lunes, 16 de abril de 2012

Memorias flamencas de Cádiz


A Rafael Márquez

Ese café, ese cafelito era la vida, cuenta Chano Lobato evocando unos tiempos casi olvidados entre flamencos jugando en Madrid una partida de dominó. En la mesa Luis el Compare, el Pata, al que su hija la Paquera le daba todos los días para su cafelito, y el padre de Manolo Caracol, Caracol el del Bulto, el mismo que cuando era mozo de espadas de Joselito el Gallo, al bajarse en Atocha del tren que venía de Sevilla recibió una pitazo y una vaharada de vapor que le dio de lleno, se encaró con la locomotora y le dijo: "Esos cohone, en Despeñaperros...." Casi na. Antes de la guerra los flamencos cantaban a los señoritos subidos en los pescantes de los coches de caballos. Cuenta Chano que iba subido en un coche al lado de el Peste y el cochero era Mojones, así no se podía aguantar. Mitos vivientes como Aurelio Sellé, que aprendió de Enrique el Mellizo la soleá de Cádiz, Vallejo, la Macarrona o Rosario la Mejorana.

Memorias recurrentes, un mundo pequeño donde todos se conocían y se hacían sitio a empujones en las juergas de los señoritos primero y después en los tablaos, como el sevillano Pasaje de El Duque, para después enrolarse en compañías que recorrían medio mundo paseando el arte de Cádiz y de Andalucía. La Perla, hija de Rosa la Papera, a la que le cantó Camarón: El cante por bulerías / Como lo decía la Perla / Nadie lo dirá en la vía. El Morcilla, bisnieto de el Mellizo, que se apuntó a la CNT antes de la guerra, como todos los del muelle, y tuvo luego que penar por el mundo para venir a morir a Cádiz, al barrio de Santa María que le vio nacer igual que a Chano, que no era gitano pero lo mismo daba, en aquella época no había que vendé cá para arrancarse por cantiñas y pegarse una vueltecita. Setenta años, una vida entera detrás de la guitarra y el baile para cantar por fin delante, como los buenos.

Ese Manolo Caracol que se viene arriba por bulerías y un chavalín que le responde, y venga fuerza, arte y compás, hasta que Caracol se levanta y empieza a hacer jirones su camisa que entrega como trofeo a un Chano adolescente. Muchas juergas, muchas borracheras, la mala vida de los flamencos que enterró a tantos antes de tiempo, y Chano que conoce a una bailaora de Sevilla que le para, todo lo que se puede parar a un chaval que trabaja todos los días hasta las seis de la mañana en el tablao, acordándose de Mojones el cochero y del señorito, mirando todos que no se gastara todo el dinero y quedaran al menos cinco duros para repartir. Incultura: mucha, como aquella vez en Londres que se creían que la flema era la flama y todos los ingleses iban encendíos. Mucho arte, pero también mucha miseria. No quería esa vida para sus hijos. El mayor, pobrecito, murió en Grecia en un accidente, y Chanito, el pequeño, le ha acompañado hasta el final con el oficio de su guitarra. Este mundo dejó de existir el día que se murió Chano y ya no volverá, para mal o a lo mejor para bien, que para pasar hambre siempre hay tiempo.


Fotos (de arriba abajo):

1. Reunión flamenca de los años 20. Al cante: Pericón de Cádiz.
2. Luisa la de Torrán y la Paquera. Carboncillo. Marvin Steel. http://bulerias-decordoba.blogspot.com.es/
3. Enrique el Mellizo. Cuenta Chano que ampliaron este retrato para colgarlo en una peña y el Morcilla, que era su descendiente, quiso llevárselo, a lo que le dicen los de la peña: "Llévatelo si quieres, totá, lo que está haciendo es tapá con las orejas los desconchones de la pared".

4 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Muchas gracias Ridao por la dedicación de la entrada, ya es la segunda que tengo tuya y cuando estés en el taco y seas un escritor de "éxito" podré venderlas o, al menos, ronear de ellas.
Tengo la caña echá, con varias carnás, para ver si encuentro un libro impagable e imposible, casi, de conseguir de este mismo estilo pero de Pericón.
Si lo encuentro será un placer compartirlo contigo y con todo aquel que, como nosotros, se sienta conmocionado por estas pequeñas pero encantadoras cosas.
Un abrazo maestro, muchas gracias.

Paco dijo...

Ole, ole y ole,

y el que no diga ole...

Mery dijo...

Pues si, mucho arte y mucho hambre. Pero a los demás nos queda la alegría y la pena de su cante.
Un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Gracias a ti, Rafael, por compartir, aunque lo de maejtro lo dejo para los flamencos. No te lo pierdas, que al buscar información para la entrada no encontraba nada de El Peste, hasta que di por Internet con un libro escrito en inglés: The Flamencos of the Cádiz Bay, escrito en los años 60, con más información que muchos libros españoles. En Internet sólo dan dos capítulos, creo que lo voy a pedir en Amazon.

... que se le seque la yerbabuena.

Y ya es mucho, Mery.

Abrazos caracoleros.