jueves, 3 de mayo de 2012

Me aterra


Me aterra el asfalto. Me aterran los contenedores apilados en los muelles del puerto. Me aterra el hormigón de que están hechas las ciudades. Me aterran las hileras de pantallas encima de mesas blancas en suelos de moqueta. Me aterran los gritos de borrachos en amaneceres sórdidos. Me aterran las miradas que se me clavan en la espalda los lunes por la tarde. Me aterra el frío del acero cromado, el ruido atronador de trescientas toneladas de hierro volando por encima de mi cabeza. Me aterra el hueco que me descubro cada mañana a las ocho y no sé si podré rellenar durante el día. Me aterra no saber reír, no indignarme nunca, tan sólo ser capaz de sentir el viento rozando mi cara. Me aterra estar tan solo que haya olvidado el timbre del teléfono. Me aterran las bocinas y los cánticos a la salida de un estadio. Me aterran los amigos que tuve y los que ya no tendré. Me aterra lo que piensan de mí sin que a mí me importe lo que piensen. Me aterra defraudar a nadie desde el salón de mi casa. Me aterra no sentir. Me aterra sentir mucho. Me aterra no dar nunca, no creer, dejar que el tiempo apenas roce mi camisa blanca. Me aterran tus palabras, tus miradas; me aterran todos estos años. Me aterra un pasado que no existe; una luz apagada en el fondo de mi primer reloj con pulsera negra de plástico. Me aterra hablar y que no me oigan; estar solo y que me miren; mirar al frente y sólo ver hombres riendo y mujeres ensimismadas. Me aterra salir del cuarto oscuro y cegarme con la luz del mediodía. Me aterra no morir nunca; vivir de inquilino en la buhardilla del número cuatro. Me aterra el resplandor del verano y el sonido apagado del invierno. Me aterra oír siempre ese ruido que tapa el silencio. Me aterran los muertos, porque ellos ya saben la respuesta. Me aterra sentir y ser sentido. Me aterra contemplar mi rostro en esa fotografía del ordenador. Me aterra el crítico que lee cinco libros por semana; el músico que compone una sinfonía entre ensayo y ensayo; el coche que me despierta de madrugada con sus decibelios estrafalarios. Me aterra la mirada de un cuerdo, el ladrido asesino de un perro detrás de una esquina. Me aterra el aire que se gasta al respirar, las bolsas de basura que tiro cada día y no sé a dónde van. Me aterra Internet con sus millones de callejas inmundas. Me aterra ese niño siempre tan callado con el flequillo recto y la trenka azul marino. Me aterra que haya un Dios, que no exista la nada. Me aterra descubrir todos los días un pedacito de duelo debajo de la almohada. Me aterra confesar lo que no siento. Me aterra hablar con sombras de rostro risueño. Me aterra llegar a casa y no estar solo. Me aterra el miedo de perderte, de perderme, de perdernos. Me aterra la primera vez que dejo de hacer algo. Me aterra ir dando tumbos por esa avenida iluminada con farolas de luz blanca. Me aterra volver a casa sentado en un banco ardiente. Me aterra el odio. Me aterra el mundo. Me aterra tanto, tanto el cielo.

7 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

La verdad es que me aterran muchísimas de las menciones que haces a mí también.
De todas formas eres un privilegiado por saberlo expresar tan bien, eso es talento literario lo de Lucía Echevarría, o como se escriba, es un mojón.
Un abrazo.

Dyhego dijo...

Monsieur Ridao:
Ejemplo patente de prosa poética.
Te imagino diciendo que el término "prosa poética" es una bujarronada gayesca pero existir, existe: logras un ritmo (sí, la repetición de "me aterra", pero no sólo eso) desbocado que aturde, paraliza y te deja cara del grito de Munch.
Salu2 desaterra2.

José Miguel Ridao dijo...

Muchas gracias a los dos. Me salió del alma mientras vigilaba un examen (mira que soy prosaico).

Abrazos terroríficos.

Andrés dijo...

Y las gasolineras solitarias por la noche, me aterran. Un saludo

José Miguel Ridao dijo...

Y a mí, sobre todo si tienen una luz encendida.

Saludos.

Mery dijo...

¿Quien diría que tantos miedos resultarían tan hermosos? Prueba irrefutable de que quien tiene arte lo tiene casi todo.
Mi enhorabuena, Ridao.
Y perdón por la falta de acentos a veces, este ordenador me juega malas pasadas al tuntún.
Besos

José Miguel Ridao dijo...

¡Muchas gracias! Últimamente me falla la inspiración, con tanta crisis.