El kebab
-
El Döner-Kebab es una elaboración culinaria propia de la cocina turca.
Consiste en una amalgama de carnes mezcladas de ternera, cordero y pollo
ensart...
Hace 13 horas
El cuaderno de José Miguel Ridao
¿No habéis hecho de niños competiciones a ver quién llegaba más lejos meando? Me refiero a los varones, obviamente, supongo que las niñas competirían de otro modo. Tengo comprobado que seguimos jugando a concursos parecidos toda nuestra vida, aunque el alcance miccional se sustituye por los logros más variados, como el dinero que se gana, la potencia del coche que se conduce, lo caro que es el colegio donde estudian los hijos o la longitud de la manguera. Y lo curioso del asunto es que los que mean más lejos son los menos interesados en jugar, mientras que los que se tienen que buscar la churra para sacarla y luego se mojan los zapatos al mear están obsesionados por la competición. Curiosa raza, la nuestra...
Hay un invento que los escritores apreciarían muchísimo y que, sin embargo, veo muy lejos todavía. El concepto es simple: una máquina que sea capaz de poner por escrito las ideas que se nos van ocurriendo. Yo, por ejemplo, cuando voy conduciendo me abstraigo y empiezo a pensar en mis cosas, y se me ocurren ideas que podrían servir como entradas para el blog. Si en ese momento tuviera una grabadora de pensamientos la pondría en marcha y al llegar a casa tan solo tendría que conectarla al ordenador y ahí tendría la entrada, en formato Word. Pero como no tengo ese cacharro la idea se me olvida, y después no hay manera de ponerla en pie. Reconozco que en el coche es un poco peligrosillo registrar pensamientos al dictado, pero hay otro momento mucho más seguro y fructífero: cuando nos acostamos y nuestro cerebro se niega a desconectar. A veces el mío se pone a mil revoluciones, y me agobio porque sé que se me van a olvidar tantas ideas, algunas disparatadas, pero hasta ésas pueden servir. Más de una vez me he levantado y anotado en un cuaderno algunas cosas, pero no es lo más apetecible, sobre todo en invierno, y además la cabeza va más rápido que el lápiz en la mano. Con una grabadora de pensamientos, sin embargo, sería facilísimo. Digamos que la tendría encima de la mesita de noche, le daría a la tecla de on, y me limitaría a dictar mentalmente mis genialidades o gilipolleces, depende de quién las mire.
No seré yo quien machaque a los que defienden con uñas y dientes los derechos de propiedad intelectual, entre otras cosas porque soy socio de pleno derecho de CEDRO y algún dinerito (poco) me llevo en el reparto. Sin embargo, las manifestaciones que se vienen sucediendo últimamente por parte de los autores de cine, música y literatura me están dando que pensar. Uno de los principales argumentos que se esgrimen es que si se reducen los derechos de autor está en peligro la creación, pues los artistas no tendrían incentivos para la labor creativa. Bajo mi punto de vista esto es una falacia y de las gordas. De toda la vida los autores han sido pobres, casi nadie ha vivido de la literatura, y sin embargo se han creado obras maestras. No creo yo que Cervantes escribiera el Quijote entre rejas frotándose las manos por el dinero que iba a ganar, ni que Bécquer escribiera sus Rimas con la esperanza de salir de su vida bohemia, entre otras cosas porque es lo que le gustaba. Se podrían poner muchos ejemplos más, aunque es cierto que hubo grandes escritores que se hicieron ricos con su obra. Pero no creo que se trate de eso: la buena literatura no depende del dinero; el verdadero creador no lo hace por encargo, sino por necesidad vital, y tendrá su medio de vida o vivirá en la miseria, pero no por ello dejará de crear.
Acabo de oír una noticia por la radio que me ha hecho reconciliarme con el género humano en general, y con los empresarios en particular. En el transcurso de una entrevista, un promotor afectado por la crisis y que tiene tropecientasmil viviendas sin vender ha manifestado que para ayudar a los compradores a lo más que puede llegar es a sacrificar su margen de beneficios, ofreciendo las viviendas por el precio al que está suscrita la hipoteca de financiación de la promoción. ¿No es enternecedor? Como son ellos los que marcan el precio, y no el mercado, van a rebajarlo, eso sí, hasta el límite del beneficio, ¡qué es eso de que los empresarios pierdan dinero! Faltaría más...
