sábado, 31 de octubre de 2009

El ciempiés cojo

Debajo del tronco muerto de un alcornoque vivían Mario y Bruno, dos ciempiés que siempre estaban patrullando el bosque, guerreando con los enemigos de otras especies y peleándose entre ellos, pues no tenían nada mejor que hacer. En una de estas peleas, Mario dio un mordisco a Bruno y le arrancó de golpe diez patas. No era ninguna tragedia, pues aún le quedaban noventa, pero a partir de ese día Bruno fue el blanco de las burlas de su compañero. Tan crueles eran sus chanzas que Bruno andaba siempre cabizbajo y triste. Después de muchos días aguantando, llegó un momento en que no pudo más y decidió vengarse. Su oportunidad surgió una noche en que Mario estaba especialmente cansado, por lo que su sueño era muy profundo. Bruno se levantó sigilosamente y le arrancó una a una diez patas sin que se diera cuenta, creyendo así cumplida su venganza.

Cuando amaneció, Mario se levantó de muy buen humor y salió al bosque a dar una vuelta. Bruno disfrutaba pensando en el susto que se llevaría al sentir la pérdida en su patamen, pero para su sorpresa volvió del paseo tan sonriente como salió. Bien pensado, de cien a noventa patas tampoco se nota mucho al andar, y como los ciempiés no son capaces de dirigir la vista hacia abajo Mario no se había dado cuenta de nada. Furioso porque su plan había fallado, Bruno fue a informarle de su pérdida, y dijo a su amigo que le faltaban diez pies, pero éste no le creyó, pensando que lo decía para zaherirle. Bruno fue a buscar las patas que había cortado, pero habían volado con el viento, y no tuvo modo de demostrar a Mario que lo que decía era verdad. Durante el resto de sus cortas vidas ambos quedaron con diez pies de menos, uno contento y otro triste y enfadado.

Moraleja 1: no eches de menos lo que no necesitas.

Moraleja 2: si alguien se ríe de ti cágate en sus muertos, pero no le ataques.

15 comentarios:

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Me quedo con la segunda moraleja.

Máximo Silencio dijo...

¡Yo también con la segunda moraleja es mucho más efectiva! A mi me ha funcionado mas de una vez...

Saludos

Joaquín dijo...

Y yo con las dos moralejas. Aunque ni atacando, ni cagándose en sus muertos, se va muy lejos.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

José Miguel, no conocía estas parábolas y eso que es la cuarta que publicas. Me ha gustado mucho. Parece un cuento infantil. Está muy bien escrito. Yo discrepo de Javier y me quedo con las dos moralejas. Añado una tercera y una cuarta, que de tan manidas no debería ni atreverme a dejar escritas aquí: "perdona y serás perdonado", y la otra: "antes de arremeter, cuenta, por lo menos hasta diez."
Que los dioses me perdonen los lugares comunes.
Un abrazo, Javier.

Olga Bernad dijo...

Yo me quedo también con las dos moralejas, y con eso que dice Javier Quiñones de contar hasta diez antes de arremter. Si, por desgracia para todos, el ataque se hace inevitable, no hacemos nada con cortar diez patas de cien, habría que cortarlas todas, y eso... da pereza. El mal rollo en muy cansino;-)
Un beso perezoso.

Olga Bernad dijo...

Fe de erratas:
He querido decir "El mal rollo ES muy cansino".
Sorry.

Julio dijo...

Buenas moralejas. Yo también me quedo con la segunda

Juanma de la Torre dijo...

Genial, José Miguel.

Máster en nubes dijo...

O sea, que hay que tener muchas patas ¿no? para que si te quitan varias -que te las quitarán, eso no hay duda- no las eches de menos y puedas seguir... andando. No sé si lo he cogido, JM, en todo caso los ciempiés me hacen mucha gracia y tu cuento me ha gustado muchísimo. Buenos días y buena semana.

Alejandro Muñoz dijo...

Con los cornudos pasa lo mismo, querido José Miguel.
Los hay con cien pares de cuernos y felices por no enterarse.
En cambio, algunos con sólo noventa y conocedores de sus apéndices, ahí están, jodiéndole la vida al resto desde sus despachos de jefes.

Desde este punto de vista, es preferible la primera moraleja ...¿tiene premio?

José Miguel Ridao dijo...

La primera es más profunda, Javier S., pero es verdad que la segunda puede ser más útil.

Lo mismo te digo, Antonio. Me alegra saber que funciona.

Es verdad que no se va muy lejos cagándose, Joaquín, pero alivia bastante.

Te agradezco sinceramente tus palabras, Javier Q., que me dan muchos ánimos. Muy bien traídas esas dos moralejas. Lo malo de los lugares comunes es que, de manidos que están, pierden su significado, y conviene recuperarlos en su contexto.

Estoy contigo, Olga, puestos a cortar patas las cortamos todas, que si no el ciempiés malo se va de rositas y a nosotros (los buenos, of course) se nos queda cara de tonto.

Anoto otro voto para la segunda, Julio, que gana por goleada. Eso de cagarse en los muertos de otro tiene mucho atractivo.

Muchas gracias, Juanma.

No, Aurora, eso es para los ciempiés. A nosotros lo que nos quitan son pelos (o se nos van cayendo, que para el caso...).

No tiene premio conocido, Álex. Es más, si la sigues te quedarás sin coche, sin la mayoría de los electrodomésticos, sin el 90% de los juguetes de los niños y, sobre todo, sin ordenador y sin Internet.

Abrazos postpuenteros.

Alejandro Muñoz dijo...

¿Moraleja?
¿Tiene premio?

José Miguel Ridao dijo...

Se te ha quedao la pelleja como el chocho de una vieja.

Anónimo dijo...

es un cuento escrito por asis guillen ya que te haces acopio de su texto nombrale almenos....

José Miguel Ridao dijo...

Este cuento es mío, te reto a que me enseñes ese cuento que dices que he copiado, y que tenga fecha anterior al mío. Es más, voy a investigar quié es ese tal asis por si me ha plagiado.