Una soleada mañana de otoño una joven esperaba, como todos los días, el autobús para ir a su trabajo. No es que fuera nada del otro mundo limpiar una casa y cuidar niños de otros, pero le gustaba y lo hacía de buen grado. Como había salido con tiempo disfrutaba del momento, e imaginaba todas las cosas buenas que le iban a suceder ese día. Absorta en sus pensamientos no se dio cuenta de la llegada del autobús y lo perdió, pero tuvo tiempo de leer un cartel que no recordaba haber visto, y que rezaba "Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Volvió a sus ensoñaciones y a los diez minutos pasó un nuevo autobús y, cómo no, volvió a perderlo. En este caso la publicidad era ligeramente distinta: "Probablemente Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Estos mensajes perturbaron su ánimo, y dejó de pensar en lo bueno que iba a ser su día para reflexionar sobre el asunto. En esas estaba cuando pasó un nuevo autobús que, por supuesto, volvió a perder. Ahora el mensaje era: "Puedes estar seguro de que Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Resignada a llegar tarde al trabajo, decidió coger el metro cavilando sobre lo divino y lo humano, y nada más bajar las escaleras de la estación se topó con un cartel publicitario que decía: "No te creas el cuento de que Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Su estado de excitación y angustia era tal que se precipitó fuera del metro y decidió ir andando a su trabajo, prometiéndose firmemente no levantar la vista en todo el camino. Cuando llegó a la casa donde trabajaba tenía los nervios a flor de piel. No dio pie con bola en toda la mañana, los niños no pararon de llorar y la señora le tuvo que llamar la atención varias veces. Se fue de allí triste, llegó a su casa y se metió en la cama a pedir a Dios que el día siguiente fuera mejor.
Moraleja: se puede ser feliz sin pensar en Dios.
P.S. La idea de esta entrada me la inspiró un aforismo de Jesús Cotta en su blog. Te lo debo, Jesús.
Anton Bruckner
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*Anton Bruckner. Caricatura de Pablo Morales de los Ríos *
Parece que actualmente Anton Bruckner (1824-1896) no está muy de moda.
Tiene detractores y es...
Hace 1 día
6 comentarios:
Y, aunque no es fácil, también se puede ser feliz pensando en Dios. Eso sí, pensando en Rouco es más difícil.
Bromas aparte, muy interesante reflexión. Yo hoy, camino de casa, he visto una cartulina pintada a mano con la leyenda "Dios existe" superpuesta a una valla publicitaria. A ver hasta dónde llegamos.
Un saludo.
Tienes razón, Juan Antonio. Están poniendo difícil la felicidad a los creyentes, y también a los no creyentes obsesionados con el tema. Esperaremos acontecimientos.
Gracias, compañero, por citarme. Yo creo que la creencia en Dios o el ateísmo pueden servir tanto para preocuparse como para alegrarse. Si uno lo que teme de Dios es el castigo, no creer en Dios nos libera de un miedo. Si uno lo que busca en Dios es sentido, amor y esperanza, creer en Él alegra la vida. Por tanto, la causa de la felicidad o de la infelicidad no está en Dios, sino en lo que uno espere de Él. Un abrazo
Lo que yo quiero decir, Jesús, es que la felicidad puede estar al margen de Dios, aunque no se espere nada de él. Vamos, que tanto pensar en la religión, en el agnosticismo y en el ateísmo nos quita tiempo para ser felices. Por supuesto, eso no impide que muchos encuentren consuelo y, por ende, felicidad, en la creencia en Dios, aunque lo de que los no creyentes respiren aliviados porque así no les castiga Dios ya me cuesta más trabajo creerlo.
Un abrazo.
Si Dios existe, nos querrá felices, muy lejos de ese Dios severo y castigador de la Iglesia en otros tiempos.
Como ya dije en otro blog ¿por qué suponen que los creyentes no disfruan de la vida? Qué poco sentido común,a un lado y a otro de la Fé (la pongo en mayúscula, porque atañe a todas las religiones, y también a los no religiosos).
Como dice Juan Antonio, a ver hasta dónde llegamos.
Jose Miguel, una entrada muy original e interesante, que ya se me olvidaba decírtelo.
Un abrazo
Gracias por el halago, Mery. Me das pie para hablar de las vanidades blogueras.
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