martes, 28 de diciembre de 2010

Apuntes (XLVI): Horizontes cercanos


La primera noche que paso solo en la nueva casa. Es una sensación extraña, sobre todo porque sé que los niños están a cien kilómetros; algo así como la libertad recobrada, y sin ningún tipo de remordimientos, para qué voy a mentir. La jornada no ha podido ser más anodina: los yeseros se han pasado toda la mañana repasando unas grietas en las paredes, y alguien tenía que quedarse en casa (me ofrecí voluntario en un gesto heroico, alguien tenía que sacrificarse). Ya en serio, ayer por la tarde, cuando todos partieron hacia Alájar, quedé como anonadado, pero el knock-out me duró poco, y de pronto me sentí como el capitán del barco que deja el puerto para cruzar el océano: había roto amarras con mis hijos, aunque fuera por un día, y ante mí se desplegaba el horizonte infinito de la jornada.


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Por la mañana me llamó L., y me dijo que Gonzalo al despertarse exclamaba extrañado: “¿papá?, ¿papá?”. Debía de ser raro para él también, aunque menos placentero, supongo. Parece mentira cómo liga uno su vida a la de un bebé, que es el que marca los tiempos a impulsos del afecto recíproco y de la dependencia.

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En el viaje a Alájar la cabeza me iba dando vueltas a más revoluciones que el motor del coche. Lástima que no se haya inventado todavía esa grabadora de pensamientos que me habría permitido teclearlos imaginariamente. El 90% de ellos habita ahora el limbo de las ideas flotantes.

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Tengo mucha ilusión (y ya es raro en mí) por el e-reader. Sí, así debe llamarse: el e-book me lo descargo de Internet para leerlo en ese pedazo de e-reader con pantalla táctil y tecnología de tinta electrónica que se parece mucho al papel.

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… Pero no es lo mismo, estáis pensando muchos. Desde luego que no. Yo no tengo prejuicios contra los libros de papel. ¿Los tenéis vosotros contra los electrónicos? ¡Qué malo es dejarse llevar por las ideas preconcebidas! Y lo peor es que muchas veces nos cerramos a cosas que pueden ser útiles por el mero hecho de que no nos gusta el cariz que va tomando el progreso.

8 comentarios:

L.N.J. dijo...

Como un niño ilusionado lo cuentas todo, lo dices así tan tranquilo y dejas esa sensibilidad tuya como si regalaras un bombón en estas fechas tan golosas.
Todavía me quedo con los libros, poco a poco se andará lo que se tenga que andar; soy muy dejada para _muchas cosas_.

Besitos, que disfrutes ,niño.

Mery dijo...

Jose Miguel: te leo mientras veo a Raphael en TVE 1 (estoy redundante).
¿Qué tal llevas estas horas de libertad impuesta? Es curioso que a veces uno tenga sensación de culpa casi por todo.
Disfruta lo que puedas, siempre (consejo un tanto absurdo).
Buenas noches y un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Eso quisiera yo, Lourdes, para la ilusión no soy niño, pero es verdad que para muchas otras cosas sí.

Ya estoy en Alájar, Mery, pero a estas horas están todos dormidos y leo "La casa encendida" de Luis Rosales. Flipo literalmente. Estoy impactado.

Dos besos.

Mery dijo...

La casa encendida, una maravilla que acabas de recordarme y que debo releer aunque sea a pedacitos.

Otro abrazo

José Miguel Ridao dijo...

A pedacitos no, de un tirón, que es breve pero intenso.

Gur nai

mangeles dijo...

Pues yo también pienso probar eso dele e-book o el e-reade...o como se llame....

Leer al aire libre es un verdadero placer....en la playa es genial...y un libro de papel...con la arena y la humedad...y las manos pringadas con cremas...es un rollo....¡ESPEREMOS QUE EL INVENTO AGUANTE BIEN TODAS ESAS COAS¡....

Ya me contarás....si aguanta 4 niños....yo también me lo compro.

Un besazo

Fernando Moral dijo...

Que no, que no es lo mismo:

Un libro malo
en errider no sirve
para el retrete.

(a menos que la pantalla sea lavable además de táctil)

José Miguel Ridao dijo...

Ya te iré informando, mangeles.

Con ese haiku mas dao, Fernando. Tendré que aumentar el presupuesto para el scottex.

Abrazos pertinaces.