El pasado es algo que me ha fascinado siempre, cuanto más remoto mejor. Más de una vez me he preguntado cómo sería el territorio que ahora piso y a qué se dedicarían los seres que lo poblaban hace cien, quinientos, mil o cinco mil años. Cuanto más me alejo en el tiempo más me parece ver brumas mágicas, y mi imaginación se dispara. Cuando estoy en mi pequeño refugio serrano de Alájar me cuentan los viejos del lugar que en su juventud el único contacto que tenían con la civilización era el arriero que llegaba una vez por semana y traía noticias frescas, y no hace falta que me digan más para ver a esos hombres en sus años mozos conversando, sudorosos tras una larga jornada de viaje por caminos de herradura. Otro vecino me dijo en una ocasión que al llegar los franceses a principios del XIX ocuparon el pueblo pero no pudieron dar con la aldea de Los Madroñeros, oculta como está en lo más profundo de un valle. Cada vez que paseo hoy hasta allí mi mente hace un viaje de doscientos años en el tiempo y cabalga junto a un destacamento gabacho entre encinas centenarias, sin dar con las mismas calles empedradas que he recorrido tantas veces. Mis ensoñaciones suelen viajar más lejos, al siglo XVI, y veo nítidamente a Benito Arias Montano recluido en la peña asomándose por su ventana, que yo diviso desde la mía, al mismo paisaje que yo contemplo ahora, pero mucho más silencioso, mucho más remoto e inaccesible.
Saliendo de los límites de mi entorno mi divagación es más ensoñadora si cabe, y suelo pensar con frecuencia en cómo sería el territorio de la península ibérica cuando desembarcaron los cartagineses y empezaron a cerrar alianzas con los pueblos iberos y celtas, cómo serían esos poblados, cómo vestirían los interlocutores de Aníbal y de los Escipiones, cuántos otros pueblos habría allí cerca que ni siquiera establecieron contacto con púnicos ni romanos, viviendo en el corazón de las serranías, anclados en la edad de piedra. ¿Y cómo serían los antepasados de esos pueblos primigenios? ¿En qué pensarían, a quién adorarían? Dicen que todavía en época romana había tribus dispersas de neanderthales viviendo en cuevas remotas. ¿Podrían hablar? Y si es así, ¿qué tendrían que decir a sus parientes cromagnones? ¿No serían más sabios que nosotros? ¿No tendrían el secreto de la vida, y se lo llevaron consigo para siempre tras su exterminio?
Y si viajáramos todavía más lejos en el tiempo, nos remontáramos generaciones innúmeras, ¿dónde llegaríamos? ¿Conoceríamos el eslabón perdido? ¿Llegaríamos a Adán y Eva? ¿Presenciaríamos el crimen de Caín, o simplemente iríamos teniendo cada vez más pelo, nuestros rasgos se harían simiescos y acabaríamos subiendo a un árbol para no volver a bajar?
Y ahora viene la gran pregunta que inevitablemente me hago cuando el viaje llega a su fin:
¿Llegaríamos hasta Dios o caeríamos en el agujero negro previo al big bang?
Nota: La imagen es mía, de la aldea de Los Madroñeros. Repite en mi blog.
32 comentarios:
En ocasiones, veo muertos....
Ahora en serio: ese viaje por el tiempo, siempre al pasado (me pone más que el futuro), sería algo deslumbrante. Qué pena, penita pena de la imposibilidad.
Yo siempre me pongo a pensar cómo olería en otro tiempo, sobre todo cuando la higiene no era casi ni una palabra.
Y, por descontado, tener la oportunidad de ver momentos que han pasado a la Historia sería, bueno, eso seríaaaaaaaa lo más.
Un abrazo, querido José Miguel.
(P.S.: Alajar...jamoncito...invitación....en ocasiones, se me hace la boca agua).
Jose Miguel, Cronos siempre acaba ganando la batalla, pese a lo que digan, Zeus no ganó y sigue comiéndose a sus hijos.
En sitios como Alajar simplemente los Curetes golpean con mas fuerza sus escudos y sus hijos tardan mas en ser descubiertos.
