La muerte es un fenómeno inevitable ante el que caben tres posturas: asumirlo, ignorarlo o luchar contra él. Tolstoi eligió, o más bien se dio de bruces con la tercera, la más radical, y vivió atormentado el resto de su vida. Un hombre como él, profundamente religioso o, mejor dicho, espiritual, que sentía verdadera pasión por la vida, no pudo soportar el choque frontal con la idea de la muerte. La conciencia del horror le perseguía y no le dejaba descansar.
El patriarca de las letras rusas dejó escrita la siguiente frase:
No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo.
Eso fue antes de la crisis. La conciencia de la muerte le arrebató la fe, no fue capaz de imaginar siquiera la negación de la vida. Para una naturaleza tan vital como la suya no era posible entender la no-vida, y al comprender el horror no pudo ignorarlo, como hacen los agnósticos, ni asumirlo, como hacen los buenos creyentes. No tuvo más remedio que agarrar la guadaña por el filo, sin que de su boca salieran gritos de dolor, ahogados por su alma sangrante.
25 comentarios:
Entrada que da que pensar, José Miguel. No pretendo ser original, pero creo estar ahora en una cuarta vía: ni ignoro la muerte (como los agnósticos), ni la asumo (como un buen creyente), ni tampoco pretendo combatirla (como Tolstoi). Tal vez me limito a vivir, procurando que la muerte no me desvele, aunque sin olvidarla.
Un cordial saludo
Monsieur RIDAO:
¡Es que la muerte es muy cabrona!
Sé que está ahí pero hago igual que con las mierdas de los perros (asquerosos perros y asquerosos dueños de perros asquerosos, dicho sea de paso: no las miro sino de refilón porque me dan asco pero alerta para no pisarlas. Cuanto menos nos miremos, la muerte a mí y yo a ella, mejor para los dos.
Salu2
Perdóname si os llevo la contraria a ti y a Joaquín. Veo las tres posturas compatibles:
1. Mientras puedas, la ignoras.
2. Si se acerca, se lucha.
3. Si te puede... la asumes.
Un abrazo eximiero. Se nota que es viernes y tú, como cada día, al pie del cañón.
Bueno, Joaquín, en realidad los agnósticos no siempre ignoran a la muerte. Eso no es tan fácil, y muchos siguen la senda que tú dices, incluyendo la rara especie de los ateos.
Coincides de pleno con Joaquín, Dyhego. Yo diría que casi todo el mundo actúa así.
Brillante comentario. Álex. Como bien dices, me salgo. ¡Sólo tres comentarios! Mi camino al estrellato literario se va aclarando...
Un abrazo agnóstico.
Pues mi opción personal, y creo que no por fatalismo, es el asumirla, conocerla y no temerla. Puedo afirmar que no tengo ningún miedo a la muerte. Algún día dedicaré una entrada al por qué de esta falta absoluta de temor.
Un abrazo José Miguel.
De piedra me dejas, como tu estatua. Suerte que tienes, o mérito...
Otro abrazo.
Para mi pobre entendimiento, creo que la frase de León es absurda" creer en algo" y ¿ qué algo?. Yo puedo creer que mi esposa me ama, pero si tengo fe en ello, es porque se que me ama. Yo puedo creer que mi hijo es el mejor, eso es solo amor, por mucha fe que yo tenga se que no es así.
Se puede tener dudas existenciales, pero no en el momento cumbre, es señal que tu querias creer y no tenias fe.El solo se fió de si mismo, nadie le pudo enseñar lo que es la fe y a nadie él le dió el credito de lo que le enseñaron.
Es muy triste morirse creyendo que lo que dejas aqui es tuyo y no te lo puedes llevar.
Su postura me parece, en todo caso, más coherente que la del hombre moderno que vive como si la muerte no existiera. A mí me da más miedo el mundo que nos rodea que la muerte. Saludos.
Tocayo nº 1: entiendo que en la frase de Tolstoi "creer" es sinónimo de "tener fe". Habría que ver el original en ruso. Creo que eso ha originado un malentendido: tú la has interpretado de una manera y yo de otra. En cuanto a lo último que dices, te doy toda la razón: es algo muy triste.
