sábado, 24 de octubre de 2009

El último carcelero

Hace unos meses vi en el periódico una foto en la que aparecían varios agentes del FBI llevando en volandas a un anciano de 89 años en su silla de ruedas, camino de la cárcel y, quién sabe, de la pena de muerte. La cara del anciano es de sufrimiento e indefensión, a merced de los federales. Probablemente no supere los primeros interrogatorios y la muerte le sobrevenga sin tener que recurrir a old sparky. Eso que se ahorrará el fisco norteamericano, aunque, después de saber quién es el personaje, bien podía aguantar un poco para sentir la descarga letal.

Se trata de Ivan Demjanjuk, carcelero en Sobibor, donde murieron 29000 judíos, sospechoso también de ser Iván el Terrible, el sanguinario carcelero de Treblinka, donde murieron 800000. Si efectivamente es él, ¿hay que apiadarse de esa alimaña, acogida en dos ocasiones como ciudadano estadounidense, llevando una vida respetable y normal mientras en los campos de Polonia aún resuenan sus gritos brutales desde lo más profundo de las fosas que él rellenó? A mí no me da pena del hombre de la foto. ¿Cómo podría apiadarme de él sin dejar de pensar en sus víctimas? La maldad extrema no merece el perdón, no merece piedad, ni compasión por la suerte del malvado. La maldad extrema no merece ni la cárcel, al fin y al cabo refugio tranquilo y cómodo para los peores criminales. Es mejor exterminar a un nazi antes de que éste extermine a un millón de judíos inocentes. La maldad extrema sólo merece una cosa: la muerte.

15 comentarios:

Juanma de la Torre dijo...

En total acuerdo contigo, José Miguel. Todos somos responsables de nuestros actos, y todos tenemos que saber que no hay acto o decisión sin consecuencia.

... y aunque aquí protestarán los políticamente correctos, mejor que muera uno a que muera un millón. Hay grados de maldad imperdonables.

José María JURADO dijo...

Lo siento, pero no estoy de acuerdo, asesinar a un hombre, aunque culpable, vil o abominable también es abominable y vil.

Y no lo digo por correción política, sino porque creo en otra justicia, La Justicia, que no es de este mundo.

Liliana G. dijo...

No tengo ningún empacho en decir que estoy totalmente de acuerdo con vos, José Miguel, el genocidio no tiene perdón humano posible (no me meteré en otros terrenos), precisamente porque estos personajes, de humanos no han tenido nada.
Quien opine lo contrario es porque nunca le han puesto un revólver en la cabeza a sus hijos, como se lo han puesto a los míos. No sigamos tentando a la suerte, en algún momento se nos acabará y ni siquiera tendremos boca para opinar... Esta lacra no merece vivir para matarnos el futuro. He dicho...

Cariños.

Er Tato dijo...

Ya sabes lo que ocurriría en nuestro país en el mismo caso. Si los que mandan y los políticamente correctos fueran coherentes, claro. Que va a ser que no. Porque si, según gritan aquéllos olvidando que en este caso el orden de los factores sí altera el producto, el fin primero de la cárcel es la reinserción ¿acaso este energúmeno no estaba claramente reinsertado? Entonces ¿para qué le iba servir la cárcel o la pena de muerte?

Confundir el papel de la justicia y de las penas de privación de libertad es lo que tiene: los derechos de los delincuentes y los asesinos están más protegidos que los de sus víctimas.

De todas formas, tampoco soy partidario de la pena de muerte.

Un abrazo

Máximo Silencio dijo...

Totalmente de acuerdo con jose maría jurado. Ha justicias que son inquebrantables, el derecho a la vida es inalienable, aún con miles de muertes a las espaldas.

"El fin no justifica los medios", las sociedades contemporáneas tienen formas de castigo más eficaces que matar o dañar la dignidad de un hombre.

Un tema interesante. Saludos

Joaquín dijo...

Hago abstracción de los crímenes que puedan imputarse a este señor: la foto es abominable, indecente. La dignidad humana es un valor absoluto, sin posibles restricciones.

Siempre tengo presente el caso del matrimonio Ceaucescu. Cualquiera que fuesen sus responsabilidades criminales, cualquier persona decente debía sentir horror y piedad al ver la imagen de su cadáver, que fue portada de periódicos.

