viernes, 29 de julio de 2011

Apuntes (119): Palabras perdidas


Hace unos días vimos en la playa por la tarde a una gaviota que llevaba en el pico un enorme trozo de pan. Pasó sobre nuestras cabezas en vuelo rasante, seguida por tres o cuatro compañeras, y se dirigieron al mar a una velocidad vertiginosa. A pocos metros de la orilla una de las perseguidoras le dio caza, embistiéndole con las garras, y el trozo de pan cayó al mar, al tiempo que tres pájaros hambrientos se sumergían detrás de su cena.


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El acontecimiento más sencillo, si se observa bien, es una fuente de disfrute y de admiración. El paso de las nubes por el horizonte como un trampantojo de algodón; los pájaros planeando al atardecer, dejándose llevar por el viento de poniente; un cangrejo encerrado en el cubito de un niño, moviendo sus ojos saltones; un niño pequeño que ensaya unos pasos en la arena, y cae, y se ríe; o el disco rojo del sol bajando poco a poco en el horizonte, hasta que de improviso se hunde en los abismos de la tierra, dejándonos sin habla.

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A veces me quedo sin palabras, y entonces las busco desesperado, como si no pudiera vivir sin ellas.

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Después de muchos días grises, se levantó de su silla, abrió los postigos de su ventana y dejó que la luz penetrara hasta el último rincón de la habitación, con la esperanza de que el blanco radiante de la mañana de verano taponara con su juventud impetuosa los resquicios escondidos de la enfermedad terrible.

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Escribo de madrugada cansado pero lúcido. Busco en el silencio la inspiración olvidada, a duras penas recobrada; los poemas perdidos en el abismo de la duda.

2 comentarios:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Hermosas reflexiones a la espera de la inspiración esquiva.
Un abrazo.

José Miguel Ridao dijo...

Gracias tocayo, ahí estamos. Lo importante es seguir escribiendo.