a muchas personas. Somos una sociedad menos contemplativa, y más necesitada de emociones fuertes. Todo esto va secando la sensibilidad.
Evidentemente, no estamos en el 98, ni hay por qué coincidir con Azorín en esa primacía de las cosas y del tiempo sobre las personas. Hay un existencialismo dicho en voz baja, pero también hay un tomarse en serio la literatura y la estética de la escritura.
En fin. También tiene que ver con caracteres y edades. Cada lector es como es.
Me gusta que hayas planteado este debate.
Estaba interno en el colegio, allá por los sesenta, cuando recibí un suspenso en una redacción por, según el fraile, haber copiado a Azorín. Yo contaba lo visto en el campo un jueves de asueto. Desde entonces "soy fiel a las grandes pasiones de la adolescencia", como dijo no sé quien. Gracias.
Hay libros de Azorín que me gusta releer -La ruta de don Quiote, Las confesiones de un pequeño filósofo, La voluntad, algunos artículos...- y, pese a todo, reconozco que Antonio Azorín es un hueso duro de roer, acaso porque el paisaje sea excesivo (incluso tratándose de Azorín) y el paisanaje muy menguado (ídem). La lectura de este libro quizás nos aporte un plus de aquello que nos exige previamente: tranquilidad de espíritu. Mis reservas, como puedes ver, son parciales.
Saludos.
A mi me gusta mucho este texto y también la cuestión que planteas en esta entrada. También me gusta el comentario de Mora Fandos, por muy exagerado que sea (que no lo es). Por cierto, el otro día estuve comiendo en Alájar. Qué suerte tienes, macho. Es un pueblo precioso!
La buena literatura siempre "dice" mucho aunque calllen en las acciones. La rotunda contudencia de las descripciones, la sensibilidad que trasuntan las palabras, la lírica que se asoma (y asombra) entre el paisaje, hace que el texto de Azorín sea una obra de arte digna de atesorar en todos los sentidos, porque estas descripciones se ven y se sienten, se transforman en imágenes para ser vividas a través de los renglones.
Hay lecturas para días de humor, para días filosóficos, para días poéticos y para cada uno de los momentos especiales que nos trascienden en la vida. Pero nunca se podrá decir que leer a Azorín es aburrido.
Puff, me entusiasmé Ridao, debería de haber dicho que coincido con vos...
Besos, heladooooos!!! Brrrrr (a bajo cero, por aquí)
P.S.: Sí que era feo, y con ganas...
El señor me coja confesao y Dios me libre de corregir a nadie.
Pero un poquitín menos de adjetivación me parece que no hubiera estado mal.
Por ejemplo: ese "los pinos asientan sobre la tierra negruzca la verdosa mancha de sus copas rotundas": o, "Y las viñas extienden su sedoso tapiz de verde claro en anchos cuadros, en agudos cornijales, en estrechas bandas que presidían blancos ribazos por los que desborda la impetuosa verdura de los pámpanos".
Se me hace un poco cargante, la verdad.
Abrazo.
Cómo no, estoy con Sara y Liliana. Cuánto tiene que ver la "circunstancia" particular del lector cuando se pone frente al texto. Ahí no hay dogmas, cada uno es y está, como es y está.
Pero, con respecto a lo que comenta Elias, que me parece una buena objeción, hay que tener en cuenta que Azorín ahí está haciendo un ejercicio de impresionismo pictórico; y también de un sentido inigualable para el ritmo. A Azorín se le lee muy bien, porque tiene el don del "andante" musical. Si no recuerdo mal, López Estrada escribió un libro sobre medidas métricas en la prosa de Azorín, y una de las conclusiones del estudio era que su prosa podía ser muy bien descompuesta en heptasílabos y octosílabos, medida del habla oral castellana. Pero es solo una dimensión: a eso habría que añadir los juegos de paralelismo sintáctico, las eufonías: copas rotundas, sedoso tapiz, agudos cornijales, impetuosa... de los pámpanos (repetición de p, y gran final esdrújulo con esa contundencia de la "p" y un par de sílabas a continuación para dejar desvanecerse la detonación, suavemente). Por no hablar de su uso de la puntuación. Eso es gran literatura, y en la literatura hay muchas moradas. Qué bueno es que la pluralidad de estilos amplíe nuestros gustos, aunque muchas veces lo nuevo, o muy distinto, pueda crear un acto reflejo de rechazo.
Ridao, Azorín me recuerda un tanto al gran Luis Ciges...
Y por lo que contais, no empiezo a leer por ahí no?
Menarrativas están dominadas por el paradigma de Carver("Un hombre sin manos llamó a mi puerta para venderme una fotografía de mi casa"), una concepción mecanicista de la literatura que, por parcial, por fuerza ha de ser falsa.
Yo estoy más con Newman, cuando afirma que, en un relato, la descripción debe ser un atajo, y no un rodeo, aunque, cuando existe talento, el autor puede saltarse las convenciones, hacer lo que le de la real gana y el resultado seguirá siendo soberbio.
Saludos.
Por algún arcano misterio informático, se ha perpetrado un apócope en mi mensaje y, donde pone Menarrativas, léase: "Me temo que las nuevas narrativas".
Saludos.
Bueno, triunfan claramente los pro-Azorín, aunque claro, la encuesta está sesgada, es mi blog y yo he defendido esa opción.
Dyhego: como todavía son pequeños y están haciendo allí amiguitos, igual me libro de lo que dices.
Mora Fandos: tus comentarios son admirables, nos transmites tu amor por este tipo de literatura, y lo haces con argumentos.
domingovallejo: tu anécdota da un poco de pena. Igualito que ahora... que nadie es capaz de copiar a Azorín, ni a ningún otro. Si los alumnos de hoy no leen, cuando se ponen a escribir es para echarse a temblar.
Luis: es interesante lo que apuntas: hay obras de Azorín más accesibles que ésta.
Gracias, Sara, se enamora uno pronto de Alájar. Si me hubieras mandado un mensajito te saludaba en persona.
Liliana ¡¡bajo cero!! Me cambio contigo con los ojos cerrados. Por aquí tenemos cuarentaitantos grados más.
Hombre, Elías, por fin una voz discordante. Iba a echarte una bronca por no seguir la línea oficialista de mi blog, pero como eres sólo uno y no pareces peligroso ni indignado, lo dejaré estar, jeje. Lo de los cornijales tiene su aquél, las palabras que sabía este hombre, yo creo que cogía el diccionario, buscaba una palabra rara y luego la introducía en la "acción".
Has estado sembrao, Escasso, he visto a Ciges en google y es clavaíto. ¡¡¡No empieces por Azorín!!!
Sombras: veo que vas contra la línea azoriniana apocopando, pero te has pasado un poco, jeje. La clave es ese "talento" que tú citas. Pocos privilegiados pueden escibir de lo que escribió Azorín sin aburrir al personal.
Abrazos, y gracias por vuestra participación.
Perdona, he suprimido el comentario porque te preguntaba para qué cerraba los ojos.
Lo le leído y parece una eternidad. Pasar sí que pasa, que unos minutos se hacen una eternidad.
A la otra orilla,
besitos.
Sí a Azorín. El paisaje es un estado del alma.
Lo raro es que no haya mucha más gente que piense como tú, Lourdes, en la tertulia eran mayoría.
Bonita frase, MLL, me la anoto.
Abrazos.
Amiel, si no me equivoco.
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