Ayer, día de elecciones, me planteé algo que resulta recurrente cada vez que hay una cita con las urnas: ¿y qué pasa si no voto? ¿Merece la pena el esfuerzo de acudir al colegio electoral un domingo, con lo bien que se está en Alájar, en la playa o arrascándose los cataplines en lo alto del sofá? No desvelaré cuál fue mi decisión, pues al igual que el voto es secreto también lo es el no voto. Lo que sí quiero compartir es la sorprendente conclusión a la que he llegado después de mucho cavilar: ¡Votar no sirve de nada!
Emplearé para probar mi afirmación una argumentación lógica basada en el método inductivo, y aviso que está blindada contra los más contumaces expertos en lógica y politólogos ilustres. Hay un hecho indiscutible, y que nos sirve de punto de partida: en ningún caso en toda la historia se han decidido unas elecciones por un único voto (sólo una vez estuvo la cosa muy apretada en USA, en la pugna entre George Bush y Al Gore, y se procedió al recuento manual de papeletas, pero ni siquiera en ese caso un único voto decidió). La probabilidad de que esto ocurra en unas elecciones generales o municipales de una ciudad grande es tan ínfima que puede ser despreciada. Esto demuestra, y los resultados así lo han confirmado, que mi hipotético voto de ayer no decidió nada; la democracia nunca me va a echar de menos. Sé lo que pasa por vuestras cabezas en este mismo momento: que si todos pensaran como yo, nadie votaba, o bien podéis argumentar que en ese caso saldrían los de tal partido, porque ellos sí que votan (casualmente, ese tal partido es siempre la oposición del partido que vota nuestro interlocutor). Bla, bla, bla, bla... ¡Paparruchas! Mis actos no tienen una influencia inmediata en los actos de mis conciudadanos, luego el que yo vote o no es un hecho aislado, que no influye para nada en la vida política de mi ciudad. Con esto queda ya probada mi tesis, pero avanzaré un paso más, que no es realmente necesario, para convencer a los escépticos: este tipo de razonamientos sólo se le pueden ocurrir a los gilipollas como yo (ya echaba de menos la palabreja), y está demostrado estadísticamente que los gilipollas se distribuyen uniformemente por todas las capas de la sociedad, incluyendo las tendencias políticas, luego son tan gilipollas que su voto es inútil.
Quod erat demostrandum.
Nota: Estuve tentado de publicar esta entrada ayer, pero en ese caso, y dada mi popularidad y ascendente sobre la sociedad, sí que habría influido en el comportamiento de voto. Y uno es gilipollas, pero honesto.
Nota: Estuve tentado de publicar esta entrada ayer, pero en ese caso, y dada mi popularidad y ascendente sobre la sociedad, sí que habría influido en el comportamiento de voto. Y uno es gilipollas, pero honesto.
P.S. Dado el cariz de mis últimas entradas, abro la etiqueta "Gilipolleces".
9 comentarios:
Monsieur RIDAO:
¿A que no sabe usted en qué empleé tres cuartos de hora, el domingo por la noche? No cené porque estaba como el lobo tras engullirse a la Caperucita, a la abuelita y al cazador, así que me fui a internet y tachín tachán, estuve estudiando la ley d'Hont.
Ya le digo, tras 45', ¡la entendí!
Desde ayer mismo me siento más demócrata, más guapo, más delgado, más politólogo, más comentarista y más musculoso.
Salu2 de "v"otarate.
Yo me volví antes de la sierra por votar, bueno y porque estoy de obras y tenía que seguir preparando la casa para el lunes. No sé qué me pesó mas-creo que las obras-.
Y lo digo hoy, a toro pasado, para no influir tampoco en los otros votantes ;-)
Un abrazo
Ridao tal vez la democracia no te eche de menos a ti, pero tu si vas a echarla de menos si alguna vez vas a parar a algun lugar donde no exista.
Tu hipótesis, tesis y demostración es genial, Ridao, pero a mí me podías convencer con un par de líneas, hace rato que opino lo mismo.
Eso sí, en Argentina no es común que nos planteemos si vamos o no a votar, porque el voto es obligatorio y si uno no va le caben penas hasta de prisión (esto no lo vi jamás), de modo que hay que votar aunque no sirva de un rábano, con lo cual es más frustrante todavía, porque vamos a molestarnos sabiendo de que somos inservibles.
En fin, José Miguel, que en octubre aquí tendremos las presidenciales ¡para qué! Eso digo, para qué si siempre es más de lo mismo...
Besos.
¿Tú? ¿Gilipollas?, vamos José Miguel, mira a tu alrededor...
Besos.
Últimamente cavilas demasiado sobre gilipolleces. Tendrías que comprarte un libro nuevo de Trapiello, que de ésos no tienes en el ridaider. Aprovecha ahora, que es la Feria del Libro.
Tus ta mal de la chorla, Dyhego. Espero que sea pasajero...
Di que sí, Mery, ahora podemos hablar, como demócratas a posteriori.
Anda que no, MPVX2. Yo, por si las moscas, no viajo mucho...
¡¡Obligatorio!! Liliana, eso es tremendo, a mí me obligan a votar y siento que atentan contra mi libertad, mis derechos... ¿No está entre los derechos humanos el derecho al ninguneo?
Pues es verdad, Lourdes, hay gilipollas por doquier, ya hay que ser gilipollas para decir "por doquier"...
Ya tengo uno en el ridáider, Alex, Las armas y las letras. No te digo si es legal o no que sé que me lee...
Abrazos.
Ridao,lo que tenías que hacer hecho,era votar a z.p.con sus 5 millones de paraos incluidos,¿ es que no ter da penita?,hay que vé Ridao,que lo han dejao pal arrastre.
Un beso electoral.
Sí, Rocío, una pena tremenda. Le pueden ir dando al gilipollas ese, y la van a botar los de su mismo partido, lo que le va a doler más.
Un beso vengativo.
Publicar un comentario