Hace muchos años solía acudir a la plaza de toros de la Mestranza acompañando a mi padre, que tenía dos abonos en el tendido 9, debajo de la música. Para mí la Fiesta Nacional siempre fue algo natural; desde pequeño veía los toros por televisión y nunca me causaron una impresión especial. La primera vez que fui a la plaza recuerdo que me impactó el tamaño y la fiereza del animal al verlo a escasamente cinco metros. Mi primera reacción al verlo venir hacia las tablas fue echarme hacia atrás, espantado por su poderío y temeroso de que saltara a los tendidos.
Una de las tardes de Feria se sentaron detrás nuestra unos turistas norteamericanos que iban a los toros por primera vez, supongo que como parte de los alicientes turísticos de la ciudad. Al principio todo eran exclamaciones de emoción por el ambiente de la plaza, el paseíllo, los pasodobles y la salida de los toros por la puerta de chiqueros, pero cuando empezó la lidia la cosa cambió. Primero fue el tercio de banderillas, con los arpones clavándose en el lomo del morlaco y haciendo brotar los primeros hilos de sangre. En la suerte de varas la cosa empeoró: el picador se ensañó y el castigo fue duro, llenando de sangre brillante el costado del animal. A estas alturas los americanos estaban francamente horrorizados, pero su espanto llegó al culmen cuando el diestro clavó la espada y el toro se encaminó moribundo hacia las tablas con la lengua fuera para caer rodando después de cinco descabellos. La faena había sido muy buena, y el público pedía insistentemente la oreja; yo era el primero en agitar mi pañuelo blanco. Mientras tanto los turistas se tapaban los ojos y sólo alcancé a oír una exclamación "This is barbaric". Yo miré hacia atrás y les expliqué que lo importante era el arte desplegado, pero por cómo me miraban no parecían estar muy de acuerdo conmigo, y abandonaron la plaza despavoridos.
En aquel momento no di mayor importancia a la anécdota, pero con el paso del tiempo lo he ido viendo de otro modo. No es que esté en contra de la Fiesta, pero el tiempo que llevo sin ir a la plaza ni ver los toros por televisión me ha hecho comprender la postura de esos turistas, su repugnancia. La muerte del toro es cruel, y sólo los que hemos mamado la Fiesta desde pequeños lo vemos como algo natural. Ahora lo veo como un rito hermoso, venido de otros tiempos remotos donde la muerte y la vida tenían un valor muy relativo. Era una sociedad menos civilizada que la actual, más bárbara pero también infinitamente menos hipócrita.
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18 comentarios:
Monsieur RIDAO:
Nunca he visto una corrida (ején...) y no me interesa la tauromaquia en absoluto. No me atrevería a prohibirla pero tampoco la aconsejo. Desde luego es cruel ese ensañamiento (banderillas y picadores, esos pasos sí que los prohibiría, pero ya). Si la lucha fuese entre torero y toro, nada más; quizás...
Salu2 sin corrida... (como cantaba la Chipionera...)
¡ Olé! que bien torea maestro. Y ese natural ¡ oleeee!
No me gusta nada la hipocresia,es más la detesto tomando al cielo por testigo, me gusta mucho pero que mucho más la Fiesta Nacional. Y eso que no soy muy dado en ir a la Feria.
Un abrazo de torero.
Yo no creo que la muerte del toro sea cruel, porque la crueldad no es un concepto aplicable al animal que presupone la conciencia por este del sufrimiento, exclusiva del ser humano.
Puede ser dolorosa, pero no cruel.
Es la atribución de cualidades humanas a los animales la que nos lleva a estas consideraciones, normales por otro lado.
Yo me aficioné bien tarde, por cierto, a los dieciocho, y me recuerdo de muy niño viendo los toros por la TV y repudiando la muerte del animal.
Pero entonces yo no sabía que había otro problemas en el mundo y cómo mataban a los que nos comemos.
Entonces fui a una matanza, y no sigo, porque los chillidos del cerdo los tengo bien grabados.
Creo que dasla clave con el tema de la hipocresía, ignorar la mayor parte de los dolores humanos, nos hace ensalzar y dar importancia a esta minucia que es la muerte de un animal.
Comprendo que haya personas que sienten compasión por los animales y por eso no van a los toros. Cuentan, naturalmente, con todo mi respeto.
Otra cosa es el prohibicionismo.
Ademas:
una de las causas del rechazo a la tauromaquia es la ocultación de la muerte y del dolor. También la abonimación del mundo moderno hacia los valores heróicos que la fundamentan. El valor, la belleza y el afrontar el riesgo con serenidad y elegancia es algo que ya no se lleva.
Como dice Luis Alberto de Cuenca, España es un país en el que están prohibidos los héroes.
Saludos y que Dios reparta suertes.
A mí me gustan mucho los toros. Hace mil años que no voy a una plaza. Y la última corrida que ví fue un exitazo de EL CID...
Pero, comprendo que es una Barbaric...y mea culpa...me voy al rincón ....
Besos contradictorios
La última que ví en la TV...queria decir.
Más besos.
Pd. sigo leyendo tú traducción...que me parece muy hermosa....
Se ensañan a la hora de prohibir los toros pero no lo hacen con las matanzas en los pueblos y la muerte de millones de animales en todo el mundo en el matadero. De la misma forma se ensañan cuando hablan de prohibir fumar, pero no lo hacen con el humo de los coches y de las fábricas.