Tocayo nº 2: yo siempre pienso que nuestra cultura vive de espaldas a la muerte y es un gran error. Creo que ya lo hemos comentado en otra ocasión. Y el mundo es bastante pavoroso, y además es palpable, a diferencia de la muerte, a la que nos enfrentamos sólo en el último momento, por lo que más que miedo suele causar un respeto lejano.
Abrazos tocayeros.
Esta entrada me da que pensar. Por desgracia tengo unos cuantos casos de cancer alrededor y, me han hecho reflexionar bastante: observando a los enfermos y sus familiares me he dado cuenta que contra la muerte hay que luchar y enfrentarse a ella con dignidad, siempre asumiendo que es una posibilidad de entre dos (vivir o morir). Por esto y por más cosas que me están ocurriendo me he dado cuenta que hay que VIVIR, DISFRUTAR y APROVECHAR cada momento al máximo porque nunca sabemos cuando nos puede llegar.
Por cierto, soy creyente.
Un beso
Tras la crisis es cuando Tolstoi se entrega a una fe ,ciega priemro en la ortodoxia rusa, en una fe evangéliga y activa después: te recomiendo, si no lo has leído ya, que puede, en Acantilado la lectura del opúsculo, "CONFESIÓN" donde Tolstoi da todo el detalle de su crisis. Es un buen libro de autoyauda.
Yo no sé cómo lo estoy haciendo, pero va disminuyendo el pánico que siempre le tuve a la muerte. Será que estoy rodeado de vida y esa señora tan fea y cabrona no le da ni por acercarse.
Cuando venga, la asumiré. Aunque no si antes, disculpa lo que viene José Miguel (ya sabes que no es el estilo de mi casa, ni de la tuya)...no si antes cagarme en su puta madre.
Un abrazo, querdio mío.
Interesante entrada.
La fe se tiene o no se tiene,no admite medias tintas,la esperanza es la que se nos suele ir por otros derroteros,la posibilidad de tener la muerte cerca nos hace negarla en principio,nos enfurece ante nuestra impotencia de derrotarla,negociamos para desviarla y luego la aceptamos según sea nuestra posición con resignación o con rabia.
Un cordial saludo.
Acá hay dos posturas bien diferentes, una es el miedo irracional a la muerte segura que no sabemos cuándo acontecerá y que se convierte en una patología que no permite disfrutar de la vida, y otra, la inminencia de la muerte que se anuncia con una enfermedad que sabemos que la mayoría de las veces no perdona.
Difícil explicarlo, pero puedo hablar con conocimiento de causa directa... cuando la espada de Damocles apunta directo a la yugular, el impacto del horror inminente paraliza, luego se transforma en la aceptación de los hechos, no de la enfermedad y menos de la muerte, es aquí que se lucha con todo lo que se tiene a mano, hasta las últimas consecuencias y esto hace que muchas veces la venzamos.
La esperanza, el convencimiento de ganar la batalla y la fe (en lo que creas) son la varita mágica que hace la diferencia entre entregarse o batallar.
Es imposible ser justos al hablar de la muerte cuando no se ha experimentado con ella, la teoría difiere de la práctica radicalmente. Lo que creemos hoy, se echará por tierra ante la presencia de la villana.
Súper interesante la entrada José Miguel, me encanta escuchar las diferentes "campanas".
Besotes.
Esta es la historia de un pobre hombre que sufría una rarísima esquizofrenia: la mirada se le independizó del resto de su cuerpo y se creyó mirada inteligente. No es que fuera sordo o se le acorchara la piel, es que los ojos se le sublevaron y se le fueron por libre de la ciudad de los demás sentidos. No oía ni acariciaba los pájaros, sólo los veía y pensaba en sus imágenes. Era feliz en las pinacotecas y menospreciaba los auditorios; y, claro está, sentía un pánico cerval a la ceguera porque era su muerte y su oscuridad. Y le ocurrió un día, pobre hombre. Una lesión del nervio óptico le borró el mundo en que existía. Se le murió la mirada de repente y pensó morir él todo. Pero, como esto es un cuento de final feliz, entonces empezó a oír los pájaros y acariciar las cosas y oler las primaveras y saborear los vasos de bourbon. Ah, y además se curó de su rara enfermedad.
