Alájar, domingo a las 21:00. Una familia de seis miembros se dispone a regresar a Sevilla después de pasar un fin de semana lejos del bullicio urbano. Equipaje en el maletero, casa lista, persianas cerradas, niños subidos en la fragoneta... Pero dentro de la aparente tranquilidad del momento el cabezón de familia es ajeno al pánico, a la angustia, al horror más insondable que se ciernen como una sombra ominosa sobre su testa... ¡¡No aparece el ridáider!!
No puede ser, se dice, lo llevaba en la mano, como siempre, para depositarlo con mimo en el lugar más mullido del coche, aquél que sobreviviría a una deflagración nuclear, ¡y no está allí! Ni aquí, ni acullá, no está dentro del equipaje, ni en el suelo del coche; ningún niño lo ha cogido para atizar a sus hermanos; busca en la casa, encima de los muebles, debajo de las mesas y de las camas, dentro de la chimenea, en la nevera, en los váteres (los niños tienen todo tipo de ocurrencias)... Pasan los minutos, diez, quince, veinte, media hora... Debemos salir, no vamos a estar aquí toda la noche buscando y los niños subidos en el coche, seguro que está en casa, lo habrás dejado en cualquier sitio, así que vámonos ya, que ya está bien, pareces un crío, cualquiera diría que es un jamón de pata negra. El padre humilla, como de costumbre, arranca el coche y queda sumido en la desesperación más absoluta.
Media hora de viaje, un grado bajo cero, límite entre las provincias de Sevilla y Huelva, el padre tiene una iluminación, un terrible presentimiento: ¡Se lo ha dejado en el techo del coche! Cuando fue a abrochar el cinturón a uno de sus retoños lo dejó un momento allí, y luego se le olvidó. No es seguro, pero sí bastante probable. Detiene el coche de inmediato, se baja, no hay nada encima del coche. ih-ih-ih-ih-ih (música de psicosis otra vez). Su cara es la viva expresión del espanto, Munch no habría encontrado mejor modelo... Las más negras sombras se ciernen sobre el vehículo que se aproxima a Sevilla. De pronto un rayo de esperanza, quizás se cayera al arrancar, en la puerta de casa, llamamos a Loli, una amiga, se acerca por allí... ¡Nada! El coche es una tumba, entre los niños dormidos, el padre soportando su desgracia y la madre soportano la suya por tener un marido tan gilipollas. Llegada a Sevilla. Descarga de niños dormidos, un rato rumiando tristezas. A la cama; no pega ojo en toda la noche. A la mañana siguiente un atisbo, una posibilidad remota: podría ser que el ridáider se cayera en la cuesta de las Palomitas, que tiene una pendiente del 90% y se coge nada más salir del pueblo. Nueva llamada a Loli; la sacamos de la cama... ¡Un mojón mu grande! Se ha desvanecido la última esperanza. Hay que corregir exámenes para la evaluación de la tarde, los suspensos caen como fruta madura... Suena el teléfono. Será de alguna compañía de móviles para dar por saco... pero no, es Loli, su voz suena alegre, dice que ha hablado con el hijo del Coco, que iba conduciendo por la mañana temprano, que ha visto un objeto extraño en la carretera, se ha bajado, no sabía qué coño era pero parecía como un ordenador pequeñito, se lo ha dado a Loli, la descripción coincide ... ¡¡El ridáider ha aparecido!!
¡Dios existe!
12 comentarios:
Ahora realizarás una revisión de las calificaciones de los exámenes, ¿no? mamondri.
Anda que ya te vale, un abrazo.
El Arcangel Ridaider: La conversión de "El Ridao Bacalao".
Alabado sea el Señor porque sus caminos son, indudablemente, inescrutables en Alajar ( para gracia del susodicho converso ).
Amen.
Bienvenido a la casa del Señor.
PS: El hijo del Coco, en este caso, no salió al hp del pare.
Ay, alma de cántaros. Sí existe, y nació por estas fechas en otros Andurriales.
¡Qué tensión, Ridao, por favor, que no tengo yo las arterias para estos sustos!
Estaba a punto de abrir una suscipción popular para proporcionarte un nuevo juguetito y aliviar tu desazón.
¡Qué peso me he quitao de encima!
Pdta: tu contraria sí que sabe; donde esté un "pata negra" que se quite el ridáider.
2º pdta: ¿y no se ha escacharrao de la hostia?
Abrazo (y suspiro)
¡Enhorabuena! Puede considerarse un elegido de la fortuna. No es fácil que te comprendan por desgracias tecnológicas como esta, o como lavar un pendrive con Skip...
Joé, qué angustia. ¡Con las ofertas que hay por los carrefures del mundo, ahora que todavía no nos han bajado el sueldo!
Felicidades.
P.D.: Ve pensando en regalarle algo a tu amiga.
Para nada, Rafael, esos alumnos han sido inmolados en el altar del ridáider, y eso es sagrado.
Bacalaero: el pare es muy buena persona, y cristiano viejo. A mí se me está pasando la fe conforma pasa el tiempo, jeje. Estoy empezando a encontrar razones más verosímiles, pero el aleluya no me lo quita nadie.
Está bien, Álex, está bien, no hace falta que me lo digas tantas veces. Humillo, y me llevo el ridáider en el bolsillo. ¡Uaaaargg!
No veas qué dirgusto, Elías. Pues ahora que lo dices, no sé si funciona, aún no he ido a Alájar a recogerlo. ¡ih, ih, ih, ih!
Ahí no he llegado, Juan Francisco, pero todo se andará. ¿Funcionará después de las revoluciones? ¿Funcionará el ridáider tras el hostión? Yo diría que sí...
No me lo mientes, Alonso, que ya había echado el ojo al de la Casa del Libro y el de FNAC, baratísimos, marcas blancas pero fabricantes buenos. A lo mejor hasta eran mejores que mi pedazo de Sony, con to lo caro que es. Bueno, como le he cogido cariño...
Abrazos sentimentales.
Las tantas veces es culpa del smartphone, José Miguel, que crea adición como el Ridaider... con la ventaja de que no sé suele olvidar encima del coche.
A ver sí ahora apunto bien y consigo darle solo una vez al botoncito.
Es increíble que el hijo de Coco lo haya encontrado en medio de la carretera. Es increíble que haya parado para recogerlo, pero lo más increíble es que lo haya devuelto. Por aquellos lares aún hay gente honesta, y eso también es increíble (no más increíble que lo hayas dejado en el techo del auto)
¡Aleluya, hermano!
Besos.
Álex, eres una maricona, quién te ha oído y quien te oye, enganchado a una maquinita que vituperabas...
No, Liliana, es que no creo que supiera para qué servía, y tampoco sabría encenderlo, y... no sigo para no ser malo.
Aleluya, aleluya, y gloria al Ridáider.
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