Creo que hay más de hipocresía que de otra cosa. Si se prohíben las corridas, los que quieren salvar al toro lo están condenando a su extinción, ya que no habrá ningún filántropo que se dedique a la cría del toro bravo.
Por no mencionar lo que ha aportado la Fiesta al Arte y a la Literatura.
Un abrazo.
Por cierto...se me olvidaba...si todavía no he renegado de los TOROS, es porque no he podido ir aún a una tarde de toros en La Maestranza...cuando lo consiga...sea cuando sea...¡¡¡¡ME HARÉ ANTITAURINA...CONSTE¡¡¡...
Besosss
Yo personalmente considero que la crueldad no existe. La tradición y la cultura venida de tiempos clásicos, muestra una faceta en la que el enfrentamiento con el toro era una lucha de fiereza y honor, donde el animal se enfrenta con su fuerza contra el intelecto humano y sus herramientas.
Y una cuestión más, no podemos equiparar el dolor de un animal al de una persona. Mientras que el dolor de un ser humano sale de lo natural para inmiscuirse en la razón y en el corazón humano, el animal no posee más que una respuesta biológica. Le duele como indicativo de que algo va mal en su organismo, no como rotura de su intocable dignidad, o el final de esa vida tan preciada para él. Estamos hablando del poder de la consciencia humana para dar facultades espirituales a las sensaciones biológicas. El animal no posee esta capacidad.
De todas maneras deberían saber que en la plaza, no se vive un ambiente de sadismo ni ambiente sangriento sino de admiración por esta batalla campal. Los que defienden que este acto es cruel, están esgrimiendo el sentimentalismo moral... pues además, teniendo la ostra el mismo grado de consciencia (o de inconsciencia) es comida por muchos de estos con limón viva, corroiendose en un lecho de ácido cítrico.
Fiesta Nacional o no, lo que yo veo es que este acto no es imputable por crueldad o por doloroso, sino por las consciencias humanas que pueden tomar dicho acto con un instinto de pasión sangrienta y sádica o con admiración respecto al astado por su valentía y bravura. Y que conste que no me gustan nada los toros.
Un Saludo Ridao
No sé si es la primera vez que, verdaderamente y en mi opinión, leo una argumentación sencillamente perfecta sobre la Fiesta Nacional. Gracias, Antonio Rivero.
Y abrazos, querdio Ridao.
Yo también lo veo cruel, Dyhego, pero me gustan los toros.
Ooolee, Ramón, ese ayudao por alto. ¡Viva la Fiesta!
Yo sí veo que hay crueldad, José María, porque pienso que los toros sí sufren. Habría que pregunatarle a toro... Totalmente de acuerdo en la comparación con la matanza de animales que nos comemos. Ahí hay una hipocresía enorme.
Bienvenido, gomez de lesaca. Me ha parecido muy atinado tu comentario, y espléndida la cita de L.A. de Cuenca.
Abrazos.
Yo también estoy algo confuso, mangeles. Lo cierto es que cuando vayas a la Maestranza te volverás taurina para toda la vida. Me alegro de que sigas leyendo la traducción.
Pues eso, Paco, mucha hipocresía, aunque con el tabaco discrepo contigo un poco.
Antonio, me quito el sombrero ante tu comentario, lúcido donde los haya. Te felicito.
Lo dicho, querdísimo, se ha explicao mu bien er mushasho.
Más abrazos.
El caso es que nos hemos refinado para unas cosas y, para otras, no tanto.
Entiendo a los americanos, una cosa era su imaginación, sus suposiciones, y otra muy distinta la realidad a cinco metros.
Un abrazo
En las veces que he presenciado corridas de toros nunca he visto ensañamiento. Tampoco crueldad.
Estimo que la puta televisión, y sus formas, le ha hecho un flaco favor a la fiesta.
Ahí sí, en la tv si hay crueldad, ensañamiento, morbo y todo lo que queramos decir, ese objetivo metido en el mismo puyazo si es una cabronada.
Caso de ser animal me gustaría ser toro bravo en España mejor que zorro en Gran Bretaña, pato en Francia o ciervo en cualquier parte.
Un abrazo
A pesar de todo... A mí me siguen gustando muchísimo los toros.
Un abrazo.
Sí, Mery, estamos hechos unos "refinados". La verdad es que los americanos me dieron un poco de pena...
Totalmente de acuerdo, Rafael. Parece que hay unanimidad, al menos en mi blog. Dios los cría...
Otro para la causa, Alegre.
Abrazos unánimes.
Aunque un poco tarde, voy a comentar, verás;
Me gustan los toros y es una afirmación reflexionada y constatada (en directo me apasionan). He de decir que mi hermano mayor es el director de la plataforma para la defensa de la fiesta, lo cual evidentemente me influye, pero sobre todo me ha servido para reflexionar mucho sobre el tema y entablar grandes debates (en casa no todo el mundo piensa igual) y a pesar de mis propias contradicciones, hoy puedo afirmar que si fuera animal elegiría ser toro, para vivir en libertad y pastar en los mejores prados, y sobre todo para tener una larga vida y una muerte digna, y digo digna porque no conozco a nadie que le guste la Fiesta que disfrute con el sufrimiento del toro, ni cuando le pican, ni cuando le matan.
Besos.
Estupendo comentario, Paloma. Me ha aclarado a mí también muchas dudas, sobre todo cuando te refieres a la muerte digna. ¡Igualito que los pollos!
Un abrazo.
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