viernes, 2 de diciembre de 2011

De premios y premiados


Las ferias y tinglados que se forman en torno a los premios literarios tienen poco de literario y mucho de mundano. Un premio es, en esencia, un reconocimiento, pero esto no significa que la persona premiada deba ser, a partir del infausto día en que le tocó esa lotería (restringida, pero lotería al fin y al cabo), admirada, alabada o incluso venerada por muchos que hasta ese momento no habían oído hablar del personaje, o bien sí sabían de él pero no se habían dignado a perder un instante de su precioso tiempo en leer la obra de nuestro hombre. Sujetos que, eso sí, se apresuran a acudir a unos grandes almacenes para comprar sus obras completas en unas sospechosas ediciones ad hoc. Por no hablar de los defensores a ultranza de-toda-la-vida del escritor sorpresivamente premiado; ésos que le defendieron a capa y espada en los tiempos malos, que lucharon a brazo partido para que el mundo reconociera su valía, tomándolo como bandera de sus elevados cánones literarios. Cabría esperar que estos exégetas quedaran más que satisfechos con la justicia impartida a su causa, y efectivamente así sucede durante los primeros días, en que ellos andan ufanos diciendo a quien quiere escucharles las veces que habían dicho que este feliz acontecimiento habría de suceder; lo grande que había sido su perspicacia; lo ciegos que estaban todos menos ellos. Pero al pasar los días les irá invadiendo un sentimiento insano, primero de estupor, luego de rabia y al fin de espanto, cuando comprenden que han perdido el monopolio sobre su poeta adorado: ahora todos hablan de él en prensa, en radio, en las tertulias… Literatos insignes que jamás se habían pronunciado hablan a todas horas como si fueran conocedores profundos de su obra, y raro es quien dice que no lo ha leído nunca. Esto, claro está, va minando su moral, su prurito de admirador pionero, dándose el caso frecuente de que al cabo de unos meses nuestro crítico despechado eche sapos y culebras por su boca y por su pluma, rebajando el mérito de su adorado escritor, que es ahora el blanco de su desprecio. Tras este desahogo, marchan resignados en busca de un nuevo desconocido ilustre en quien fundar nuevas esperanzas.

Creo yo que estamos en condiciones de afirmar que la entrega de premios hace un flaco favor a la literatura. En primer lugar, y en el caso de un premio importante, su ganador queda despojado de todas las horas de su vida que aún estaban disponibles para crear. Esto, que no es un drama en casos como el de don Nicanor Parra, reciente premio Cervantes a los 97 años, sí es una tragedia en el caso de escritores buenos y jóvenes con mucho tiempo por delante. No es raro el caso de un premio Nobel que no volvió a escribir nada decente en su vida tras la concesión del premio (algunos, ni incluso antes). A partir de la fecha nefanda deberán atenderse entrevistas, oír ofertas de editoriales sobre libros que deben acabarse en seis meses, administrar el importante patrimonio adquirido gracias a esos engendros, leer y releer los artículos elogiosos aparecidos en prensa y procurar no salir volando por los aires hinchados como el piloto automático de Aterriza como puedas. Y no son los premiados los únicos que pierden, no, pues también habrá poetas que, cegados por el brillo del nuevo astro, dilapiden su talento, si es que tienen alguno, en imitar al maestro. En el otro extremo estará la cohorte de envidiosos que creen tener muchos más méritos para llevarse el galardón, cuya bilis segregada les impedirá durante un tiempo hacer nada más productivo que escribir diatribas que nadie les publicará.

Queden, pues, los premios para los premiados, el reconocimiento para quienes lo merezcan, y duerma la envidia recogida en los corazoncitos de tantos y tantos escritores modestos. Acúdase con moderación a los saraos literarios, peligroso foco de infección, y recuerde el escritor honrado y consecuente que su obra ha de hacerse en soledad, y que para divertirse mejor se está con los amigos.

15 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Pues tienes toda la razón del mundo.
Completamente de acuerdo con tu pensamiento.
Yo no sabía ni que existía este escritor, del que ayer en una televisión como máximo atributo, de reconocimiento, dijeron que era hermano de Violeta Parra.
Saludos

Elías dijo...

Visto así, no te falta ni pizca de razón, Ridao.
Y el primer párrafo podría aplicarse, casi onto por punto a la mayoría de las necrológicas.

Abrazo.

Elías dijo...

Quise decir punto por punto y casi me sale tonto.

Otro abrazo.

Alejandro Muñoz dijo...

Suscribo tus palabras... y así me ahorro tener que escribirlas, aunque aporto algo más.

