sábado, 7 de enero de 2012

Odio


Su mejor amigo le falló. No es que le traicionara, ni que le dejara de apoyar cuando más le necesitaba, ni una de esas cosas que hacen que los amigos se peleen, no; fue algo mucho peor: un distanciamiento progresivo, sutil al principio, casi imperceptible, que se fue agrandando con el paso de los meses hasta hacerse intolerable. Quizá un malentendido, un roce de familias, un desgarro que no parecía gran cosa pero al que nadie aplicó una pequeña sutura que habría evitado lo que vino después. Porque no fue fácil convivir con esa frialdad extraña, con ese saludo cada vez más lejano, unos paseos donde iban faltando las risas. El antiguo silencio cómplice era ahora una barrera de cuchillos en punta. Luchó por cambiar la situación, por volver a los viejos tiempos, pero fue en vano. Una mañana, al cabo de unos años, se despertó con una sensación extraña, un regusto salado en los labios y la certeza de que algo se removía dentro de su estómago. Era el odio, que surgía triunfante. Un odio de la peor clase: el arrojado hacia alguien a quien se ha querido; un odio que tarda en prender, pero cuando lo hace es inextinguible, y sube, sube hasta la misma altura que el cariño del que se alimenta.

Ayer volvió a su casa con la cabeza baja y un surco profundo cruzándole la cara. Había logrado arrancase el demonio de las entrañas, y allí quedó la mitad de su dolor; el resto lo llevó a cuestas hasta el fin de sus días.

5 comentarios:

maile dijo...

La decepción no suele ser buena consejera, mi señor Ridao.

Saludos.

L.N.J. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Esta entrada, aunque no tan bien escrita, podría firmarla yo.
Tengo dentro el vacío que dejó alguien al que consideraba un hermano, el mejor de ellos.
Junto con otros abandonos, fue causa de casi dos años de tratamiento psiquiátrico y psicológico.
Malos recuerdos me has refrescado.
Un abrazo.

P.S. Pedazo de recomendación me hiciste, pleno acierto y lectura perfecta.
¡Gracias Ridao Mago!

Anónimo dijo...

También podría ser mía esta entrada, José Miguel, aunque no podría contar esa amarga historia como tú lo haces.

José Miguel Ridao dijo...

Es verdad, Maile, pero viene sola.

Vaya, Rafael, lo siento, pero no veas lo que me alegro de que te sirviera la recomendación. Desde luego, tenía muy buena pinta. Fíjate que estoy pensando en perder mi ridáider como quien no quiere la cosa.

Gracias, Sara, y sí que es una historia amarga. Yo creo que son pocos los que escapan de ella.

Abrazos.