martes, 17 de febrero de 2009

Guardianes de la enseñanza


Yo me he asomado a las profundas simas
de la LOGSE en mi centro,
y les he visto el fin, o con los ojos
o con el pensamiento.

Mas, ¡ay! de un inspector llegué al abismo
y me incliné por verlo,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡tan sordo era y tan ciego!


Ya sé que no queda muy poético este retoque a la rima XLVII, la palabra LOGSE mata cualquier verso; pero estoy convencido de que si Bécquer hubiera vivido en nuestro tiempo su alma atormentada habría tenido muchos más motivos de inspiración.

P.S. Como dicen que para toda regla hay excepciones pido disculpas a éstas si las hubiere, pero ¡no entiendo cómo no salen corriendo!

9 comentarios:

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Algún día alguien se dará cuenta, espero que no sea ya demasiado tarde,de lo que han hecho con la enseñanza secundaria en España; puede que también algún día, alguien les pida cuentas por ello. Un país que cambia tantas veces en tan poco tiempo de sistema educativo no podrá ser nunca un páis serio. Las consecuencias, lo digo José Miguel por tu entrada anterior, la de la muerte, a la vista están. Han mandado las humanidades a darse una vuelta por el laberinto del bosque y nos han engañado con la técnica y el inglés, así nos luce el pelo. En fin, para qué hablar de lo que padeces cada día. Único consuelo: hay males y situaciones peores.
Gracias por tu generoso comentario a mi entrada sobre novela histórica. Te aclaro. "El laberinto mágico" lo integran seis novelas que en conjunto vienen a abarcar unas tres mil páginas, dicho así a groso modo. Si corres, prepara unos cuantos euros y una buena dosis de tiempo para leerlo. No te arrepentirás.
Un abrazo, Javier.
A lo mejor esto es "cortesía bloguera" como decías en una entrada anterior. Tal vez sea aquello de me lees y te leo. Yo lo dejaría en buena educación: hay que devolver las visitas, muchos ni siquiera se toman la molestia de hacerlo.

Olga Bernad dijo...

Mucho aliento poético hace falta para encarar el tema con un sentido del humor que deja un rastro más triste que cínico.
Tal vez se pidan cuentas pero seguramente no se rendirán. Y tal vez cada cual las pida según el color del cristal con que mire al inspector de turno.
Ay de nuestros hijos.
Saludos, José Miguel.

José Miguel Ridao dijo...

Lúgubre conclusión, Javier, que de mi comentario de hoy se derive el comentario de ayer. Lo malo es que tienes razón, espero que sólo en parte. Me quedo con el optimismo: esperemos que no sea demasiado tarde.

Olga, más bien usé el desaliento poético; bien sabes que la poesía es versátil. Como dejas ver, el cinismo no es uno de mis defectos, pero abordé esta paráfrasis con resignación más que tristeza, y también con un poco de guasa y desprecio. Resignación de que el sistema educativo actual es el que es, pero optimismo para encarar la educación de mis hijos: estoy convencido de que más del 90% depende de mí, y confío en que el porcentaje restante, que corresponde a la LOE, nuevo engendro del sistema, no salga triunfante.

Un abrazo.

Juan Antonio González Romano dijo...

Qué bueno, compañero, amigo. Bécquer, si viviera en estos tiempos, te habría aplaudido, por supuesto.Qué inmensa ceguera la de los inspectores, con los ojos tapados a conciencia por sus superiores, políticos de tres al cuarto, impermeables al sentido común. Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Estas paráfrasis son magníficas, con sorpresa y todo. Un abrazo

Anónimo dijo...

Inspectores sordos y ciegos, cómo se ve que conoces el paño. Más duros que mármol a mis quejas, podríamos decir con Garcilaso. Y ciegos de eleer papeles (,) inútiles.
Un abrazo.

Juliiiii dijo...

Ay, si no fuera por los inspectores, ¿qué sería de nosotros? Aunque quien dice inspectores, dice sistema educativo. Y qué mejor que decirlo poéticamente, a lo Bécquer. ¡Muy original!

Saludos

José Miguel Ridao dijo...

Gracias, Juan Antonio y Jesús. Tengo preparada una nueva entrega; ahora el turno es para Quevedo.

Más que paño es percal, Octavio. Veo que tú también lo conoces.

Bienvenida, Juliiii. Más bien, ¿qué sería de los inspectores sin nosotros? ¿Con quién se ensañarían?

Un abrazo.

Mery dijo...

Al leerte he recordado los años en que trabajé en la enseñanza; esos turbios inspectores de carácter sombrío (cuando venían sin desayunar) o absurdamente parlanchines (cuando ya habían tomado su aperitivo).
Cuánto trabajo inútil nos daban.

Pero acabo ya, y te mando este aplauso enorme por tu buen hacer con los versos, las paráfrasis, los cinismos y todo lo que se te pone por delante.