No sé si con la muerte de “toda” la ciudad de nuestros sentidos no ocurrirá algo parecido. Lo que sí sé es que la realidad está tan limitada por ellos que nos resulta dificilísimo pensarla sin su amparo; es lo mismo que le pasaba a la mirada esa del loco que menospreciaba los auditorios. Y también sé que es una cobardía poner límites a lo posible, y que la vida esta es una parcela de lo posible. Al valor de no hacerlo es a lo que llamo fe.
Espléndida entrada. Gracias por ella y perdón por la extensión de este comentario.
Un abrazo.
A mí me interesa la muerte, la verdad. Gracias por esta entrada, Ridao, es interesante hablar de la muerte, pensarla, me parece. Y siento repetir lo que dije el otro día en el blog de Cotta, pero me impresionó. En los diarios de Henry James que ahora se publican vienen sus "famous last words": Hombre, la distinguida. Jo, yo francamente me aterra, pero en fin, quizá hay que ser más templado o templada. Me da mucho miedo, y con fe, es igual, le tengo horror. Y al dolor o a la angustia del paso estrecho ese, más. En cualquier caso, gracias, hay que hablar y escribir de estas cosas, me parece.
Un abrazo, Ridao, te hago en Alajar totalmente rodeado de vida, suerte la tuya y la de Lola.
Aurora
Me ha impresionado mucho lo que dices, Mono. La entereza ante la muerte es muy difícil. De todos modos, en la entrada no me refiero al miedo a la muerte cuando la vemos cerca, sino cuando está lejana. Ahí es donde cabe ignorarla, asumirla o luchar contra ella, pero este último caso, como ocurrió con Tolstoi, es raro como experiencia vital, y más bien se suele realizar en los últimos momentos.
Un beso.
José María, no me he leído Confesión, pero sí referencias a esta obra. Para mi entrada he partido de la lectura de la biografía de Tolstoi hecha por Zweig en 1938, editada el año pasado en España en Backlist. Según Zweig, desde la crisis que tuvo Tolstoi a los 50 años hasta su muerte estuvo atormentado, buscando la fe, con una vida basada en la espiritualidad. Yo deduzco que, más que entregarse a la fe, se agarraba a ella como a un clavo ardiendo. Lo que sí es muy posible es que la cita sea posterior a la crisis, yo no lo he comprobado, y tampoco sé a qué libro pertenece, si es que fue escrita en un libro.
Un abrazo, y gracias por tu aportación y por tu recomendación.
No dudes que es por eso, Juanma. Los niños nos dan vidilla. De todos modos, puedes ir cagándote en su puta madre desde ya. Total, es gratis...
Un abrazo.
En mi entrada yo me refiero a la primera postura, Liliana. La segunda es terrible e implacable, y tienes razón en que no sabemos cómo actuaremos hasta que llegue. La teoría aquí vale bien poco, pero bueno, yo me entretengo reflexionando.
Un beso.
Me dejas anonadado, Antonio. Tu comentario es bellísimo, digno de una entrada, y mejor que la mía. Yo te animaría a que abordaras el tema en tu blog, de verdad. La profundidad de tu visión (nunca mejor dicho) es encomiable.
Un abrazo.
Hola, Aurora. Este fin de semana me he quedado en Sevilla, celebrando las bodas de plata de mi colegio. Pero vamos, que sigo rodeado de vida, como para pensar mucho en la muerte...
Hablando de vida, poca gente he visto más vitalista que tú. A saber dónde estás este fin de semana y a dónde irás la semana que viene.
Compartimos muchos intereses, y eso siempre enriquece.
Un abrazo.
América, perdona, que te he saltado. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que la fe se tiene o no se tiene. Creo que es inútil buscarla, y tampoco la veo necesaria para vivir feliz. Después, ¿Dios? dirá.
Un abrazo.
Una entrada magnífica Ridao, de las que calan hondo...un abrazo
Muchas gracias, Marisa. Te reitero mi enhorabuena.
Publicar un comentario