martes, 11 de octubre de 2011

Apuntes (134): La intimidad de un diario


Qué ufanos, qué magnánimos nos sentimos cuando vamos con el coche y, al observar un peatón al borde de la carretera tratando de cruzar, con un gracioso gesto le cedemos el paso. Y qué agradecido queda él...


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A veces siento la tentación de exponer públicamente en el blog algunos apuntes íntimos que suelo reservarme para mí. Pero es lógico que siempre quede una parcela en un diario que no se quiera compartir, bien por pudor, por miedo o por dignidad. Probablemente, si publicara mi diario en papel incluiría muchos de estos apuntes, pues el desfase entre la escritura y la publicación, la falta de interacción y el relativo anonimato de los lectores eliminarían gran parte de los obstáculos, pero hacerlo en el blog, donde los lectores me conocen mejor que muchos de mis amigos, y donde mantenemos una tertulia diaria sobre tantas cosas, sería como desnudarme el alma y quedarme desprotegido.

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No entiendo muy bien esa aversión que le tienen a los gerundios muchos escritores y, sobre todo, poetas. Será que, no teniendo otra cosa en que pensar, van mutilando el lenguaje.

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Hay gente que parece enteramente que ha pisado una mierda; y no porque estén especialmente disgustados, no, ése es su semblante habitual. Curiosamente, esos sujetos abundan en el gremio de la hostelería. Recuerdo un bar al que iba hace muchos años en Rota, llamado La Parra, muy animado siempre con marines norteamericanos, negros la mayoría, veraneantes como yo y algún que otro aborigen. Mi memoria es especialmente mala para retener rostros; incluso no puedo evocar los de muchos familiares si no los tengo delante, pero la jeta de este hombre, al que recuerdo que llamábamos el carasieso, es como si la estuviera viendo ahora mismo, y han pasado casi treinta años.

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Un texto no es más que la sombra burda de las ideas que lo inspiraron.

4 comentarios:

Paco dijo...

Pos fíjate que yo no recuerdo la cara del tío, a pesar de todo. Me acuerdo más del de la calle Charco.

Todavía me pregunto cómo que no coincidimos...

Por cierto, ese último comentario, platónico de principio a fin.

José Miguel Ridao dijo...

Pues seguramente coincidiríamos, lo que pasa es que no nos poníamos la cara ni el nombre. La Parra era la caña, ¿eh? Con esa yu-box o como se diga. Le han quitado el nombre a la calle Charco, los muy bestias, pero da igual, todo el mundo la sigue llamando así, como a la plaza de la Plancha (pedazo de estrado para los músicos de la banda). Y el Chorrillo, con la peste que había, está ahora limpio. Marditos...

Un abrazo nostálgico.

el ecologista dijo...

Nada de nostalgias ,a mi me da la idea este fenomenal post , que hablas con razòn ,con los pelos en la mano, porque en un blog no puedes por muchas razones "desnudarte" a plenitud, Todos tenemos un lado obscuro, un lado claro que todos conocen y tenemos ademas un lado incognito que ni nosotros conocemos pero que no podemos enseñar aunque quisieramos y algo màs aùn tenemos como la buena pintura contrastes que nos hacen unicos, sin ser volubles. Te entiendo ,y en la REDdada debe uno tener pudor porque detras de ella ,un mundo desconocido nos vigila y no perdona ,aunque en realidad no te conozca.Un blog es una jungla en donde no sabes que bestia te puede saltar o que tesoro te pudes encontrar.Saludos.
PD Me gusta mucho tu blog , Gracias, un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Gracias a ti por la visita. Ese lado incógnito al que te refieres es el mayor tesoro que da el blog, y lo da en mucho mayor medida que la escritura en otros medios. La publicación diaria te expone, ante los demás y ante ti mismo.

Un saludo.