viernes, 22 de julio de 2011

No es vanidad: es orgullo


Hay conceptos y situaciones para las que no existe una definición certera que los delimite, o bien son tan sutiles que resultaría imposible abarcarlos en las pocas líneas que se reservan a estos efectos en un diccionario. Es lo que sucede con algo que afecta a prácticamente todas las personas, y a los escritores y creadores muy en particular: la vanidad y el orgullo. La palabra vanidad deriva del latín vanus: vacío, insustancial. Una persona vana, por tanto, sería alguien presuntuoso, que pone la atención en cosas que no tienen el valor que se les otorga. El que es vano se ufana de sus actos, de sus pertenencias y de sus logros, buscando el aplauso de quienes le contemplan supuestamente con admiración. En el campo de la escritura, tendemos a pensar que existe mucha vanidad, porque entre otras cosas hay un gran afán por publicar, por lucir lo que uno escribe y obtener el aplauso del público y de los colegas. Son pocos los escritores que no tienen las miras puestas en ello, pero, y aquí está el quid de la cuestión, esto no quiere decir que sean necesariamente vanidosos, porque su obra no tiene por qué ser objetivamente insustancial, ni el principal motivo de publicarla debe ser a la fuerza satisfacer su ego vacuo y presumido. Podría, simplemente, ser una cuestión de orgullo, y aquí entra el segundo concepto que quería traer hoy a colación. La definición que ofrece la RAE no tiene desperdicio: "Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas". La Academia viene a equiparar la vanidad al orgullo, añadiendo el matiz sutil y sorprendente de que "a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas". Se debe entender que el orgullo conviene disimularlo, pero esto sólo se puede lograr cuando las causas son elevadas. No es eso el orgullo, señores académicos, o al menos lo que yo entiendo por orgullo: es lícito y estimulante que un escritor esté orgulloso de su obra; orgulloso con motivo, no de una manera vana. Y el que está orgulloso defiende su obra a capa y espada, y quiere compartirla, y le gustaría que estuviera en el lugar que le corresponde. No buscará las lisonjas, como el vanidoso, pero sí recibirá de buen grado las alabanzas, que son cosa muy distinta. Muchos reprochan a Cervantes el modo en que se humilló ante los nobles de la época para obtener unas mercedes que siempre se le negaban, y a pesar de ello volvía a llamar a sus puertas, o les solicitaba su protección a cambio de la dedicatoria de un libro. Pero no por ello perdió Cervantes su orgullo como escritor: él siempre estuvo seguro de la calidad de su obra, y se quejaba muchas veces en público de que no se la valoraba como merecía. Todo eso lo hacía para restablecer su orgullo herido, que nunca decayó, como prueba el hecho de que, aun pobre y amargado, siguiera escribiendo hasta el final de su vida.

Entonces, ¿no hay escritores vanidosos? Sí, muchos, a patadas: los veréis arrastrarse mendigando lisonjas, y "matan" por publicar, no porque crean especialmente en su obra, sino porque ver su nombre negro sobre blanco colma sus ansias de notoriedad. Pero también hay muchos que defienden su arte a capa y espada, y luchan por él buscando un reconocimiento que acaso merezcan, aunque eso es lo que menos importa, pues tienen fe en sí mismos, y obran con legítimo orgullo. El que esté en ese grupo puede sentirse "orgulloso".

10 comentarios:

Blimunda dijo...

A mí, Ridao, me cuesta decir en público que escribo, de hecho, he estado toda la vida haciéndolo casi de modo vergonzante. Un día una amiga, muy categórica, me dijo que no entendía mi actitud porque, en realidad, me debería sentir orgullosa de lo que hacía. Por eso me ha chocado, también, la definición de la Academia. Yo tampoco equiparo la vanidad cacareante con el orgullo que me parece más íntimo y que no necesita, ni busca, ninguna palmadita.
Excelente tu reflexión.
Un fuerte abrazo.

Paco dijo...

