En 1922 murió
Alessandro Moreschi, el último
castrato. Con él acababa una época de la historia del canto, se extinguía una raza cruel pero también angelical. Existe alguna grabación en pizarra, pero nadie puede saber hoy cómo sonaban en realidad los
castrati; sólo podemos hacernos una idea por las descripciones de sus contemporáneos, que los adoraban como hoy se adora a las estrellas de la ópera, o incluso más. Puede que su voz fuera algo parecido a esto:
16 comentarios:
Pues yo nunca he conseguido que la ópera me llegue como me llega el flamenco, el jazz o la clásica, y mira que lo he intentado. Es una putada, pero uno no puede elegir lo que le emociona.
Lo que sí recuerdo es que la película a la que te refieres, Farinelli il Castrato, me encantó, Igual que tu entrada.
Un abrazo
Yo podría comenzar exactamente igual que Er Tato, incluso concluir igual. En fin, que podría copiar sus palabras porque las suscribo.
Dicho lo cual, añado: me encantan estas entradas tuyas sobre ópera. Se nota lo mucho que te gusta, lo mucho que te emociona, lo mucho que sabes...y todo se transmite a través de tus palabras. ¿Sabe usted lo que me ha parecido también esta entrada?: una entrada muy elegante.
Un abrazo.
Felicidades José Miguel, la aportación a la difusión de la ópera y la música en tu Cuaderno es digna de admiración.
Recibe un fuerte abrazo.
Tato y Juanma, muchas gracias por vuestras palabras. Yo me conformo con que disfrutéis del texto y de la música, y si os ha llegado, como parece, es que la ópera no os es tan ajena como decís.
Muchas gracias, Javier. El blog es un invento fantástico: también me permite cultivar una de mis grandes aficiones.
Un abrazo con dos cojones.
Yo y otros amigos estamos por fundar una ONG para la recuperación de los evirados. Se trataría, entre otras cosas, de convencer a los padres de que la muda de la voz es una enfermedad que se cura con la castración. Una vez convencidos de esto, se podría practicar sobre sus celestes angelitos una emasculación limpia e indolora. A cambio: la gloria y la fama.
Creo que no podrían rechazar la oferta.
Bonito, Ridao. Con una cerveza, mejor.
Y un palito Ridao, y un palito, para mover la cerveza.
Cuando fundéis la ONG me lo dices, Rafael. Creo que te puedo proporcionar bastantes clientes, aunque deberás especificar en qué consistirá esa fama. Yo voto por decirles que serán tertulianos estrella en programas de telebasura.
Con una cerveza por delante todo gana, Julio.
Javier:
Diez cervezas de barril
y un par de platos de almejas.
Los cojones p'al barril
y el palo... pa las almejas.
Un abrazo Revirado.
He disfrutado el texto y la música,una delicia y algo más para llevarme de tu blog .Gracias.
Un abrazo.
Recuerdo ahora la película...me gustó mucho cómo recreaba el ambiente de la ópera y la sociedad de aquellos tiempos del "antiguo régimen", donde la voluntad y la diversión de las clases privilegiadas marcaban la vida de estos artistas. Podían tocar las estrellas y sentarse entre los elegidos pero si perdían la voz lo perdían todo. Lo cierto es que cuando la movilidad social es nula y las posibilidades de mejorar o prosperar, e incluso de sobrevivir, se limitan a perder tu virilidad, a lo mejor más de uno perdería su hombría en el intento, con dos "cojones" que diría alguno:)
Besos.
Gracias, América. Para eso están los textos, para que os los llevéis.
Tienes mucha razón en tu reflexión, Marisa. Lo malo es que los que le echaban cojones eran los padres de esos pobres niños, con la esperanza de salir de la miseria. Los niños se limitaban a perderlos.
Abrazos.
No soy una erudita ni mucho menos en asuntos de lírica, José Miguel, pero sí tengo gran sensibilidad hacia el arte en todas sus manifestaciones. La historia de los castrati, la desconocía, tu crítica es estupenda y me permitió buscar y saber un poco más sobre este bárbaro método de lograr la perfección deseada.
Lo que acabo de escuchar es maravilloso a pesar de estar "trucado".
Gracias mil por educarme :)
Besotes.
Con dos cojones, sí, hay que promover esta música celestial con dos cojones pero ¿si hablamos de castrati...?
Que sea con los cojones del alma.
Los eunucos chinos guardaban sus gónadas toda la vida en una cajita para enterrarese con ella...
Gracias a ti, Liliana, por oírlo. Esa música es, como tú dices, maravillosa. Quien no lo aprecie así no tiene sensibilidad.
Pues las gónadas tenían que estar buenas después de tantos años, José María. Menos mal que los muertos no huelen... (no pueden oler, digo).
Un abrazo con dos gónadas.
El comentario de Rafael G. tiene mucha miga,digno de la entrada musical que nos has brindado hoy.
Fíjate que has dado en la clave y el clavo del arte, que a veces es cruel y angelical. Aunque yo no concibo que la música me lleve por caminos áridos.
Huy, que me lío y no es plan.
Te felicito por tu escrito, de verdad.
Un beso
Muchas gracias, Mery. Y sí, Rafael ha estado sembrao...
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