jueves, 26 de mayo de 2011

¡Alto en nombre de la autoridad!


Nota
: recupero esta entrada que me habían birlado los cabrones de blogger y que he podido rescatar usando mi legendaria pericia informática.

Uno -¡ejem!- no tiene trazas de forajido, y es de los que se tranquilizan cuando ve por el retrovisor a una pareja de la Guardia Civil o un patrullero de la Policía Nacional. Sin embargo, he de reconocer que en una ocasión, y para mi descrédito, tuve problemas con la autoridad, si bien me considero inocente y mi conciencia está tranquila. Sucedió un día en que circulaba por una avenida de mi ciudad, y me incorporé a una amplia rotonda para hacer un giro a la izquierda. Al principio no los vi, porque estaban ocultos por unos árboles, pero a medida que me acercaba observé un furgón policial enrejado parado en medio de la calzada, y a su alrededor varios "terminators" de ésos que van vestidos con mono azul y empuñan unas metralletas que asustan al más pintado, en esta época de paz prolongada en que las armas las vemos por la televisión. Un poco más adelante había un coche grande rodeado por varios de estos sujetos, y en su interior un individuo con pinta de haber atracado el Banco de España como mínimo, que tenía un aire abatido, con el rostro entre las manos. El espectáculo era ciertamente interesante, y los policías iban dando paso lentamente a los coches, apremiándolos a circular para que no estorbaran su trabajo. Yo estaba en la cola y miraba la escena tranquilo. Le llegó el turno de pasar al coche que iba delante, y yo por inercia pasé detrás de él. En ese momento se escuchó un golpe seco acompañado de un ruido inquietante, algo así como "¡Brrrromblomblomblom!". Miré asustado a mi derecha a ver qué pasaba y lo que vi me llenó de espanto: encima de mi capó se había subido uno de esos policías, con metralleta y todo. Más que subirse por su propia voluntad, me lo había llevado por delante. Era digna de ver la cara que se le puso, y supongo, porque yo no me veía, que la mía era aún peor. El hombre saltó al suelo rojo de ira, dio la vuelta al coche y se fue para mi ventanilla, mientras que sus colegas acudían raudos en auxilio del compañero atacado. No relataré aquí los instantes que transcurrieron a continuación, porque se han borrado de mi memoria. Sólo diré que me libré de que me sacaran por la ventanilla agarrado de las orejas, que me pidieron todos los papeles que llevaba encima (yo, en mi torpeza, les alargué también unos billetes de cincuenta euros, lo que agravó la situación ), y que no hacían más que preguntarme: "¿No se da cuenta de que ha atropellado a la autoridad?, ¿ha tenido usted antes problemas con la justicia?, ¿sabe usted las consecuencias de su acción?, ¿cómo puede usted decir que no me ha visto, si estaba delante suya?, todo ello con unas caras muy fieras, a grandes voces y en tono amenazante, cuando no directamente insultante. Yo ya me veía dentro del furgón siendo torturado con métodos de los que no dejan huella. Incluso pensé en decirles "Usted no sabe con quién está hablando", pero afortunadamente me contuve, pues poco a poco los hombres se fueron aplacando y entrando en razón, ante mi reiterada respuesta de "no le he visto", "no le he visto", "no le he visto, qué quiere que le diga". Debieron de verme cara de buena gente, pues al cabo de esos minutos de tensión y de canguelo por mi parte, acabaron diciéndome: "Bueno, un fallo lo tiene cualquiera, circule". Yo me sentí como si me hubiera confesado ante el Papa y él mismo me hubiera dado la absolución sin penitencia ninguna. Salí de allí a escape, y aún me queda la duda de si el barrabás que habían detenido en su coche aprovechó el tumulto para escapar.

8 comentarios:

Dyhego dijo...

Mosieur RIDAO:
¿No sería que el agente de policía era un cuñao o un exalumno?
Na más que con verte la cara de tu afoto del blog, es pa ponerte las esposas, pero con las manos por detrás de la cintura.
Salu2 beneméritos.

Liliana G. dijo...

Eso de que "la curiosidad mata al gato", bien se podría aplicar aquí, Ridao... ¡Atropellar a la autoridad y de puro metiche!

Me hubiera gustado ser una mosca para ver la escena, todavía me estaría acordando de tu cara...

Besos curiosos.

Mery dijo...

Menos mal que no estamos en una república bananera, que si no te hubieras enterado de lo que vale un peine.
Así contado suena de chiste pero imagino el trago del momento.
Un beso

José Miguel Ridao dijo...

Qué va, Dyhego, era un tío muy serio con cara de mala leche. Y ya he cambiado desde esa foto, ahora doy el pego como formalito y responsable.

¡Metiche! la primera vez que leo esa palabra. Es lunfardo, ¿no? Me encanta, la emplearé a partir de ahora. Por aquí se dice "metomentodo".

Es verdad, Mery, yo estaba tranquilo, pensaba que nada iba a pasarme por un despiste. No hace falta irse a una repúbica bananera, en USA mismo se me habría caído el pelo, como mínimo.

Abrazos banauseros.

Rocío. dijo...

Ridao,ten cuidao,yo una vez aparque sin darme cue,en la puerta un ministerio,y por poco me fusilan,cuando fui a por el coche,me esperaban 2 guardia civieles hasta con la metralleta en la mano,que sustooooo.

José Miguel Ridao dijo...

Ojú, qué susto. menos mal que en Sevilla no hay ministerios...

El alegre "opinador" dijo...

¿Esta entrada no es repetida?...
Me suena. Incluso te comenté algo al respecto.
¿Estaré soñando?
Un saludo.

José Miguel Ridao dijo...

Repetida no, recuperada. Blogger me la birló junto con los comentarios que hicisteis, que no he podido recuperar. Recuerdo que tú comentaste que tenías experiencias muy fuertes con la policía por ser vasco, y que algún día lo contarías. Me dio mucha rabia perder esos comentarios.

Un abrazo.