No veáis la que se ha formado en Alájar hasta ayer mismo. El pueblo se ha llenado de indios, pero no de los que llevan plumas y disparan a los
cowboys, sino indios de la India, que han venido a rodar una película de Bolivú. Por si no lo sabéis, Bolivú es como Jolivú pero en indio, y con más dinero, más estrellas, más espectadores y más todo. Han revolucionado el pueblo entero. Lo primero ha sido tomar la plaza del ayuntamiento y decorarla al estilo de una verbena popular andaluza, con su tablao, geranios, mantones de manila colgados de los balcones y demás parafernalia, que estaba la plaza mucho más bonita que en las fiestas de los Ángeles, dónde va a parar, y después venga a gastar dinero. Los indios éstos están entacaos. Lo menos eran cien, y otros tantos españoles que habían contratado para la parte técnica, además de grúas, caravanas, catering... hasta un toro mecánico. Y también tenían que pagar a los extras, que se ha apuntado medio pueblo. A cincuenta euros diarios. Eso sí, las sesiones eran desde las siete de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente. Hay que ver lo que han tenido que aguantar los pobres extras: cientos de tomas fallidas hasta dar con la buena, y venga a recomponerse el peinado, a hacer como que charlaban animadamente, a bailar por sevillanas. No me extraña que se hayan ido rajando, y el último día casi que ha tenido que salir de extra el director.
A todo esto el ayuntamiento encantado, con la alcaldesa a la cabeza, que hasta ella se ha apuntado de extra. Como que con la pasta que han soltado los indios han cubierto la mitad del agujero que les ha hecho la crisis. Ha sido todo un
show. Nosotros es que no conocemos a las estrellas de Bolivú, pero haceos a la idea de que para los indios es como si hubiera venido a rodar el Cruise o la Julia Roberts. Imaginaos el estatus de estos artistas allí; los adoran. Aunque lo que es yo, cuando vi aparecer al actor principal me partía de la risa: una especie de John Travolta en sus mejores tiempos, el de Fiebre del Sábado Noche. ¡Unos aires! ¡Unos ademanes! El tío iba perdonando la vida. Eso sí, tenía mejor facha que el Cruise: alto, bien parecido, ojos azules y la piel algo menos renegría que la de sus compatriotas. Sus
partenaires se lo comían con los ojos, y el tío venga a ronear, a parar las escenas por su bonita cara, a hacer gestitos, a llamar a un asistente con un espejo para retocarse el pelo... Vamos, un mierda en toda regla, que no había por donde cogerlo.
Eso sí, ha habido sus molestias. En la calle donde yo vivía hace cinco años situaron el meollo de la acción. Os podéis imaginar: focos toda la noche, gritos, música a toda pastilla... mis ex-vecinos me han dicho que no han pegado ojo. Yo he escapado mejor: aunque cortaron mi calle y no podía aparcar el coche delante de mi casa, lo que es ruido no tenía apenas; mucho menos del que hacen los niñatos de la botellona, que no han podido acceder a sus bancos favoritos. En resumen, una experiencia muy recomendable, un intercambio de culturas. Un día que iba paseando a Gonzalo en el carrito se me acercó un indio para preguntarme qué edad tenía, y resulta que él tenía un hijo que había nacido al día siguiente del mío. Ya de por sí Alájar es multicultural con los hippies, los alajeños y algún que otro guiri, pero con esto del cine el pueblo parecía la feria de las naciones.
Esta mañana, cuando me levanté, no había ni rastro de las caravanas. Hasta me dio pena. Me sentí un poco como esos niños que quieren enrolarse en un circo después de ver la función. Pero bueno, yo a lo mío, que para artista no valgo.