Hace un tiempo apareció en el cuaderno de Juan Antonio
González Romano
esta referencia a mi ilustre antepasado
Giuseppe, que por cierto recuperó del olvido mi amigo
Alejandro Muñoz. Aunque ya he relatado sus hazañas en la
Tertulia de Los Mercuriales, continuación de aquélla a la que
Giuseppe acudía en tiempos, recupero aquí mi relato.
Los
Ridatto hemos tenido la suerte de conservar una rica tradición oral, y gracias a eso he podido saber datos de mi antepasado, pues en el siglo
XIX un incendio destruyó todos los legajos de la familia. Son muchas las anécdotas sobre
Giuseppe, sólo diré que tuvo muchos oficios: ceramista, herrero,
maese mamporrieri (no por nada, sino porque lo contrataban los
próceres de
guardaespaldas y se liaba a
mamporros con todo bicho viviente), y muchos otros. Luego vino un golpe de fortuna y encontró al D
uca dil Saco di S
oldi, y a su sombra se enriqueció. Entonces estudió Economía en Génova y le dieron
il Premio N
obile en forma de ripio, escribió varios libros para los
escolari del momento, así como para la
fundacione del D
uca. Al final, harto de tantos dineros, se dedicó a lo que de verdad le gustaba, que no era otra cosa que escribir sobre lo divino y lo humano, a semejanza de su admirado Dante. Entró en la Tertulia de los
Mercuriales gracias a un invento denominado
il bloguerino, que lo puso en contacto con toda una caterva de personajes.
Conservo muchas obras de mi antepasado; hoy os dejo como aperitivo este madrigal:
Belleza limpia y pura,
destino de mi amor, luz de mi vida,
miradas que me hicieron una herida,
hundiéndose en mi pecho tu hermosura.
Os busco en la mirada
la luna reflejada.
No sé si alguna vez seréis vencida,
ni si podré catar fruta prohibida;
lo cierto es que tu cuerpo de escultura,
al verlo de pasada,
mi máquina de amar la pone dura.
Como veis, los
Ridatto siempre hemos tenido tendencia a dar la nota.