Los gabachos no encontraron los madroñeros, pero el turismo ya lo descubrió
Un saludo (de nuevo en contra de mis costumbres) apresurado
Tic, tac, tic, tac, tic, ta., tic t.., tic ..., ti. ..., t.. ..., ... ...
Tal y como yo lo siento llegaremos a Dios, eso sí, con mucho pelo (a Darwin no hay quien se lo salte).
Pero hasta entonces podemos disfrutar pensando en tiempos pasados que, sinceramente, espero que nunca sean mejores que los que quedan por venir, màs que nada por la cuenta que nos trae.
Mientras tanto sigo con mi café a 500 m de los dólmenes de Zalamea la Real (qué tomarían en entonces después de comer?)
Creo que nos quedaríamos en peces, Ridao. El viaje en el tiempo siempre ha sido un motivo a mi entender interesantísimo. Por eso me gustan algunas novelas históricas, son capaces de transpotarnos en el tiempo...
Muy buena reflexión, muy buena entrada. Reflexiva, profunda, con estilo. Enhorabuena, polifacético José Miguel.
Jose Miguel, H no entiende cómo haces esa pregunta en el blog cuando tienes en casa a Miguel, capaz de darte una respuesta mucho màs acertada que ninguno de nosotros
Y Cronos se sigue acercando, tic, tac, tic, ..., ...
Ya no tengo tiempo para abrazos (vuelvo a las viejas costumbres), si te lo diera sería un abrazo arrugado y canoso
Y por cierto, sigue sin aparecer
A mí el futuro no me pone en absoluto, Juanma, ahí coincido contigo, pero en cuanto a los olores... yo creo que el viaje en el tiempo lo haría con mascarilla. Y lo de la invitación sigue en pie, por supuesto; estaré en Alájar todo el verano.
Déjate de rollos, Ricardo, Zeus ganó y Cronos está criando malvas. Lo que sí es verdad es que los Curetes siguen dando por culo, aunque ahora en vez de meter ruido con las armas se han comprado coches-discoteca.
Qué suerte, H, en Zalamea. Te envidio, y estando por allí recientemente se me ocurrió esta entrada. Lo que daría por estar presente mientras clavaban esos dólmenes (aunque oculto, eso sí, no fueran a clavarme a mí).
Julio, también me ha inspirado en esta reflexión la novela "Aníbal", de Gisbert Haefs. Me impactó su reconstrucción tan vívida de esa época en nuestra península.
Gracias, Juan Antonio, no todo iban a ser escatologías, aunque te puedes imaginar dónde escribí la entrada, y cómo conseguí la necesaria inspiración...
Ricardo, veo que te has colado otra vez. A Miguel ya ni le pregunto, me tiene comida la moral.
Un abrazo terso, peludo y zaíno.
Los que hacen comentarios indeseables e ignorantes no deben opinar, pues no saben, pero seguro que ven antes a Dios, al paso que van, porque existir existe.
No he leído ningún comentario indeseable, y lo único que pido a quien me visita es respeto. Desde esa base, cualquier opinión es bienvenida.
Perdon, he querido decir los que hacemos comentarios que son malas influencias...
No sabía cuándo pero lo sabía, porque nobleza obligaba;-)
Me encanta ver esa aldea que no supieron encontrar los franceses e imaginarme a los arrieros conversando con los del pueblo, un poco como Melquiades en cada una de sus visitas a Macondo;-)
Bueno, yo creo que Dios es inevitable, mirando hacia atrás o mirando hacia delante, está por encima de los que no tienen fe pero también de los que la tienen.
Bonito viaje, José Miguel. Gracias por llevarnos.
Saludos.
A mi hay un momento que me interesa especialmente: el periodo justo antes de que llegaran fenicios, griegos...
Es decir, hay un periodo muy desconocido, donde debieron existir unas sociedades organizadas, pero supongo que no influidas por las culturas clásicas.
Sociedades entre el neolítico y las sociedades históricas.
¿Sabéis por ejemplo que en el interior de uno de los dólmenes de Antequera se encontraron al parecer cerca de una docena de personas sacrificadas?
Me ha encantado José Miguel. La foto, y la entrada.
Me has transportado.