Joder Ridao, es difícil concretar en algo tan ambiguo. Y tan personal.
Yo desde que abrí el blog me alegro cuando en las estadísticas veo que hay visitas (y ya no digamos si ponen algún comentario), pero ya no sé si eso es orgullo o vanidad.
La verdad no me gustaría que fuese vanidad, por la mala prensa que tiene esa palabra, pero si lo es, ¡qué le vamos a hacer!, será que soy vanidoso.
Lo que me pasa es que pongo empeño, y hasta parte de mi alma (ya se que esto suena un poco cursi), en escribir en el blog, y me gusta que la gente lo lea, y si lo aprecia, pues mejor.
Desde luego que no me considero escritor, por el mero hecho de teclear algunas líneas en el ordenador, eso lo tengo claro.
Pero también me siento por encima de los que viven la vida sin apenas pensar o reflexionar en nada, sin "vivirla".... ¿Orgullo? ¿Vanidad?
Ufff que me enrollo que da gusto.

Liliana G. dijo...

¡Aplauso, medalla y beso! Bien dicho Ridao, una cosa es el orgullo y otra bien distinta es la vanidad. El que pierde su orgullo, generalmente pierde junto con él, su dignidad, pero el que pierde la vanidad, gana el preciado don de la humildad.
Sin orgullo hay baja autoestima, sé que el equilibrio es sutil pero necesario.

Estoy orgullosa de lo que escribo aunque a muchos no les guste (cuestión de cada uno, no escribo para conformar a nadie) y súper orgullosa de haberme agendado a JM en mi lista de blogs. (Y no te pongo carita "dos puntos y cerrar paréntesis" porque es una mariconada)

Besos mil.

Juanma dijo...

Yo, querdio mío, sólo entiendo el orgullo que nace tras que hayamos conseguido aquellos que nos propusimos. Es por eso, por ejemplo, que no entiendo el orgullo nacionalista. Nada hice por nacer donde vine a hacerlo. No estoy orgulloso de ser andaluz o sevillano. Sencillamente contento (mucho, dicho sea de paso) por ambas circunstancias. ¿Pero orgulloso? ¿Y si mis padres hubieran tenido que emigrar a Cataluña y yo hubiera nacido en Mollet del Vallés? En fin...

Que siempre estoy muy orgulloso de lo que escribo. Pero es normal eso...escrito tela de bien. ¿A que sí?

Abrazos, querdio R.

J.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Pues yo estoy orgulloso de todo lo que tengo y todo lo que hago, incluso de lo errado.
Maricona el que se quiera engañar a si mismo, ¡Viva yo y viva Sevilla y España!
¡Y viva el Juanma que ha regresado una hartá de fuerte!
Un abrazo y ¡Viva Tú!

P.S. Te habrás dado cuenta que echo en falta tus ¡vivas!

Naranjito dijo...

Querido Ridao yo estoy orgulloso de haber encontrado este mundillo de los blogeantes. Y estoy envidioso (sanamente) de los génios que tenéis a bien contarnos cosa. Disfruto y me lo paso bien, que ya es bastante.
Cuando aprenda lo suficiente escribiré y, por supuesto, publicaré un peazo de libro de los que reciben un montón de premios (un mojón pa mí, por vanidoso).
Un abrazo de este su orgulloso seguidor.

Juanma dijo...

¡¡Ole, ole...mi Rafael!!

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Haces muy bien, querido tocayo, en distinguir el orgullo de la vanidad; ese orgullo por lo bien hecho está aún más lejos -si cabe- de la soberbia.
Un abrazo gaditano.

L.N.J. dijo...

Un tema con muchos matices José Miguel, si siguieras hablando de estas cualidades te contaría cosas, pero no merece la pena ni nombrarlas.

Un beso, eres genial.

José Miguel Ridao dijo...

Gracias, Blimunda, y tu amiga dio con la tecla, a mí me ha costado averiguarlo.

Paco: lo tuyo es orgullo, no cabe duda. La prueba es que lo pones todo al escribir.

¡Muchas gracias, Liliana! Estamos hechos una pareja de orgullosos de cuidado, y sin mariconadas. Espero que te vaya bien.

Juanma: pues yo estoy muy orgulloso de mi tontorrina, jeje.

Esos es orgullo con dos cojones, Rafael. ¡Viva la legión y su cabra! ¡Y la guardia republicana! ¡Y a los cabrones que les den por culo!

¡Me has llamado genio, Naranjito! Muchas gracias, no sé si estar orgulloso o ir por ahí roneando, ya veré.

Bien traída la soberbia, tocayo, ya hay tres convidados en la mesa.

Matices todos los que quieras, Lourdes. ¡Has dicho que soy genial! Decidido: voy a ronear en bloguilandia. Se va a enterar la gente de con quién se codean...

Abrazos (i)rónicos.