domingo, 17 de julio de 2011

Apuntes (116): La habitación del tiempo


Hace tiempo que no existe el corazón de las tinieblas; los viajes que nos quedan por hacer estarán siempre iluminados. Congo, Mekong, Orinoco… holladas sus orillas por esclavos del hambre y turistas del infierno. Como dijo Zweig hace tiempo, las únicas exploraciones que el hombre puede ya acometer son las que conducen a su propio interior. Al fin y al cabo de eso hablaba Conrad, y eso nos mostró Coppola.

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Las gaviotas han perdido el miedo a las personas, y al atardecer aterrizan a escasos metros de la gente, paseando con descaro por la playa para picotear los despojos de de la glotonería dominguera. Recuerdo que antes sólo las veía en el mar, pescando lejos de la orilla, y no me cansaba de verlas zambullirse en el agua para emerger con un pez en la boca. Ahora parecen más bien esos pájaros siniestros de la película de Hitchcock, y se me eriza el vello al verlas volar sobre mi cabeza.

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La lectura predispone el ánimo para la escritura, aunque hay que cuidarse de tomar prestado sólo el ánimo, y no el espíritu de lo que se lee.

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Cada vez he ido descubriendo más poesía en los diarios de Trapiello, o quizá es que el último volumen que leí, Las inclemencias del tiempo, es más poético que los demás, bien porque los años que narra fueron especialmente fecundos e inspiradores, o porque cuando los pasó a limpio, en 2001, procuró dotarlos de cierto vuelo lírico. Además, no zahiere a nadie: sus críticas son constrructivas, sin ensañarse; se diría que este diario respira humanidad por los poros del papel en que está impreso. Si hubiera empezado a leer el Salón de pasos perdidos por este volumen, tendría una imagen muy distinta de don Andrés (en el libro comenta que le gusta que le hablen de usted). Lo que esto viene a probar es nuestra multiplicidad: somos personas distintas en función del tiempo que habitemos.
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Hoy he conseguido leer en la playa un capítulo entero de un libro. Para que luego vengan unos enteraos y digan que en la playa es imposible leer...

8 comentarios:

Paco dijo...

Vaya Sr. Ridao, así que lleva vd. veraneando en la Rota de mi alma 44 años. Ya me extraña que no hayamos coincidido...
Ya no me muevo por allí, pero mi infancia, adolescencia y juventud veraniga se componen de paseos por las rocas del muelle, de chucherías compradas en el quiosco de la plaza de las Costilla, de noches en el Royal Cinema y el Florida.... De otras noches en La Parra, en el "Guarro" de la calle Charco, que hasta la cerveza la tiraba lento.
....... esto si que son recuerdos....
Por cierto, la foto que tengo no es del paseo marítimo de Rota, no se si es en Cádiz o Tarifa, pero Rota seguro que no era...
Y estoy de acuerdo contigo, ya incluso desde que no voy el pueblo a cambiado, y en general a peor.

Juanma dijo...

"los viajes que nos quedan por hacer estarán siempre iluminados"...y algún día nos tocará pagar una factura carísima por tanta luz derrochada, ¿no?

Abrazos, querdio R.

J.

Dyhego dijo...

Monsieur RIDAO:
Ya nos explicas cómo consigues leerte un capítulo seguido sin interrupciones.
Yo no lo consigo por más que me empeñe.
Salu2.

José Miguel Ridao dijo...

Pues ya ves, Paco, 44 años... que son los que tengo. Seguro que nos hemos visto. Qué recuerdos, el kiosco de la Costilla, el kiosquero estaba loco perdido, y su hijo pero. Y los cines... el Royal fue el último en caer. Ir al San Fernando era una aventura. No he pasado noches en la Parra, ni na... Me parece estar viendo el careto del camarero, un malaje de cuidao.

Anda que no, Juanma, y no es un consuelo que seguramente la pagarán nuestros hijos.

Pues no lo sé, Dyhego, el año pasado ni de coña. Aunque reconozco que soy multitarea. Soy capaz de hablar a los niños y leer a la vez.

Abrazos mientras leo y escribo.

Juan Carlos Garrido dijo...

En justa semejanza, siempre quedan los intersticios ignotos: la cañada real o las doscientas viviendas, donde adentrarse sigue siendo una aventura y los indígenas acechan hostiles.

Saludos.

José Miguel Ridao dijo...

Pues tienes razón, en Sevilla no hay quien entre en Las Tresmil, y El Vacie es sólo para intrépidos exploradores armados hasta los dientes.

Un saludo.

Mery dijo...

Es que se dicen unas tonterías a veces...que si la arena que si los niños. Bah.
Eres tronchante.
En cuanto a Trapiello, sólo me he leído uno de los volúmenes (La Manía) y debería retomarlo. Un día de éstos.
Un beso

José Miguel Ridao dijo...

Mery: todavía me acuerdo de "haztarshosho na ma..."