martes, 30 de marzo de 2010

Divagaciones de un Lunes Santo en Alájar

Lunes Santo, 1:15 P.M. Escribo en mi mesa en Alájar frente al ventanal desde donde se divisa en lo alto del promontorio la espadaña-campanario de la Peña de Arias Montano, apenas a 500 metros a vuelo de pájaro. A la izquierda un pino gigantesco domina el paisaje desde su atalaya calcárea, como lo son las cuevas un poco más abajo donde habitaban los hombres prehistóricos. La lluvia cae a chorros, y la niebla empieza a envolver la montaña misteriosa. ¡Cuánta belleza encierra la naturaleza! ¡Cuánta magia y fascinación! La vida es esto, y no las avenidas atestadas de coches, de gente y de humo. Dios creó la tierra, no el asfalto, y allí es donde él ha de volver, a la tierra dura en verano y esponjosa en invierno, madre de la vida como lo es el agua. Lluvia del cielo y tierra en el suelo, ¡qué más se puede pedir!

Ahora miro hacia abajo, al teclado de mi portátil, de mi notebook, para conectarme a Internet y buscar artículos de marketing para seguir trabajando en los currículos. El contraste es tan grande que por unos instantes quedo abrumado ante la tarea titánica, pero la contemplación de la gran montaña donde habitan fuerzas telúricas ha regenerado mi espíritu, aunque sea para dedicarlo a tareas tan prosaicas. A las 1:23 P.M. vuelvo a la rutina odiada pero necesaria.

14 comentarios:

Las hojas del roble dijo...

Con rutina o sin ella, te queremos, Ridao (sin mariconeo).

Alejandro Muñoz dijo...

No te quejes, José Miguel.
Recibe un saludo de un Muñoz corrigiendo en Martes Santo.

José María JURADO dijo...

Es un paisaje estremecedor, ya me contarás de la Semana Santa de Aracena que nunca he podido vivir. Qué paisajes, que naturaleza. Poderosa evocación.

Torcuato dijo...

Nos comieron el coco hace muuuuuuuuuuuuuuucho tiempo y vivimos como nos dijeron.

Saludos Ridao.

Liliana G. dijo...

¡Qué daría por contemplar el paisaje de tu ventana, José Miguel! Más allá de lo cotidiano, del ir y venir entre un gentío insoportable, entre automóviles, humo y cotorreo, la naturaleza siempre nos regala el remanso de sus hijos, para rescatarnos de la desgraciada rutina.
Nunca mejor dicho eso de "la jungla de cemento". (Aunque no me imagino a Tarzán, saltando de un edificio a otro, asido a los cables del teléfono.)

Divaguemos, José Miguel, divagar es soñar con los ojos abiertos, en otras palabras, es vivir...

Besazos.

Máster en nubes dijo...

La naturaleza es el mejor libro, tienes suerte de estar en un sitio tan bonito, JM. Buena Semana Santa, que disfrutéis y descanséis.

José Miguel Ridao dijo...

Me has tocado il cuore, Julio (sin mariconeo).

A quién se le ocurre, Muñoz, el día de la Candelaria.

Gracias, Jose María. Ya te cuento, aunque yo soy más de paisajes que de imágenes y pasos.

Abrazos.

José Miguel Ridao dijo...

Tontos que fuimos, Torcuato. Aún estamos a tiempo...

A ver si vienes por estas tierras, Liliana, y te invito a verlo. Entretanto, ¡a vivir!

Es un libro precioso, Aurora. Buenas vacaciones para ti también.

Más abrazos.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Beatus ille... Disfruta de esa naturaleza. Un abrazo.

veridiana dijo...

La vida es una autopía...
¿ o una autovía ?

Un abrazo

El alegre "opinador" dijo...

La rutina con ese paisaje a la vista es más llevadera. Disfrútalo cuanto puedas.
Un abrazo.

mangeles dijo...

Ridao....me parece que le hace falta dar una vuelta por las procesiones....¡no se prive hombre, no se prive¡¡¡


Besos

Fernando Moral dijo...

Eso de la tierra dura en verano y esponjosa en invierno sólo lo percibe el que lo vive. Compartimos cemento-alergia.

Un abrazo.

José Miguel Ridao dijo...

Eso hago, tocayo. Beatus ille es mi lema.

Yo le quitaba los autos a la vida, Veridiana.

Mucho más llevadera, Alegre.

No me privo, mangeles, pero no en Sevilla, sino en Aracena, donde hay menos gente.

Cómo lo sabes, Fernando. A ver cuándo me visitas.

Abrazos beatusilleros.