Lunes Santo, 1:15 P.M. Escribo en mi mesa en Alájar frente al ventanal desde donde se divisa en lo alto del promontorio la espadaña-campanario de la Peña de Arias Montano, apenas a 500 metros a vuelo de pájaro. A la izquierda un pino gigantesco domina el paisaje desde su atalaya calcárea, como lo son las cuevas un poco más abajo donde habitaban los hombres prehistóricos. La lluvia cae a chorros, y la niebla empieza a envolver la montaña misteriosa. ¡Cuánta belleza encierra la naturaleza! ¡Cuánta magia y fascinación! La vida es esto, y no las avenidas atestadas de coches, de gente y de humo. Dios creó la tierra, no el asfalto, y allí es donde él ha de volver, a la tierra dura en verano y esponjosa en invierno, madre de la vida como lo es el agua. Lluvia del cielo y tierra en el suelo, ¡qué más se puede pedir!
Ahora miro hacia abajo, al teclado de mi portátil, de mi notebook, para conectarme a Internet y buscar artículos de marketing para seguir trabajando en los currículos. El contraste es tan grande que por unos instantes quedo abrumado ante la tarea titánica, pero la contemplación de la gran montaña donde habitan fuerzas telúricas ha regenerado mi espíritu, aunque sea para dedicarlo a tareas tan prosaicas. A las 1:23 P.M. vuelvo a la rutina odiada pero necesaria.
Casa Schröder
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La casa Schröder es patrimonio de la humanidad y aquí, en nuestras
ciudades, la contemplamos con admiración mientras nos quejamos de las
malditas pared...
Hace 20 horas
14 comentarios:
Con rutina o sin ella, te queremos, Ridao (sin mariconeo).
No te quejes, José Miguel.
Recibe un saludo de un Muñoz corrigiendo en Martes Santo.
Es un paisaje estremecedor, ya me contarás de la Semana Santa de Aracena que nunca he podido vivir. Qué paisajes, que naturaleza. Poderosa evocación.
Nos comieron el coco hace muuuuuuuuuuuuuuucho tiempo y vivimos como nos dijeron.
Saludos Ridao.
¡Qué daría por contemplar el paisaje de tu ventana, José Miguel! Más allá de lo cotidiano, del ir y venir entre un gentío insoportable, entre automóviles, humo y cotorreo, la naturaleza siempre nos regala el remanso de sus hijos, para rescatarnos de la desgraciada rutina.
Nunca mejor dicho eso de "la jungla de cemento". (Aunque no me imagino a Tarzán, saltando de un edificio a otro, asido a los cables del teléfono.)
Divaguemos, José Miguel, divagar es soñar con los ojos abiertos, en otras palabras, es vivir...
Besazos.
La naturaleza es el mejor libro, tienes suerte de estar en un sitio tan bonito, JM. Buena Semana Santa, que disfrutéis y descanséis.
Me has tocado il cuore, Julio (sin mariconeo).
A quién se le ocurre, Muñoz, el día de la Candelaria.
Gracias, Jose María. Ya te cuento, aunque yo soy más de paisajes que de imágenes y pasos.
Abrazos.
Tontos que fuimos, Torcuato. Aún estamos a tiempo...
A ver si vienes por estas tierras, Liliana, y te invito a verlo. Entretanto, ¡a vivir!
Es un libro precioso, Aurora. Buenas vacaciones para ti también.
Más abrazos.
Beatus ille... Disfruta de esa naturaleza. Un abrazo.
La vida es una autopía...
¿ o una autovía ?
Un abrazo
La rutina con ese paisaje a la vista es más llevadera. Disfrútalo cuanto puedas.
Un abrazo.
Ridao....me parece que le hace falta dar una vuelta por las procesiones....¡no se prive hombre, no se prive¡¡¡
Besos
Eso de la tierra dura en verano y esponjosa en invierno sólo lo percibe el que lo vive. Compartimos cemento-alergia.
Un abrazo.
Eso hago, tocayo. Beatus ille es mi lema.
Yo le quitaba los autos a la vida, Veridiana.
Mucho más llevadera, Alegre.
No me privo, mangeles, pero no en Sevilla, sino en Aracena, donde hay menos gente.
Cómo lo sabes, Fernando. A ver cuándo me visitas.
Abrazos beatusilleros.
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