A mi me dan un poco de "yuyu" esas aldeas semi fantasmas, de otro tiempo. Aunque es la España original y castiza, parece que paseas por otro mundo, por otra época y con otra civilización.
Buena reflexión, y un placer enorme.
Un abrazo.
Gracias, Olga, pensaba en tu entrada de Sedeisken mientras escribía la mía. Me parece que esos pueblos antiguos estaban mucho más cerca de Dios de lo que estamos nosotros, y no precisamente porque había pasado menos tiempo desde la creación.
Te gustaría Alájar, es un sitio que tiene magia. Tengo que indagar si algún arriero se llamaba Melquiades.
Un abrazo, y gracias de nuevo por venir.
Manuel, coincido contigo en que ese período debió de ser fascinante, culturas desconocidas, de las que sabemos muy poco, dueñas de la península. Da un poco de vértigo pensarlo. Gracias por recordarlo.
Javier, a mí me dan yuyu más bien los adosados del Aljarafe. ¿Te imaginas Tomares o Bormujos hace cien años? Aquello debió de ser un remanso de paz, y ahora... Las aldeas perdidas me emocionan, hacen que me reconcilie con el mundo, me acercan a la sabiduría y la sencillez de los antiguos.
Un fuerte abrazo.
Bueno, me los imagino, pero estaban cerca de esa "civilización".
Cuando he visto tu foto y he leído la entrada he pensado en las aldeas ocultas, llenas de misterios y secretos guardados entre los anchos muros.
Un fuerte abrazo.
Hola José Miguel:
Veo que tu persistencia en las dudas existenciales han pasado a transformarse en "divagaciones ensoñadoras", por lo cual intuyo que no estás esperando una respuesta racionalmente científica, sino una alocución que siga más o menos los mismos parámetros tuyos, es decir el divague.
El divague para mí tiene rango de deporte pero trataré de ajustarme a tu ¿razonamiento?
La historia remota, ésa que no se escribió porque sencillamente no existía la palabra escrita y si nos vamos aún más atrás, tampoco la pintura rupestre, se nos presenta a menudo como un enigma insondable y es precisamente ese enigma el que nos sacude las neuronas al tratar de develarlo.
Pues bien, la ciencia acerca, pero no llega. Entonces los hombres, ergo José Miguel, ante la imposibilidad de certezas, sueña.
Y está bien que así sea, se comprende y se respeta, ya que soñar es una de las mejores facetas de la vida. Pero don José Miguel, no busquéis ensoñaciones ajenas que con las vuestras hay paño para rato.
Un afectuoso cariño prehistórico, es decir, a puro garrotazo.
Javier, hablando de esos pueblos fantasmas recuerdo un magnífico cuento que leí hace tiempo de Hipólito González Navarro, cuya niñez transcurríó precisamente en la sierra de Huelva.
Liliana, gracias por tu alocución solidaria y divagadora: en efecto, es lo que esperaba. No es razonamiento, o sí, si se entiende por razonar pensar, que es lo que he hecho, en este caso un pensamiento libre y alado. ¡Qué acertado estuvo Descartes con su lema, "cogito ergo sum"! Yo lo sigo al pie de la letra, unas veces con la "g" y otras sin ella. Está bien que de vez en cuando nos alejemos de ensoñaciones propias y volquemos nuestros sueños al exterior; es algo sano y vivificante. Muchas gracias por tu análisis, me ha hecho pensar, sin la "g".
Un abrazo dominguero ramificado.
Para que te hagas una idea de cómo te entiendo, sólo decirte que estudié Historia Antigua y Medieval. Entre mis asignaturas: Prehistoria, Historia de Roma, Historia de Grecia, Historia de Oriente, Fuentes Historiográficas....no te canso mas.
Me parece una maravilla de entrada, porque has revuelto en tí mismo la herencia histórica que el ser humano lleva en los genes.
La Semana Santa te va sentando muy bien.
Un abrazo
Gracias de corazón por tu halago, Mery, porque en esta entrada me he volcado. Un fuerte abrazo.
Se me olvidaban dos cosas dos:
- lo de cogito, con g o sin g, genial.
- Y no olvides que Miguel ya te dió una orientación al tema con los cristalitos que luego eran gafas y los Ángeles andaban por medio.
