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El timo del ratoncito
Una vez demostrado el atropello de que son objeto los sufridos padres con los albumcitos de las narices y las estampitas de los cojones, traigo ahora una advertencia muy seria, en este caso a nuestro estimado señor ratón Pérez, que debe soportar unos costes desorbitados por su benemérita labor.
Voy a tomar como ejemplo mi unidad familiar. Lo primero es saber qué cantidad, en forma de moneda reluciente o billetito recién salido del horno, deposita el ilustrísimo roedor a cambio del dientecito de leche. El señor Tato, con su habitual afán de polemizar, ha tachado de rácana la contribución que hace el ratón Pérez en cada visita a mi casa, y que asciende a la módica cifra de cinco euros. La tomaremos, pues, como referencia, aunque seguramente a casa de Mr. Tato llegan sumas sensiblemente superiores, a saber qué bebedero pone junto a la almohada para que la visita se sienta a cuerpo de rey. Es sabido que cada niño tiene doce dientes de leche susceptibles de ser cambiados por el billetito: ocho dientes y cuatro colmillos. Dejaré aparte las muelas, pues por muchos intentos que hemos hecho nunca hemos logrado atraer a Pérez con ellas (seguro que los tatitos han mojado). Ello hace un total de cinco euros por doce dientes, igual a sesenta euros por niño. Como yo tengo cuatro niños, nuestro simpático amiguito va a tener que acarrear cuarenta y ocho dientes, dejando a cambio otros tantos billetitos de cinco euros, que hacen un total de doscientos cuarenta euros. A ello habrá que sumar los gastos de transporte, pues probablemente la entrega inmediatamente interior a la nuestra sería en Kajazistán, la Patagonia, Kamchatka o un sitio así. Sumemos a ello dietas, gastos de representación y otros suplidos, y llegaremos a la conclusión de que mis niños al ratón de marras le salen por un pico. Y hay muchos millones de niños más.
Señores, creo que estamos abusando de la buena fe y el espíritu filantrópico de Mr. Pérez, y o bien bajamos el nivel de exigencia o nos cargamos la gallina de los huevos de oro. No descarten que con la crisis el ratón diga que hasta aquí hemos llegado y deje a nuestros hijos compuestos y sin money. Propongo que arrimemos el hombro entre todos y nos pongamos un plazo de seis meses para reducir en un 20% los costes ratoniles, sin perjuicio de ulteriores medidas de ajuste.
¡Por un ratón Pérez descansado, entacado y eterno!
8 comentarios:
Monsieur RIDAO:
El ratoncito Pérez que nos visitaba es más rácano y roñoso que el de usted: los dientes cotizaron a 100 pesetas hasta el Advenimiento del Redentoreuro, momento en que ascendió a la cantidad a 1 euro.
Salu2 ratoniles.
Si racionalizamos el gasto del ratón Pérez, es el acabose.
Me parece que haces demagogia para justificar tu propio racaneo.
Que sepas que el ratón Pérez no es fruto de tu imaginación, ni tampoco un ectoplasma creado por ti.
La riqueza del ratón Pérez es infinita y de ahí que le debamos dejar libertad de que deje a los chavales, por mediación de sus padres indudablemente, cantidades generosas de dinero y no los escuchimisados 5 pavos que suele dejar por tu casa.
¡So tío chuti!
Un abrazo
Uno de mis hermanos me cuenta a veces (vamos, me lo recuerda), que se ponía celoso cuando mi padre me daba una peseta y a él no.
Menos mal que el ratoncito pérez no podía venir a casa sino,en un atacón de celos mi hermano me pone un cocodrilo.
Dí que sí José Miguel ¿quién manda en casa?, si lo sabes, claro...
Besitos.
Aquí no podemos establecer ese 20% menos en gastos ratoniles porque suele venir con la mitad de lo que tú has establecido de media.
Y me va a dar igual lo que me diga MIARMA, porque los niños se han puesto siempre muy contentos.
Dadas las circunstancias Ridao,en mi caso tendría que ser al contrario y podría consultar al Señor Pérez una subidita, con tu permiso.
Saludos mellados.
Por casa, también con cuatro niños, el ratón Pérez debía ser medido, pero a ellos no les importaba, salvo que el billete estuviera debajo de la almohada. (Alguna vez nos olvidamos de dejarlo y luego el ratón tuvo que escribir sendas cartas de disculpas hasta la próxima noche)
Además, los abnegados parientes de Pérez, léase abuelos y/o tíos, también suelen dejar su diezmo, con lo cual, los niños bailan en una pata, ajenos a las eternas crisis.
Besotes ratoniles.
P.S.: Cuendo yo era niña, intenté poner debajo de la almohada el diente de un peine. Pero el ratón era demasiado despierto para aguantar la tomadura de pelo. Jajajajaja
PPero bueno,Ridao no les quites a los niños los cinco euros,no ves que eso es un motivo de ilusión,en cuánto ya no crean en el,ni en los reyes,plaf,van y se empiezan a enterá de que todo es una mentira,y que la cruda realidad,es que nunca nadie,te dá ná de ná,y que si quieres cinco euros,tienes que ganartelos con el sudor de tu frente,menuda perpectiva de vida,anda deja que el ratoncito distribuya sus bienes,aunque tengamos que pagarlo nosotros,la ilusión es la ilusión.He dicho.Ni mas ni menos,ni menos ni mas.
Dyhego: cien pesetas era un pastón. El billetito ese del calvorota de la voz de flauta valía cienes de veces más que el nuestro de cinco euros.
Rafael: ya te he dedicado la siguiente entrada.
Lo tengo clarísimo, Lourdes, y el que diga que manda él es el más calzonazos de todos.
No está la cosa para subiditas, Blimunda, mira la bolsa hoy.
Qué barbaridad, liliana, sí que es generoso el ratón en Argentina. es injusto, nació en la madre patria, y ahora os da más a vosotros. lo del peine, genial.
Rocío: te llevas un collejón, qué es eso de padres ni padres...
Abrazos collejeros.
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