viernes, 23 de septiembre de 2011

A un chupete



Hace dos días le quitamos el chupete a Gonzalo. Las cosas más triviales, las más insignificantes, son las que suelen dejarnos un inesperado rastro de emoción. Desde que era un bebé muy pequeño, tengo la imagen de Gonzalo con su chupete en la boca, no todo el día, sino para dormir, o cuando estaba cansado. Logró una compenetración tan grande con ese trocito de goma que era capaz de darle vueltas en la boca, sin tocarlo. Cuando se lo poníamos al revés daba medio giro como si tuviera un resorte en los labios, hasta ponerlo en la posición correcta. La expresión del niño el otro día al pedir su chupete y ver que ya no estaba, que se lo había llevado una gallinita, es difícil de explicar con palabras, como tampoco se explica muy bien la pena de los padres por algo tan lógico, tan natural. Precisamente por eso, porque es natural, se percibe por primera vez como algo que es ley de vida, el primer paso en una serie de cambios, de renuncias necesarias en que consiste nuestra vida. A veces se quiere atrapar el instante, nos negamos a entregar al dios del tiempo las cosas que nos han hecho felices, aunque sea el chupete del hijo más pequeño. A veces se siente uno así, y se le tensa la fibra sensible, y casi se avergüenza de decirlo, cuánto más de escribirlo.

Epílogo: Gonzalo está llorando porque no puede dormirse. Ahora tiene que aprender a hacerlo solo, y en poco tiempo habrá olvidado su chupete, como yo tendré que olvidar en el futuro que hubo un tiempo en que él dependía de mí para casi todo.

16 comentarios:

Er Tato dijo...

Cuando de verdad vas a añorar su chupete va a ser cuando te pida el coche prestado para ir a la Universidad.

Un abrazo

P.S.: Un entrada muy entrañable, Ridao.

Dyhego dijo...

Entrañable.

Blimunda dijo...

Me reconozco en esa negación, en la de "entregarle al dios del tiempo las cosas que nos han hecho felices".
Y de alguna manera funciona.

Pero no te avergüences, al contrario creo que tanta ternura solo puede celebrarse.

Un beso para Gonzalo.

alma dijo...

Yo lo tendré más díficil, en mi caso el chupete forma un matrimonio canónico e indisoluble con el perro de peluche. "pete y wau" son como epi blas o el difunto charlton heston y su rifle...

Un saludo

Alonso CM dijo...

Joder con las aves. A mi hijo se lo robó una lechuza una noche sin luna, la muy cabrona.
Es doloroso, pero crecer supone en muchas ocasiones renunciar a los objetos asociados a otra etapa de la vida de la que de salir. Con el tiempo descubrirá otros chupetes mejores...

Un abrazo y mata la gallina de inmediato.

Anónimo dijo...

Joder, me has hecho llorar, cabrón.
47 años y llorando como un enano sin chupete.
Y no me identifico por vergüenza( y no me sale de los ...mandaos, Ridao, bacalao)

Elías dijo...

Qué cabrona, la gallina.
Un poné: si la pillo in fraganti huyendo con el chupe, me hago un caldo.

Abrazo.

Alejandro Muñoz dijo...

Déjate de mariconadas, José Miguel, que con el cuarto duele menos que con el primero. El de Alejandra se lo llevó Baltasar, la noche de los Reyes Magos. El de Ignacio el mamón de su padre. Bastó que Pedro, su pediatra, me insinuase en una consulta que era el momento para que yo lo quitara de la circulación ésa misma noche.
Y costó mucho menos de lo que imaginaba. Lo de Baltasar, en cambio, si que fue una putada.

Un abrazo. Chupetero.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Preciosa entrada Ridao. Gonzalo es un tío precioso y tiene una cara de machote acojonante.
Un abrazo; y por mí, le puedes cortar el gañote a la gallina cabrona que se ha llevado su chupe.

Naranjito dijo...

Vale Ridao, tú degüella a la gallina. Pero el de mi hijo se lo llevaron los bomberos en el camión cuando salían corriendo a una intervención. Menos mal que ya no se acuerda. ¿será porque el niño tiene 24 tacos?
Eres bueno hasta con las historias tiernas.
Un abrazo.

Liliana G. dijo...

Y a mí cada noche me lo comía el "ratoncito" (mi madre todos los días le daba un tijeretazo, a lo último ya chupaba la arandela) ¿Habrá sido el mismísimo Pérez que después se quiso congratular conmigo trayéndome monedas por dientes?

Esto me deja otra moraleja: cuando nos sentimos culpables dejamos de ser nosotros para achacarles la culpa a otro, y si es un animal (que lógicamente no se puede defender), mejor.

No te das una idea de lo que he disfrutado esta entrada. El niño es un muñeco, divinísimo hasta enchupetado.

Besos.

L.N.J. dijo...

Lindo como los amaneceres pulidos de belleza y con naturaleza propia.

Ya ves, quién diría que un chupe es un verdadero problema para un niño, en este caso, Gonzalo. Hay que ponerse a su altura, es la mejor manera de entenderlo.

Besos José Miguel.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Encantador el pequeño, tal como lo recuerdo.
Un abrazo desde Cádiz.

José Miguel Ridao dijo...

Muchísimas gracias a todos por los comentarios, hemos estado en Alájar sin chupete, y el sinvergüenza ha dormido en nuestra cama.

Sois una mijita brutos con la gallinita, qué culpa tendrá. Que sepáis que está indultada.

Lo de Liliana de los tijeretazos al chupe es de una crueldad muyyy refinada.

Alejandro: mil gracias por la foto, me ha emocionado, no la recordaba.

Y eso, Tato, Dyhego, Blimunda, Alma (¡bienvenida!), Alonso (¿no era miradme?), bacalao (No Guengo ni Guidea de quién eres), Elías el del caldo, Álex, Rafael (pero machote...), Naranjito, Liliana, Lourdes, tocayo... ¡¡gracias por el cariño!!

Muñoz Escasso dijo...

En el caso de mi hijo fue mucho peor quitarle una canasta que tenía puesta en un rincón de casa,(mi piso es pequeño y la pared y la propia canasta estaban destrozadas).
Son esos lagrimones de niño, ese llanto contenido al principio y que desembocan en estruendo solo al final,- completamente distintos a sus habituales rabietas cuando les llevas la contraria o les prohibes algo.
A mi me jodió la ostia verle así.

José Miguel Ridao dijo...

Mira que eres, Escasso, quitarle la canastita. Aprende de mí, que he colgado de la pared del patio (más bien chico) un canastón de verdad, y la pelota haciendo estragos en las macetas.