Creo que todos tenemos nuestros propios autores premiados, esos pequeños descubrimientos que hacemos -o creemos hacer- diez años antes que el resto de los mortales y no comprendemos por qué no aparecen en los primeros puestos de las listas de ventas. Hasta que aparecen, y lo que primero es alegría se torna insatisfacción cuando permanecen cuatro o cinco semanas en el top ten; vemos sus libros esparcidos como alfombras en los escaparates o se publican sus primeras entrevistas en los medios. A mí me ha pasado varias veces, con Auster, Mankel y algún otro que no recuerdo ahora.

En cuanto al caso reciente, soy de los que prefiero reconocer mi desconocimiento antes que verme obligado a alabar la obra de alguien que no he leído. Mi primer poema de don Nicanor lo leí ayer en el blog de Elías... y si no fuese porque llevo casi tres años leyendo y escuchando a Javier, para mí habría sido como si se lo hubiesen otorgado a don Agapito Valdefuentes, o algo así. Solo que a mí no me importa lo más mínimo reconocer mi ignorancia... sobre todo a día de hoy, que tenemos más escritores que botellines.

Fernando Moral dijo...

Más razón que un santo. Como dice Alejandro, todos tenemos nuestros tesooooros cuyo tratamiento público provoca las emociones contrarias que decís.

Y hablando de premios, ¿qué habría ocurrido si a Cervantes le hubieran dado el Cervantes de joven? A lo mejor no habría escrito esa obra universal cuyo nombre no recuerdo.

Un abrazo a la expectativa de premiar a un pardillo.

Fernando Moral dijo...

Y otra cosa, para antipoeta me quedo con nuestro Ariza. He dicho.

José Miguel Ridao dijo...

Hola, Rafael. Es verdad lo de la hermana, y lo más gordo es que al dar la noticia ponen de fondo sus canciones. En fin...

Pues es verdad, Elías, lo de las necrológicas es para nota. Eso sí, nadie se atreve a meterse con un muerto. Seré malo: ¡Qué poca distancia ha ido en este Cervantes entre el panegírico y la necrológica...!

¡Qué susto. Álex, había leído Merkel en vez de Mankel! Para tu contento, te digo que Auster es un pestiño asín de gordo, y así lo sigues teniendo para ti solito.

Fernando: Cervantes no escribe el Quijote en estos días ni con premio ni sin premio. Para escribir una obra así hay que ser pobre, y aquí con la ley Sinde, los muertos de la RAE y las subvenciones, se habría quedado tan ricamente en la mesa camilla viendo telebasura. Y toda la razón: mejor que Parra, nuestro antipoeta de las antiparras. ¿Ti da cuen de mi talento versificador?

Abrazos antipárricos, que no antiPárricos.

L.N.J. dijo...

Bueno, José Miguel, una vez más eres mi ídolo. Así que espero conocerte algún día personalmente y decirte a la cara que menos mal que te conocí antes de irte para el otro barrio.

Si las cosas ya se saben pero decirlas como tú, casi nadie. Ya sabes, rebozas de inteligencia y hacen falta muchos Ridaossssss!!!

Un beso.

L.N.J. dijo...

Bueno-bueno, tampoco te subas en un pedestal ehhh...

no me sale este vídeo en azulito, esta canción de Mónica Naranjo la escucho a menudo, jeje:


http://youtu.be/Xui7x_KF7bY

José Miguel Ridao dijo...

Vaya, yo que ya me estaba jinchando, y haciéndome ilusiones de recibir el Cervantes con 112 años...

L.N.J. dijo...

Espera que ha dicho Sarkozy que si seguimos así "La historia del mundo se escribirá sin Europa". Pues lo que hacía falta es menos historia, ¿porqué les gustará a algunos eliminar el pasado y poner medallas en las tumbas cuando han pasado por ejemplo 112 años?

Pues no cuentes con ello encanto, que Europa no existirá.

Anda, sube al pedestal y disfruta.

L.N.J. dijo...

Perdón, sin una Europa unida.

Paco dijo...

¡Cómo que los premios literarios tiene poco de literarios! Si con lo que has contado se arma una novela que ríete tú de la "Divina Comedia"...

Dyhego dijo...

Monsieur Ridao:
¡Anda que no se te ve el plumero ni ná, maxo! ¡Quieres convencernos a tos de lo malos que son los premios para que desertemos y te quedes tú solo finalista para los mejores premios, publicar mucho y ganar una pasta gansa para hacerte una casa más grande en Alájar!
¡Anda que no eres tú listillo ni na, majo!
Saludos premiosos y apremiantes.

José Miguel Ridao dijo...

Lourdes: lo de Europa está que arde. Veremos...

Pues es verdad, Paco, creo que voy a presentar esta entrada a un premio.

Me has pillao, Dyhego, y habéis perdido un tiempo precioso, en estos días me he presentado a cincuenta y cuatro premio de Sevilla, Alájar y el extranjero.

Abrazotes sin premio.