Del único libro que he leído -y sólo a medias- de Philip Roth, American Pastoral, me quedó como imagen imborrable el retrato que hace de la sociedad norteamericana. Cómo un jubilado divorciado y con una hija que vive a mil kilómetros de distancia, usa sus ahorros para ir a vivir solo a un complejo residencial de lujo pensado para la tercera edad, y cuando enferma acude gracias a su seguro médico a un prestigioso hospital privado donde le diagnostican una grave enfermedad cardiaca que requiere cirugía. Para no alarmar a su hija no le dice nada, y el día señalado llega a una fría sala de espera que comparte con dos o tres personas más, igualmente solas. Fue su última visión: no sobrevivió al quirófano.
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También pinta Roth en ese libro a un personaje, "Swede" Levov, prototipo de todos los valores positivos americanos: atlético, inteligente, bien parecido, la figura local en el deporte, ídolo de todas, y también de todos, pero que al cabo del tiempo, cuando vuelve a aparecer ya adulto, rico y triunfador, se revela como un ser desgraciado incapaz de reaccionar ante el más mínimo dilema, un producto hecho a medida de la sociedad en la que vive, prisionero de su propio éxito sin sustancia.
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Aquí en España, y sospecho que también en Italia, en Portugal, en Grecia y en Irlanda, tendremos otros problemas, pero la soledad no ha desembarcado aún, al menos en la misma medida que en los países anglosajones. Basta pasear por ciudades como Sevilla, en el barrio de Triana, o en muchos pueblos del sur donde la gente vive literalmente en la calle y se respiran vapores de guisos suculentos de donde lo mismo comen tres que treinta, para confortarnos hasta cierto punto pensando en que por muy mal que vengan las cosas nunca estaremos solos, y las hambres de la posguerra están tan lejos que parece imposible volver a ellas. Y lo mejor: no suenan los tambores de guerra, que son los que siempre han anunciado las peores calamidades.
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La imagen más patente de la soledad es la de esa viejecita británica estrafalaria que pasea cuatro perrillos vestidos con un jersey y atados de una correa.
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La radio puso palabras a la soledad; la televisión mostró a los dueños de esas voces, y con Internet pudimos hablar con ellos. Pero no dejan de ser unos extraños, unos espejos fríos que nos devuelven nuestra zozobra.
10 comentarios:
Yo creo que la soledad más grave es precisamente esa, la de la viejecita, pero no porque sólo tenga la compañía de los perros, sino porque está rodeada de hombres que le son ajenos.
La soledad en la naturaleza no es soledad, sino encuentro.
Monsieur Ridao:
Mi opinión, totalmente subjetiva, sesgada, parcial y justa, es que el premio del Felipito éste se lo deberían haber dado a mi Murakami.
"...pueblos del sur donde la gente vive literalmente en la calle..."
a ver si va a ser por eso por lo que los hijosdelagran... no se avienen a devolvernos Gibraltar...
Salu2 murakameros.
Terrible, don José Miguel, la desoladora peripecia que cuenta Philip Roth. Si es ficción no importa, porque es de una veracidad incuestionable en un contexto en el que la familia ha muerto o está en trance de ello.
Hablando de ficciones veraces, le presento el vídeo del que le hablé el otro día. Le dedico una entrada en mi blog (de veras lo merece), así que dicha entrada debo agradecérsela a Vd., que me hizo acordarme de él.
Le pongo la dirección, y discúlpeme que no le haya pillado el truco a esto de poner el enlace. La verdad es que con Wordpress es más fácil:
http://beatusille.wordpress.com/2012/06/12/troppo-vero/
Un saludo muy cordial.
¿Y hasta que punto cree usted, don Ridao Bacalao, que el factor histórico religioso ha tenido o tiene que ver en la forma de afrontar la soledad en esos paises ?
Tienes razón, Rafael, la soledad como amenaza horrible nació en la ciudad como agente deshumanizador. Hasta la soledad de Robinson era de otro tipo.
Dyhego: un mojón pa Murakami, que está grillao, como Mishima y todos los escritores nipones, que por otro lado ya llevan el premio incorporado.
Antonio: muchas gracias por el enlace, no conocía el vídeo. Reímos por no llorar.
Bacalao: pienso que debemos al catolicismo una gran parte de la cohesión familiar que hay en los países mediterráneos. El protestantismo creo que no une a la familia del mismo modo, es "como más frío". La religión católica está en nuestra cultura, y ahí se incluyen creyentes y no creyentes.
Abrazos con familiaridad.
Monsieur Ridao:
¡No le consiento a usted esa falta de respeto por mi Murakami!
¡Así que aténgase a las consecuencias!
Le doy un guante en ambas mejillas, así que, considérese retado.
Búsquese padrinos. Nos retaremos en Granada, que queda a medio camino. ¿Armas? A hostia limpia, sin guantes y sin protectores (ni en los dientes ni en la entrepierna).
¡A no ser que retire usted el mojón de Murakami y se lo endilgue usted a, yo qué sé, ¿a Pessoa, a Dickinson...?
¡Amos hombre, insultar a mi Murakami!
Hoy no me da la gana saludarlo, hala.
Bueno, bueno, aceptamos Murakami como escritor de compañía. Le quito el mojón pero no el gorro de capirote y la trompetilla. Me leí Tokio Blues y allí estaban todos grillaos. Los japoneses estos no han evolucionado mucho desde la época de los samurais y los kamikazes, sólo piensan en suicidarse.
Un abrazo norwegianwoodero.
Monsieur Ridao:
Acepto sus disculpas.
Se ve que mis amenazan lo han acojonao a usté, jejejejeje...
Ahora sí lo voy a saludar a usté.
Salu2.
¡Con lo que me gustaría a mí leer en los periódicos: el político tal se ha harikizado; el gobernador tal se ha harikizado, el alcalde tal se ha harikizado...!
¡No caerá esa breva!
harakirizado, quise decir
Como siga esto así no les va a hacer falta harakirizarse, porque directamente los vamos a linchar. El Rajoy este me tiene acojonao, es como Zapatero pero en gilipollas (el otro era simplemente un carajote).
Abrazos laqueestácayenderos.
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