Hoy rompo esa ley no escrita que dice que las entradas de un blog deben ser cortas. La ocasión bien lo merece, pues hemos celebrado las bodas de plata de la promoción del año 84 del colegio de los Maristas de Sevilla. Veinticinco años son muchos, y ha sido emocionante reencontrar a amigos de la infancia que creía olvidados pero nada más verlos parecía como si estuviéramos de nuevo sentados en el mismo pupitre. He tenido el gran honor de que mis compañeros me permitieran pronunciar un pequeño discurso, que reproduzco aquí.
Cuenta S. Zweig en su estudio biográfico sobre Tolstoi que éste sufrió en su madurez una profunda crisis al tomar conciencia del horror de la muerte. Fue tal el impacto recibido que se conjuró para librar una batalla terrible contra el destino fatal, que lógicamente perdió, pero que vio la luz en obras intimistas y psicológicas, de gran profundidad espiritual, como "La muerte de Iván Ilich".
Me manda mi compañero mercurial José Manuel Gómez esta foto tan curiosa. Se trata de una placa atornillada en una puerta de la estación de trenes de Utrera.
Últimamente ando un poco -es un decir- apretado de trabajo, y se me acumulan tareas que no logro cumplir en los plazos previstos. Entre los niños, que absorben gran parte de mi tiempo, mis empleos de horario fijo y otras cosas que no es plan contar aquí (como por ejemplo el blog), por primera vez estoy viendo que no consigo cumplir a tiempo con las obligaciones que me he autoimpuesto.
En verano solemos comer muy bien en mi casa, porque como estamos en Alájar nos abastecemos de productos de la huerta: tomates, pepinos, judías verdes, calabacines... cuyo sabor no tiene nada que ver con el de los que se compran en los supermercados de la ciudad, que saben más bien a plástico. La vuelta a Sevilla es en ese sentido un pelín traumática, pues aunque vamos a la sierra los fines de semana, y solemos volver con huevos de campo y otras cosillas, el resto ya tiene que esperar hasta el año siguiente. Fijaos hasta qué punto llega la cosa que una noche se despertó mi hijo Jaime (4 años) llamándome sobresaltado, y cuando acudí a consolarle y le pregunté qué quería, me dijo:

Este verano le dije a Aurora, del blog Master en nubes, que escribiría una entrada sobre los emprendedores, y como lo prometido es deuda, el tema es muy interesante y además tengo publicadas algunas cosillas al respecto, pues allá que voy.

Debajo del tronco muerto de un alcornoque vivían Mario y Bruno, dos ciempiés que siempre estaban patrullando el bosque, guerreando con los enemigos de otras especies y peleándose entre ellos, pues no tenían nada mejor que hacer. En una de estas peleas, Mario dio un mordisco a Bruno y le arrancó de golpe diez patas. No era ninguna tragedia, pues aún le quedaban noventa, pero a partir de ese día Bruno fue el blanco de las burlas de su compañero. Tan crueles eran sus chanzas que Bruno andaba siempre cabizbajo y triste. Después de muchos días aguantando, llegó un momento en que no pudo más y decidió vengarse. Su oportunidad surgió una noche en que Mario estaba especialmente cansado, por lo que su sueño era muy profundo. Bruno se levantó sigilosamente y le arrancó una a una diez patas sin que se diera cuenta, creyendo así cumplida su venganza.
Ésta es la pregunta estrella que me hacen desde hace un tiempo en mis clases de Economía. Lo primero que respondo es que la Economía es una ciencia que dista mucho de ser exacta, como sucede con todas las ciencias sociales, y que por desgracia yo no poseo una bola de cristal. Pero ellos insisten, y quieren saber cuál es mi opinión -no está mal esto del argumento de autoridad- y entonces yo se la doy, faltaría más.
Hace unos meses vi en el periódico una foto en la que aparecían varios agentes del FBI llevando en volandas a un anciano de 89 años en su silla de ruedas, camino de la cárcel y, quién sabe, de la pena de muerte. La cara del anciano es de sufrimiento e indefensión, a merced de los federales. Probablemente no supere los primeros interrogatorios y la muerte le sobrevenga sin tener que recurrir a old sparky. Eso que se ahorrará el fisco norteamericano, aunque, después de saber quién es el personaje, bien podía aguantar un poco para sentir la descarga letal.