Puede que lo que hoy digo sea un lugar común, una reflexión que se repite año tras año, Navidad tras Navidad, pero hay cosas que no por tanto repetirse dejan de ser ciertas, y es conveniente reflexionar seriamente sobre ellas, sin caer en la rutina de la cantinela quejumbrosa que no resuelve nada. Me refiero, como ya habréis deducido por el título, al exceso de juguetes que tienen los niños de hoy, y hablo de los países ricos como el nuestro, que en muchos otros sitios los niños aún se pelean por una pelota de trapo, como pasaba en la España de la posguerra.
Lo peor de regalar tantos juguetes es que se mata la ilusión. Para tener ilusión por algo debe ser difícil conseguirlo, un hecho excepcional. Seguramente recordaréis a Zipi y Zape, que se pasaron toda su vida de personajes de tebeo acumulando vales para conseguir una bicicleta. Hoy día un niño abre la boca para pedirla y al día siguiente la tiene, fundamentalmente por dos motivos: uno, que los padres lo consienten todo, y dos, que se ha abaratado enormemente el precio de los juguetes provenientes, sobre todo, de China.
El progreso trae estas cosas. La inmensa capacidad productiva de las fábricas actuales necesita crear deseos allá donde no los había, para poder dar salida a una producción en constante ascenso. Esto es algo que describió magníficamente ya en 1958 el economista J.K. Galbraith en su obra La sociedad opulenta. En ese año no había precisamente opulencia en España, y cuando un niño recibía un regalo era un tesoro que le hacía saltar las lágrimas y despertaba en él el sentimiento más parecido a la felicidad pura: la ilusión. Hoy, en esta España opulenta a pesar de la crisis, la ilusión es, por desgracia, un bien escaso, y los niños acumulan juguetes con una indiferencia rayana en el desprecio. ¡Habrá algo más triste que eso...!
Casa Schröder
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La casa Schröder es patrimonio de la humanidad y aquí, en nuestras
ciudades, la contemplamos con admiración mientras nos quejamos de las
malditas pared...
Hace 17 horas
16 comentarios:
Tienes tanta razón¡¡¡
La culpa es nuestra, y sólo nuestra.
De los abogados, los políticos y los funcionarios.
¡Si Baltasar levantara la cabeza!
Cosas del capitalismo y de la socialdemocracia.
Yo tengo un problemón este año (primero en el que mi gordito disfrutará plenamente de sus Reyes): ¡¡me gustan todos para mí!! ¡¡es a mí a quien le hace ilusión tener muuuuuuchos regalos!!
Ya te contaré. O te vienes directamente la mañana del día 6 y jugamos, un poner, a Magia Borrás.
Un abrazo, querdio mío.
Después de unas cuantas Navidades de regalos y con sólo un hijo "creyente", me identifico totalmente con todo lo que dices.
Lo más triste de todo esto es que la culpa la tenemos nosotros, lo sabemos y seguimos fomentando esa acumulación de regalos y juguetes mientras podamos. Lo peor es que lo hacemos de corazón y por amor.
Es normal que no queramos que a nuestros hijos les falte de nada, que nos estrujemos los sesos hasta conseguir el mejor juguete, el más divertido, el más nuevo... Sus caritas iluminadas por unos días nos compensan ante la tristeza que nos produce ver los mismos juguetes arrinconados y estorbando tres días después. Pero mientras podamos hacerlo, lo haremos. Es tan triste ver como hay niños en todo el mundo que no gozan ni de un regalo, que para los nuestros... los mejores y muchos.
Ya no, pero cuando veía a mi chico feliz con sus regalos ( el era monográfico... dinosaurios ) me sentía compensada de cuando me tocó recibir una "Nancy" cuando lo que yo quería era un juego de pistolas de comboy.
Cosas de la vida.
Mi querido caballlero... ¿Ya escribió usted la carta a los Reyes ?
La culpa es nuestra, siempre.
Pues se iría a vender pañuelos a un semáforo, Javier. Así se limpiaba las lágrimas gratis.
Lo de la moneda de ombligo invisible me ha llegado al alma, Rafael. ¡Qué recuerdos! Y vivan, claro que sí.
Más bien cosas de la opulencia, José María, independientemente del sistema.
La verdad es que los Reyes son una ilusión tremenda, querdio Juanma, para los hijos y para los padres. Por ahí ganamos los españoles en cuota de ilusión a otros países, creo yo. Lo malo es a la semana, cuando se acumulan toneladas de juguetes vilmente ignorados.
Ya has pasado lo tuyo, Javier. Yo este año tengo tres creyentes, como tú dices. A ver si les mantengo la fe.
Tienes toda la razón, Maile. Además, aunque queramos es difícil escapar, se debe nadar contra corriente. Ya he empezado a escribir la carta, pero no las tengo todas conmigo. Echo de menos la ilusión de cuando era un niño.
La culpa es de todos menos de los funcionarios, Javier, probos trabajadores y campeones de la lucha contra el vicio.
Abrazos alajeños.
quizás es que hay que escribir lsa carta a los Reyes... y luego acostumbrarte a que te traen lo que quieren ellos, algo quizás no igual a lo que pediste. No sé, lo malo es que todo sea tan automático como dices, Ridao, hemos sustituido la ilusión por el deseo. Y así nos va.
Globalización, pon, pon.
Buenas José Miguel, me he permitido pasarme "por estos andurriales" y quería comentar tu entrada.
Tienes toda la razón del mundo. Y tienen tantos regalos que piden por número, no por interés. Me decía mi cuñado el otro día lo que está costando que mis sobrinos asuman "recortes" de regalos. Y los tíos, abuelos y demás también tenemos la culpa.
Y dale con que no tienen la culpa los funcionarios, si son los únicos culpables, coño, de todo.
Y por cierto, ese "alegre opinador" huele, huele bien, pero .....
¿ES un funcionario, el alegre opinador?
Cuánta verdad y cuántos iguales.
En realidad el problema no es el deseo en sí, Aurora, sino la facilidad para satisfacerlo: la inmediatez que tú dices. Los deseos de los niños son órdenes.
Menos mal que la globalización también tiene cosas buenas, 69. Digo yo...
Bienvenido, Alegre Opinador. La verdad es que es difícil evitar la marea. Cualquiera dice que no a los abuelos, por ejemplo. Es como una trampa.
Javier, aún peores son los que preparan a los funcionarios. Eso sí que tiene delito. Acuérdate del refrán: "Cría cuervos...". Y al alegre opinador pregúntale tú, que es la primera vez que visita mi cuaderno, y yo por ahora no exijo CV...
¿Cuántos iguales, Capitán? No entiendo, será que no estoy aún del todo despierto.
Abrazos funcionariales.
Tienes toda la razón.
Gracias, Jesús. Es una pena, y todos estamos metidos en el ajo.
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