La liquidación de los dictadores no se hace por impartición de justicia (¡que sarcasmo, manchar el nombre de la justicia con la muerte de un hombre anciano, enfermo e indefenso!), sino para ahorrarse un problema político en los cambios de régimen político.

Anónimo dijo...

Yo no soy partidario de la pena de muerte. Como defensor de la vida, no puedo estarlo. Pero en casos como este, uno duda mucho, mucho, mucho.
Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

No sé, José Miguel, creo que en el hombre no existe la maldad extrema. El problema de la pena de muerte es que es justa en la teoría, es lo que se merece el asesino, pero no hay manera digna de llevarla a la práctica. Un abrazo.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Nunca la pena de muerte.

Yo lo ataría a una silla y le leería eternamente poemas malos.

¡Qué castigo!

Julio dijo...

Voto por la propuesta de Javier, pero yo le pondría vídeos de Belén Esteban y compañía.
Un abrazo, Ridao.

José Miguel Ridao dijo...

Cada vez que se habla de la pena de muerte se levanta polémica. Es comprensible, pues se trata de terminar con una vida humana, y además las convicciones religiosas entran en juego. Mi postura es clara al respecto: en algunos casos, como éste, estoy a favor. No voy a valorar el sentimiento de furia y legítima sed de justicia de las víctimas de este carnicero, alguna de las cuales lo han reconocido sin lugar a dudas, ni tengo estómago para referir las atrocidades que estas víctimas, muchas de ellas niños en aquel entonces, cuentan. Hablaré desde la frialdad, pues afortunadamente no he tenido experiencias como la que relata Liliana, u otras mucho peores.

Entiendo que es mucho mejor terminar con una vida humana si en ese caso se salvan otras muchas. En una entrada que hice hace un tiempo, , Maquiavelo a medias, decía que "A veces el fin justifica los medios. Lo difícil es saber cuándo". Creo que éste es uno de los casos.

En cuanto a lo que comenta José María de que matar a este sujeto es asesinar a un hombre, no estoy de acuerdo por doble partida: ni eso me parece un asesinato, sino justicia, ni esa alimaña me parece un ser humano. Si tenemos que esperar a la justicia divina corremos el riesgo de que no reciba su castigo, si es que éste procede (no sé cuál es la última doctrina teológica respecto al infierno).

Muy acertado el Tato en cuanto a la pena de cárcel y la reinserción. Yo diría más: para ésos que abogan por la cadena perpetua como alternativa a la pena de muerte, ¿no es un castigo peor? Si nadie tiene derecho a privar de la vida a sus semejantes, ¿sí se le puede privar de su libertad? Si el objeto de la cárcel es reinsertar, ¿entonces no procede castigar?

En cuanto a lo que dice Joaquín, en este caso no se trata de un problema político, como con Ceaucescu, sino de coger por los cuernos el Holocausto. En cualquier caso es difícil hacer abstracción de los crímenes horrendos, y tampoco tengo muy claro que sea lo más conveniente.

Por último, estoy de acuerdo con Jesús, pero pienso que también es justa en la práctica. Otra cosa es que sea fácil hacerlo. Además, ¿no está antes la justicia que la dignidad?

Un abrazo a todos, y gracias por vuestros comentarios.

Dyhego dijo...

José Miguel:´
Difícil asunto que siempre levanta sentimientos encontrados.
En caliente, la reacción es lógica: ¡No vas a tener lo que has robado a los demás: la vida!
En frío, es lo de siempre, si mato, me convierto en algo parecido (nunca igual, porque yo no he matado). Se me ocurren penas peores: cadena perpetua pero con trabajo perpetuo relacionado con el crimen: darle al nazi para comer comida de los perros y ponerlo a trabajar de criado.
No sé, no sé.
Un saludo.

José Miguel Ridao dijo...

Sí que es difícil, Dyhego. No hay respuesta objetiva.

Saludos.

Mery dijo...

Hace poco ví una película donde al final, el propio nieto que descubre los crímenes de su abuelo nazi, desconecta la máquina que lo mantiene con vida, a sus muchos años.
Si un familiar es incapaz de perdonar las bestialidades al que lleva su sangre, no podemos suponer que las víctimas lo hagan.
Qué asco de humanidad, a veces

Un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Por fortuna la mayoría de las veces no da tanto asco, Mery.

Otro beso.