John Kenneth Galbraith nació en Canadá y murió en 2006 en Massachusets, pero no quiero hablar hoy de su longevidad, ni de su talla como economista, sino de una frase que leí en uno de sus libros y que se me quedó grabada (su sentido, no literalmente), algo así como que cualquier fenómeno económico puede expresarse con palabras corrientes, sin necesidad de gran aparato matemático y estadístico.
¡Qué gran verdad, y qué poco se tiene en cuenta! ¡Cuánta gente camufla su ignorancia con palabras altisonantes, con gráficas, números y fórmulas! No quiero decir, Dios me libre, que no sean útiles las Matemáticas, ni que la exuberancia en el lenguaje, bien empleada, no sea bella, pero cada fin precisa de un medio. Albert Einsten seguramente necesitaría tres pizarras llenas de ecuaciones para explicar a sus colegas la Teoría de la Relatividad, pero probablemente podría explicar sus fundamentos a su peluquero. O igual me equivoco, y le llenaba la peluquería de ecuaciones (esa sería la explicación de los pelos que gasta en las fotos). En ese caso no es que Galbraith no tenga razón, sino que cretinos los hay de todas las clases sociales y de todos los coeficientes intelectuales.
Termino con una cita de Galbraith que refleja su fino humor, él que se pasó la vida asesorando a presidentes norteamericanos, y que también puede explicar que nunca le concedieran el Nobel de Economía (y tuvo tiempo para ello):
La única función de las predicciones económicas es hacer parecer respetable a la astrología.
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Hace 11 horas
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