Vaya padre y vaya hijo.
Otro abrazo
Fe de erratas: a Liliana le quería decir que me ha hecho pensar, con la "g", no sin la "g". No sé si pierde genialidad, Mery, pero tampoco el comentario de Liliana daba para eso.
Otra aclaración para H: he estado pensando en qué tomarían después de comer los primitivos habitantes de Zalamea. Café seguro que no, yo creo que se jincarían un brebaje a base de excremento de jabalí, gallipierno y asta de ciervo en polvo, hervido en agua de la lluvia filtrada en una mina, y el fuego lo harían con las cabelleras de los enemigos muertos a garrotazos. Vaya, siento haberme cargado el encanto de mi entrada, pero es lo que se me ha venido a la cabeza.
Abrazos.
José Miguel, conozco el relato del buen amigo Hipólito. Tienes razón, me acercan a él tus palabras.
Un abrazo.
Hoy estoy muy visitadora, será por ser Domingo de Ramos, que me encanta.
Quería decir a Manuel que esas sociedades prerromanas de la península Ibérica estaban , en efecto, perfectamente organizadas, con su escritura muchas veces indescrifable, en espiral, con sus estamentos, etc.
Eran los íberos y los celtas.Ahora se estudia poco de ellos, pero llevamos mucho suyo en nuestros genes (bueno, llevamos de todo lo habido y por haber, en esta tierra nuestra cien mil veces conquistada).
Un abrazo ( ya me quedo calladita, que vaya dia llevo)
¿Me prestas tu casa de Alájar para llevarme a Mercedes un fin de semana?
Hac años que no paso por aquella zona. Recuerdo un restaurante con chimenea, muy acogedor, cerca de la plaza principal del pueblo (por llamarla de alguna manera). Y la vista de la Peña de don Benito. Si existe en algún lado el locus amoenus, debe ser por esos andurriales...
Un abrazo, amigo. Gracias por esta entrada.
Hola de nuevo:
Ya me parecía raro que mi análisis te hiciera pensar sin la "g". Pero para tu solaz y esparcimiento te diré que en Argentina, con "g" o sin ella, significa lo mismo. Jajaja
Saludos menos primitivos que el anterior.
(Me he divertido en forma)
Vale, Octavio, pero antes os tenéis que casar, que nosotros somos muy decentes y no quiero que murmuren en el pueblo.
En Alájar todos los restaurantes están cerca de la plaza principal, pero por la descripción que das debe de tratarse de El Padrino, para mi gusto el mejor. Y sí, la zona de la Peña es el locus amoenus, pero no se lo digas a nadie.
Liliana, no me lo puedo creer, ¿cogito y coito significa igual allí? Por Dios, ¡qué obsesión! Simpre pensando en lo mismo.
Yo me he divertido en forma y fondo.
Un abrazo edénico.
Mery, pero incluso antes de ser íberos y celtas...¿qué tipo de sociedades eran capaces de construir dólmenes y sacrificar a gente dentro?
¿Os gustaría vivir en una época así? Debió ser un infierno. Guerras, saqueos, esclavitud, sacrificios humanos... y probablemente también, arte, poesía, narraciones antiquísimas...
Pues sí Manuel, entra cierto vértigo imaginar esos grupos familiares, puliendo hachas y lascas para cazar y rasgar la carne, con sus miedos a lo sobrenatural, a la muerte, a lo desconocido...
A veces pienso que quizás no haya tanta diferencia entre sus sentimientos y los nuestros, sus pasiones y las actuales. No sé, jamás lo sabremos.
Menudo debate podríamos iniciar con esta bendita entrada de don José Miguel
Un abrazo
Si Mery, pero pienso desde el neolítico que narras hasta sociedades organizadas que contruían monumentos megalíticos como los de Antequera, que ya no serían sólo grupos familiares.
Lo que intriga es intentar imaginar qué dioses, qué instituciones, qué historias contaban... que objetivos tenían esta gente en la vida.
¿Sería la guerra su ocupación más valorada? ¿Sería pasear figuras de los dioses por las calles de los pueblos cada vez que llegaba la primavera?...jeje
Muy agudo, Manuel.
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