sábado, 1 de octubre de 2011

Don Cipote (capítulo primero)


Que trata de la condición y ejercicio del famoso pirado don Cipote de la España

En un lugar de la España, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un pirado de los de barbas hasta el suelo, mirada ambigua, botellín de Cruzcampo y chucho ladrador. Tenía en su casa una ama que pasaba de los noventa, y una sobrina buenorra y algo descarada, y un mozo chapucero que así cazaba un chochín como palmeaba las posaderas de la sobrina. Es de saber, que este sobredicho pirado, los ratos que estaba ocioso se daba a escuchar las palabras de los políticos, y con éstas y semejantes razones perdía el pobre el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Cánovas, si resucitara para sólo ello.

Tuvo muchas veces competencia con el alcalde de su lugar (que era hombre docto graduado en la escuela del pelotazo), sobre cuál había sido mejor político, Felipín de Sevilla o Aznarín de España; mas maese Francisco, concejal del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero caudillo de las Galicias. En resolución, él se enfrascó tanto en la política, que se le pasaban las noches leyendo peródicos, y así, del poco dormir y del mucho leer, y de entender las felonías cometidas por los servidores públicos, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio, y vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo desfaciendo todo género de agravio provocado por senadores, presidentes, ministros, alcaldes y demás gentes de parecida ralea , y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.

Y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efecto lo que deseaba. Fue a ver a su garaje, y allí encontró un motocarro, que aunque tenía más años que su excelencia la duquesa de Alba, y más bollos que el yelmo de don Quijote, le pareció que ni un Ferrari con él se igualaba. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría, y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Trepidante. Puesto nombre y tan a su gusto a su montura, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Cipote. Pero acordándose que el valeroso Aznarín no sólo se había contentado con llamarse Aznarín a secas, sino que añadió el nombre de su reino que creía era de su entera propiedad, así quiso, como buen pirado, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse don Cipote de la España, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.

Puesto así su nombre, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse. Fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza de oficio antiguo como el hombre, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dio cata de ello, ocupada como estaba en sus menesteres. Llamábase Alfonsa Garbanzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Chuminea del Potorro, porque era natural del Potorro, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.

6 comentarios:

Elías dijo...

Maese Ridao:
Pláceme sobremanera la vuesa historia.

Genial lo de Chuminea del Potorro.

A sus pies.

Anónimo dijo...

Insisto,qué capacidad!!!!!!!!!.
¿En clase, también es así de entretenido?.
¡Qué suerte tienen algunos!
Bittersweet.

Dyhego dijo...

Maese Ridao:
Proseguid con aquesta fermosa historia para que conoçcamos el aconteçer de tan esforçado caballero.
Vale.

José Miguel Ridao dijo...

Quedo honrado con vuestras palabras, si bien poco hay de capacidad en mi modesta obra, habiendo fusilado de tal modo a mi maestro Cervantes, que poco habrá de faltar para que me cuelguen de un pino piñonero.

Y he de deciros que mientras desbravo rapaces pongo tal cara de palo que me toman por un mendrugo seco, cosa que me place sobremanera, no vayan a pensar que es Jauja la celda donde obramos.

Anónimo dijo...

Maravilloso.

MLS

Don Cipote dijo...

Quedo agradecido, mi señora MLS, y no pierda cuidado, que mis andanzas serán famosas en éstas las Españas. Sí le ruego que guarde silencio en cuanto a mis anhelos por la señora Chuminea, en prevención de las grandes desgracias que tal noticia causase en los oídos que vos bien conocéis.